CUANDO QUIERAS DESTRUIRLA: VUÉLVELA FEMINISTA…

Si alguna vez te preguntas cómo arruinarle la vida a una mujer, no busques métodos complejos ni planes elaborados. La solución es sencilla: conviértela en feminista.
Llena su mente con esa ideología (de género) para que sesumerja en un torbellino de miedo, odio y confusión. Haz que su existencia sea una batalla constante contra enemigos que solo existen en su imaginación, que su felicidad se desvanezca bajo el peso de dogmas que la alejan de sí misma, de su naturaleza y de quienes la rodean. Y lo mejor de todo, haz que se autodestruya en la supuesta búsqueda de su liberación:
Primero, convéncela de que todos los hombres son un peligro inminente. Dile que cada hombre a su alrededor —el vecino, el compañero de trabajo, incluso su propio hermano— está al acecho, listo para violentarla o violarla. Alimenta su paranoia con historias exageradas y estadísticas manipuladas. Que vea amenaza en cada mirada, en cada palabra y hasta en cada vocal. Así, vivirá con un odio visceral hacia la mitad de la humanidad, incapaz de confiar en nadie. Con el miedo como su sombra perpetua, y el rencor como su estandarte.
Luego, enséñale que ser mujer es una tragedia. Hazle creer que ser hombre es sinónimo de poder, privilegio y libertad, mientras que ser mujer es una carga insoportable. Que odie su cuerpo, su feminidad, su esencia. Si lo haces bien, llegará a envidiar tanto a los hombres que podría cuestionar su propia identidad. Tal vez, incluso considere considere buscar ser trans para poder escapar del complejo de inferioridad que le llegues a inculcar.
Dile que sus instintos más profundos, como el deseo de ser madre, son trampas diseñadas por una sociedad perversa para esclavizarla. Convéncela de que la maternidad es una “construcción social” creada para oprimirla. Que rechace cualquier anhelo de formar una familia, que lo vea como una traición a su libertad. Así, se alejará de lo que su biología y toda su psicología le pedirán, persiguiendo una felicidad artificial que nunca llegará. Cada vez que sienta un atisbo de alegría natural, recuérdale que eso es solo “el patriarcado”manipulándola desde la perversidad.
Empújala a ser una “mujer empoderada” a cualquier precio. Que sacrifique relaciones, hobbies y sueños personales por una carrera brillante y un éxito que el mundo aplauda. Probablemente lo logrará, pero cuando mire a su alrededor, estará sola, preguntándose si valió la pena tanto esfuerzo. El feminismo, le dirás, es su único consuelo, su verdadera familia. Díselo hasta que tenga 40 años y después abandónala.
Enséñale a buscar “violencias invisibles” en cada rincón de su vida: simbólicas, emocionales, institucionales. Que analice cada palabra, cada gesto, cada institución, hasta que encuentre —o invente— una opresión donde no la hay. Y así, la paranoia se convertirá en su estado natural, y nadie podrá sacarla de ese laberinto mental. Que viva obsesionada con descubrir agravios, reales o imaginarios, hasta que su cordura se desvanezca en el delirio total.
Dile que abortar es su “derecho supremo”, un acto de liberación sobre su cuerpo. Que no escuche a su conciencia ni piense en las consecuencias. Y no, no le adviertas jamássobre el vacío, la culpa o el trauma que podrían perseguirla después. Dile que siempre la apoyaran sus “amigas” y que solo descubra y se torture con la verdad cuando se quede sola.
Hazle creer que el mundo le debe una “deuda histórica” por siglos de supuesta opresión. Que exija compensaciones por agravios que nunca vivió, que se la pase cobrando facturas imaginarias en todo momento y con cualquier pretexto. Y dile que es una víctima, y no dejes que nunca se sienta responsable de nada hasta que quede amargada.
Por último, háblale del malvado “patriarcado” que lo controla todo. Que odie a su padre por ser cómplice de ese sistema y desprecie a su madre por someterse a él. Y llena su cabeza con conceptos abstractos e incomprensibles (“interseccionalidad”, “techo de cristal” o “discriminación estructural”) hasta que ya no pueda pensar. Que su pensamiento se vuelva un caos de vaguedades ideológicas, un rompecabezas imposible de armar. Y cuando la veas con el pelo verde, gritando en las calles el 8M, destrozando todo a su paso, sabrás que lo lograste: la has destruido.
El feminismo, proclamarás, fue el cáncer que la consumió…