WHITEXICANS AL RESCATE
El pasado 20 de septiembre estaba programada la sesión para discutir, en comisiones del Senado, la propuesta de morena para reducir la jornada laboral y aumentar el número de días de vacaciones en México. La sesión se canceló, aparentemente porque no existe consenso al respecto.
Actualmente existen dos propuestas en el Congreso de la Unión: una para reducir la jornada máxima de trabajo a 6 horas y otra para reducirla a 7, además de otorgar un mínimo de 12 días de vacaciones al año.
El disenso de la sociedad no solo viene de la clase empresarial, de la cual podría preverse oposición por obvias razones; viene principalmente de ciudadanos comunes que viven al día, que, si no han vivido la precariedad laboral, por lo menos la han visto de cerca.
Cuando la propuesta se lanzó, los whitexicans (o quienes se sienten como tales) se apresuraron a twittear que morena intentaba destruir a México, castigando a la clase empresarial y generando un país de pobres en el que se premia al holgazán y se castiga al trabajador.
La realidad es que México es el país de la OCDE en el que más horas se dedican a laborar y con el salario mínimo más bajo de todos. En los países pertenecientes a esta organización se trabaja en promedio mil 730 horas al año, mientras que en México el promedio es de dos mil 137 horas; 23% más. Con respecto a las vacaciones, mientras la OCDE recomienda un mínimo de 18 días por año, en México el mínimo es de 6.
Sorprende, incomoda y, sobre todo, indigna que la sobre explotación laboral sea tan común, que cuando surge una propuesta para reducir la desigualdad en la que vivimos, sean los propios cautivos del sistema los que salten a defenderlo con tal ferocidad. Tan acostumbrados están a la esclavitud moderna que no conciben otra forma de hacer las cosas; tanto critican el fanatismo de izquierda que se olvidan de que el de derecha es igual de dañino.
No, las empresas no van a quebrar ni el país se va a desbaratar porque los mexicanos pasemos menos tiempo en la oficina.
Una jornada laboral reducida podría beneficiarnos a todos: trabajadores y empleadores. En otras partes del mundo se ha comprobado que la productividad aumenta cuando se toman estas medidas, porque los trabajadores invierten su jornada laboral en aquello para lo que fue diseñada: trabajar. Tiempo en la oficina no es lo mismo que eficacia. Mire usted a su alrededor en su centro de trabajo y pregúntese: ¿Cuántas horas a la semana desperdiciamos, mis colaboradores o yo, solamente pasando el rato, en las llamadas “horas nalga”?
Esta es una gran oportunidad para reivindicar los derechos de los trabajadores, cada vez más pisoteados por empleadores y por las propias leyes, para exigir mejores condiciones de trabajo y un trato justo.
No permitamos que el fanatismo por el sistema o el encono partidista nos la arrebate. Solo para el anecdotario y para que lo whitexicans dejen de generar bilis con la propuesta morenita de trabajar menos tiempo (¡Qué sacrilegio!), el PAN también tiene una propuesta en la cámara baja para reducir la jornada laboral a siete horas.
No es un tema de partidos, es justicia social.
