CONTRA EL AVELARDISMO EN LA ELECCIÓN JUDICIAL

Desde el inicio supe que el proceso para seleccionar magistrados del Supremo Tribunal de Aguascalientes estaría impregnado de avelardismo: corrupción, autoritarismo y prepotencia en su forma más cruda. La propuesta de una votación ciudadana es un chiste que la derechita en Aguascalientes (PAN, PRI y PRD) transformaron en una farsa inaceptable. En este momento ya está probado, son más cerdos que la 4T. Decidí presentarme como aspirante para competir por un lugar y exponer este avelardismo que socava toda legitimidad de este proceso. Entregué mi ensayo, tres cartas —una de un expresidente del Supremo Tribunal y dos de magistrados—, junto con dos de presidentes de barras de abogados, creo yo que opiniones calificadas para avalar mi participación, y obtuve 70 en el examen técnico. Ese puntaje y esas cartas son evidencias objetivas de idoneidad, pero con el autoritarismo típico del avelardismo afirmaron que no era suficiente y me excluyeron sin justificación alguna. Ayer lleve este asunto al Tribunal Electoral, porque es imprescindible enfrentar esta corrupción institucional.

Los Comités del Ejecutivo y Legislativo publicaron listas con cinco nombres para cinco plazas: Felipe Ávila Orozco, Víctor Manuel Martínez Castillo, Héctor Salvador Hernández Gallegos, José Franco Muñoz y José Luis Villareal Jasso. Qué conveniente: una “elección” donde los ciudadanos no tienen alternativa, un acto de prepotencia que refleja el avelardismo en su esencia. Es de conocimiento público que a empleados gubernamentales y miembros del PAN se les facilitó el examen con antelación, un ejemplo fragrante de corrupción avalado por este sistema. Mi calificación de 70 supera el 63 de Villareal Jasso y el 67 de Franco Muñoz, pero ellos fueron incluidos mientras yo fui descartado, una decisión que destila la prepotencia del avelardismo tendiente siempre a distorsionar la lógica de lo más básico. 

La ley exige una explicación para las exclusiones, pero optaron por un silencio autoritario, algo muy propio del avelardismo que rechaza siempre rendir cuentas. Me entrevistaron y me eliminaron sin fundamento, alegando una supuesta falta de idoneidad. Qué paradoja, cuando un 70, respaldado por cartas de un expresidente del Supremo, magistrados y presidentes de barras, parecieran indicar lo contrario. Hernández Gallegos, quien hasta hace poco fue magistrado electoral, está impedido por la Constitución hasta 2026, pero lo integraron con una arrogancia que desafía toda norma. Lo anticipé, supuse que algo así podía pasar, pero igual me presenté para evidenciar como el avelardismo político incluye a infractores mientras desecha opciones legítimas. Además, en el Comité Legislativo participó un notario cuya presencia está prohibida por la ley, una maniobra más de esta corrupción que impone sus reglas sin escrúpulos. Era previsible que el avelardismo tolerara tales irregularidades, y por eso lo voy a litigar: para demostrar que este proceso es un acto de ilegalidad fragrante. Sostienen que no hay capacidad, pero con tales antecedentes, su decisión de limitar la lista a tres candidatos carece de todo sentido lógico.

De hecho, si uno de esos cinco falla, no hay sustituto, porque la planificación rigurosa es ajena a esta elección avelardista. Las entrevistas, ausentes de la normativa legal, fueron una imposición destinada a obstruir al electorado.

Esto afecta a todos los ciudadanos. Afirman insuficiencia de idoneidad, pero un ensayo, un 70, y cartas de postulación de una expresidente del Supremo, dos de magistrados y dos de presidentes de barras, establece que sí. Era evidente que sacrificarían opciones válidas para favorecer a sus protegidos, beneficiados con exámenes facilitados. Y bueno, para eso estoy litigando, para que el Tribunal evidencie esta farsa: que incorpore a quienes cuentan con respaldo comprobado y permita que el pueblo decida. Esto es por Aguascalientes, por una justicia digna. El avelardismo en la elección de magistrados y jueces es una afrenta intolerable que corroe la democracia y la ley; debe ser erradicado con toda la fuerza de la justicia, sin contemplaciones ni excusas.