“¡NOP!” (“NOPE!”) La realidad como un espectáculo
El director Jordan Peele ha sabido como armar un discurso a nivel macro sobre el estado sociocultural de su etnia en la Norteamérica contemporánea mediante una trilogía de cintas consolidada ya con ésta producción titulada “¡Nop!” donde desmitifica el ilusorio estado acomodado de sus congéneres afroamericanos en el mosaico racial de esa dispareja patria una vez que Trump y sus huestes alborotaron el gallinero ideológico. Con “¡Huye!” (2017), su ópera prima, Peele expuso el resquebraje de la fachada tolerante por parte de la comunidad caucásica hacia la sociedad negra de forma terrorífica y alegórica, mientras que en “Nosotros” (2019) rasgaba con daga psicológica el velo de la fantasía familiar minoritaria en estado oneroso que se ve destruida por un oscuro reflejo suyo. “¡Nop!” nos habla ahora de equivalencia histórica, cultural y social colocando a personajes en una trayectoria identitaria que por tradición no les corresponde –en este caso, afroamericanos y asiáticos asumiendo el sacrosanto rol del vaquero- pero enfrentando a un enemigo en común con la forma de un extraño objeto aéreo que puede o no ser un platillo volador. Con esta película Peele se ha dado vuelo en cuanto a sus gustadas alegorías y formula una trama entretenida, divertida y en ocasiones perturbadora que aporta con dignidad a su interesante discurso étnico.
OJ (Daniel Kaluuya) y Em (Keke Palmer) son dos hermanos que han heredado por causas azarosas –su padre (Keith David) fallece al incrustársele en el cerebro una moneda caída misteriosamente del cielo- un rancho californiano donde se crían caballos para su uso en películas, series o anuncios comerciales. El discurso de ventas que emplea Em para conseguir clientela es que ambos son los tátara tátara nietos del jinete que montó al primer caballo registrado en una secuencia de imágenes en movimiento por el visionario fotógrafo Eadweard Muybridge que sentó las bases para el nacimiento del cine como tal. Con todo su situación económica es precaria, hasta que ambos divisan una figura circular de gran tamaño ocultándose en las pobladas nubes sobre el desierto de California, dándoles la idea de fotografiarlo y vender las imágenes por mucho dinero. Por otro lado uno de sus vecinos y cliente, la otrora estrella de televisión infantil Rick “Jupe” Park (Steven Yeun), está por presentar su espectáculo del Viejo Oeste que incluirá un componente sorpresivo y espectacular que no revelará hasta el último momento, elemento clave dentro de la historia. Los personajes encontrarán su motivación gracias al aparente OVNI pero son la dinámica que entablan mediante relaciones disfuncionales, apariencias y necesidades propias a la vez que enuncian diálogos muy reales que desnudan su psique y corazones las que realmente amplían las posibilidades dramáticas de una cinta que luce y se escucha como un remedo a lo propuesto por M. NIght Shyamalan en “Señales” u otras obras de ficción cono tonos humanistas y que termina por localizar una voz tan propia y original que seduce al espectador hasta el final. Peele arma una vistosa caja de regalo cuyo contenido posee diversas capas de lectura que van desde una reflexión sobre la espectacularización del cotidiano mediante sus constantes referencias al entorno escapista de los personajes (las referencias directas a la historia del cine, el rodeo de mal gusto que organiza “Jupe”, su pasado en televisión etc.) y a otro que remite directamente a lo que Paul Anderson propone en su magistral trabajo coral “Magnolia” (1999) donde lo absurdo, lo inverosímil o lo inaudito disfrazado de coincidencia es real (fenómeno referido aquí como “un mal milagro”) que determina el destino y cauce existencial de los protagonistas, ya sea con la forma de un chimpancé que enloquece asesinando a los actores de un programa cómico televisivo y del que “Jupe” fue mudo testigo años atrás o una zapatilla erecta que se rehúsa a caer dando testificación de lo disparatado que puede ser el mundo, incluyendo un colosal objeto que circunda el espacio aéreo de OJ y Em y que pone en riesgo sus vidas y cordura.
“¡Nop!” toma como base la estructura argumental que empleaba el querido y añorado Rod Serling en su serie de televisión “La Dimensión Desconocida” para amplificar las posibilidades narrativas de sus inquietantes ironías con algunas gotas del horror lovecraftiano para darle un mejor sabor y mostrando a un Jordan Peele muy seguro de sí mismo tanto en trama como en plástica y dejándonos un filme macizo e interesante que además de interesar, deja algo qué pensar.
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