DE DICHOS A HECHOS
Hoy utilizo este espacio para dedicarlo a un tema no local, pero que creo que incidiría en lo que puede pasar en el país los siguientes años, que tienen que ver con los desgastes inerciales, que tarde o temprano inciden en los electores para evolucionar en sus posturas políticas. Los partidos y los políticos piensan que están haciendo bien las cosas, pero no las confrontan con la percepción de los demás. Casos podemos encontrar hacia los corrimientos ciudadanos, que nos explican lo anterior. Veamos a que me refiero.
El pasado martes, Andrés Manuel López Obrador ha mencionado que la Ciudad de México se ha derechizado. Específicamente que, “se ha venido empanizando, aburguesando, derechizando”. Dicha aseveración está dada en el resultado de la encuesta sobre la aceptación de su gestión por entidad del país, donde está ubicada en penúltimo lugar, solo arriba de Aguascalientes, que registra un 62% de apoyo al gobierno de la 4T.
En vez de analizar qué quiere decir esto entre líneas, mal se hace reaccionar como en la tercera ley de Newton, como fue el caso del mismo jefe de gobierno capitalino Martí Batres, quien divergió con los dichos del Presidente, señalando que la Ciudad de México sigue siendo progresista. Cuando el problema no es ese, sino lo que representa ese 37% que ya no apoya al gobierno de Morena, lo cual se podría ver expresado el día de la jornada electoral, el próximo dos de junio.
No es el dicho entonces, sino lo que representa en los hechos y lo que puede manifestarse en un sector creciente del electorado. No podemos olvidar que la izquierda (no el progresismo) ganó en el entonces Distrito Federal en 1997, con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Sin duda, muchos avances de reivindicaciones democráticas se dieron en los años siguientes, pero también inercias desgastantes. El mayor retroceso y derechización lo tuvimos en el periodo de Miguel Ángel Mancera, cuyas consecuencias las seguimos padeciendo.
Tampoco podemos soslayar lo que sucedió hace tres años, cuyos resultados electorales fueron adversos para Morena y sus aliados, cuando perdieron nueve de las diez y seis alcaldías, lo cual minimizaron al señalar que ellos no perdieron votos, sino la diferencia fue la suma de los contrincantes. Ya no digamos la derrota de cuadros importantes, como fue el caso de Alfonso Ramírez Cuellar, Dolores Padierna o Pablo Gómez, por señalar solo algunos casos.
Aunque la aceptación popular capitalina hacia el gobierno de AMLO siga siendo positiva, arriba del cincuenta por ciento, el que se ubique en lugar treinta y uno en relación a las entidades de la República es sin duda preocupante, y algo tendría que hacerse. Incluso decir que la Ciudad de México es progresista y no de izquierda, como se señalaba hace un par de décadas, es aceptar la decantación política sufrida.
La siguiente medición al respecto vendrá con los resultados de la jornada electoral el dos de junio. Quedan tres meses para que la mayoría en la Ciudad se conforme con los resultados de las encuestas y más si quieren cumplir con el Plan C.
