¿Quién triunfó?
No conozco cuáles son las fuentes del investigador John Womack sobre su conclusión de la situación de México, si en cambio la que corresponde al soporte de su posicionamiento (él mismo lo señala). Tampoco es muy riguroso en la apreciación sobre algunos de los personajes protagónicos y sobre quién ganó realmente las elecciones el pasado primero de julio. Su prestigio como académico no le da la llave para considerar su postura como la verdad absoluta o como ley indiscutida. Desde mi punto de vista se equivocó. Veremos por qué?
Partamos de una afirmación donde el autor del libro “Zapata y la revolución mexicana” si tiene razón. Dice que AMLO “no representa a la izquierda histórica”. Sin duda, nadie ha dicho lo contrario. Los comunistas que militamos en el MCM (casi todos ellos con pasado en el PCM) desde el principio manifestamos que en este proceso electoral no había ningún referente socialista, consideración que no desmereció nuestro reflexionado apoyo al candidato presidencial postulado por la Coalición Juntos haremos historia.
Incluso señalábamos que la plataforma de MORENA y su candidato se había corrido al centro, con lo cual podían ampliar su cobertura aliancista, lo cual ocurrió (como lo hizo Lula da Silva en Brasil), pero reconocíamos rasgos antineoliberales, antisistémicos y contra el régimen imperante, sin abandonar su postura de clase. Pero es dable reconocer que una buena parte de la izquierda socialista organizada confluyó también ahí, con sus planteamientos, los cuales no necesariamente fueron tomados en cuenta.
La derrota del PRIAN implicó el desplazamiento del viejo régimen, escandalosamente corrupto y crecientemente separado de la gente. Se obtuvo el gobierno no el poder, eso que quede claro para todos. Con López Obrador se abre un espacio de renovación democrática dentro de los marcos burgueses no de revolución proletaria. Eso lo tenemos claro en el MCM, por lo cual hay que luchar en esta nueva etapa en torno a los objetivos que si consideramos valederos. Antes como ahora se mantiene la lucha de clases. Eso evidencia la difícil tarea de los comunistas mexicanos en este periodo.
Womack cae en el espejismo de las generalidades y de los lugares comunes. Así no puedo considerar con seriedad sus apreciaciones. Dice por ejemplo que “ganó una izquierda que surgió del PRI, una mezcla de elementos idealistas y seguidores devotos del carismático líder”. Ni lo uno ni lo otro. En todo caso se ha mantenido un cuadro que sigue defendiendo posturas nacionalistas que de izquierda. Por otra parte, no se puede hacer un juicio absoluto para “uniformar” a treinta millones de electores a los cuales no se les puede ubicar como idealistas o seguidores devotos, pues sería no entender lo que pasó en este país y quienes votaron por AMLO.
Y no se queda ahí Womack, excomulga a la izquierda socialista que se fue por esta opción electoral, señalando que los únicos que merecen la etiqueta de comunistas son aquellos que “denunciaron la victoria de López Obrador por garantizar que la dictadura de clase de la burguesía continuará”. El historiador demuestra que no sigue la historia, que el doctrinarismo es más fuerte e importante que la reflexión crítica y las experiencias internacionales. Muestras hay muchas, sólo tuvo que haber revisado ese proceso ruso entre la revolución democrático burguesa de febrero de 1917 y la toma del Palacio de Invierno en octubre del mismo año, pasando por las Tesis de Abril y las Cartas desde lejos de Lenin.
Tampoco se puede afirmar que MORENA será el PRI de nuestros días, más cuando ni siquiera es partido realmente existente y siga en el marco de una organización movimientista de contenido light como queda expresado en sus documentos básicos, que espero conozca el historiador. Es una generalidad también que ya lleva años, pues antes se decía lo mismo del PRD, ahora también reducido a su mínima expresión. Es muy fácil hacerle a la Casandra sin considerar las condiciones concretas en un momento determinado.
La izquierda marxista no nos hacemos ilusiones de lo que resultó en las pasadas elecciones, pero después de un siglo es a donde se ha podido avanzar más, sin conformarnos hay que reconocerlo. En todo caso de manera autocrítica hay que aceptar nuestros errores y enmendar el camino, aprovechando la coyuntura y la disposición de millones de mexicanos por apostarle al cambio.
Los mismos en quien se apoya Womack en cierto sentido reconocen la situación (lo cual les cuesta mucho trabajo) al afirmar que, “tomamos nota de que una franja de los sectores populares decide por primera vez expresarse políticamente, varios millones que no teniendo otra opción en las boletas deciden ejercer por vez primera el voto, participar de alguna manera en la vida política.”
Y al respecto, la postura de Womack sin decirlo está más emparentada con el zapatismo y con quienes si cita, al Partido Comunista de México, que por cierto, no vienen del viejo PC de Arnoldo Martínez Verdugo y Valentín Campa (como lo señala el historiador), sino del lombardismo, grupo que por cierto este inicio de agosto realizarán su sexto congreso nacional.
Wocmack tiene derecho a pensar y opinar como quiera, lo que no puede hacer es descalificar a quienes desde el campo de la izquierda marxista no coinciden con él. No hay posturas maniqueas o de blanco y negro, eso no tiene nada de marxista. En los hechos y en el tiempo verá la postura y acción de quienes nos reivindicamos como comunistas y que no estamos de acuerdo con sus dichos.
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