EL CENTENARIO DE ACORAZADO POTEMKIN

Este 2025 se cumplen cien años del Acorazado Potemkin, una película soviética que en lo personal significó mucho en mi formación política inicial, justo en mis primeros años en la Facultad de Medicina de la UNAM, mi ingreso a la Juventud Comunista y mi participación en el cineclub de dicho plantel, junto con Cuauhtémoc Abarca Chávez.
Como algunas obras soviéticas, esta cinta de Sergei Mijailovich Einsenstein, me impactó e influyó, al igual de textos literarios como La Madre de Máximo Gorki, La bolchevique enamorada de Alejandra Kolontai, Así se templó el acero, de Nikolai Ostrovski y La joven guardia, de Alexander Fadeiev.
Pero el cine me atrajo en demasía y particularmente este director que estuvo en México a principios de los treinta, para filmar una película inconclusa, Que Viva México, que ahora podemos ver y donde mi paisana Anita Brenner influyó en el soviético a través de su libro Ídolos detrás de los altares.
Me volví admirador de la obra fílmica de Einsenstein, no solo por las dos cintas señaladas, sino por el resto: La huelga, Octubre, Lo viejo y lo nuevo, Iván El Terrible y Alejandro Nevski. Las tengo todas, las cuales he visto varias veces, pero para mí, El acorazado Potemkin es la mejor, por todo lo que representa y el mensaje que nos deja.
La historia se desarrolla en 1905 en lo que se conoce como la “revolución de Odesa”, que constituye un evento histórico previo a la revolución de febrero de 1917, que dio paso al gobierno socialdemócrata de Kerenski y obviamente al llamado “asalto al Palacio de Invierno” que caracterizó a la revolución de octubre, de impulso bolchevique (en el nuevo calendario fue el 7 de noviembre). Por cierto, entre los dos acontecimientos señalados, hay otra película que habría que ver también: El Tren de Lenin, donde se supone el dirigente comunista escribiría las llamadas Tesis de Abril.
Son cinco partes la que integran la película, de las cuales, la primera, que tiene que ver con la explotación a los marineros y su opresión se expresa en la comida llena de gusanos que recibían, además del drama de la escalinata (la carriola cayendo poco a poco y el rostro de la madre aterrada manteniendo en brazos a su hijo muerto), fueron las que más me impactaron y dejaron lecciones para mi militancia de izquierda, que mantengo hasta ahora, más de cincuenta años después.
Para los que conocen de cine, mencionan que esta cinta destaca por su lenguaje visual, recordemos que es una película muda, donde los diálogos son sustituidos por las imágenes y las expresiones de los actores, a las cuales, Eisenstein recurrió mucho. Los teóricos mencionan que a esto se le llamó Efecto Kulechov.
Pero para mi también fue una rica pieza de propaganda de lo que sería la revolución rusa, con la magnificación de las masas, su espíritu revolucionario y transformador. En lo personal esto se cerraría con la fabulosa crónica del periodista comunista norteamericano John Reed (Diez días que conmovieron al mundo), cuyos restos se encuentran en los muros del Kremlin, al morir prematuramente en esas tierras.
Algunos amantes del cine consideran El Acorazado Potemkin como la mejor película de la historia cinematográfica. No se si sea así, lo que no excluye la enorme significación que tuvo en mi formación política y en mi filia al llamado séptimo arte.