Los enredos del Obispo de Aguascalientes

Me avisa Patricia del fallecimiento del papá de un apreciado amigo. Le pregunto por los datos de rigor. No los sabe. Ante el desconocimiento le llamo al dolido hijo para presentarle mis condolencias y conocer hasta qué hora estará en la funeraria el cuerpo, dónde será la misa de cuerpo presente y a qué hora.
La intención original de la familia era que la celebración se llevara a cabo en la capilla de la funeraria Hernández, pero la petición fue rechazada porque el obispo de la Diócesis, Juan Espinoza Jiménez —a partir de su entronización el 23 de diciembre de 2021—, cambió las reglas y obliga a los deudos a llevar al difunto a un templo, como si no fuera suficiente el dolor por la irreparable perdida, batallar para conseguir al oficiante y limosnear para que se abran las puertas de la casa de Dios.
Las gestiones se complican, se vuelven una misión imposible, cuando al difunto se le ocurre morirse en el primer día de la semana, porque los sacerdotes están muy ocupados con las misas dominicales y los templos con la agenda llena.
Espinoza Jiménez, con la arrogante decisión, pasa por alto la complicada faena de sacar al muerto de la casa o el hospital. Ponerlo en la carroza. Bajarlo en la funeraria. Meterlo en la limosina negra. Trasladarlo al templo. Regresarlo a la funeraria para quemarlo, perdón, cremarlo. Y recibir, horas después, las cenizas.
Las amistades suelen decir que la persona “ya descansa en paz”, olvidando que al pobre, —sin saber su destino final al dichoso cielo o al caluroso infierno—, lo traen de la seca a la meca, como si fuera socio de Uber en día lluvioso, en una ciudad donde la movilidad está convertida en inmovilidad.
El obispo que gobierna a los católicos de Aguascalientes y algunos municipios de Jalisco y Zacatecas, en el amplio territorio de 11 mil 38 kilómetros cuadrados de la diócesis, debería considerar que los católicos van a la baja en la entidad, de acuerdo a los datos registrados por el INEGI en el Censo de Población y Vivienda 2020.
El número de desertores creció cerca del 4 por ciento, lo que significa que en el Censo 2010 el porcentaje fue del 93% y en el ejercicio de 2020 sumó el 89.3% de la población.
La medida inexplicable de Espinoza Jiménez me recuerda a uno los requisitos obligados por el Registro Civil del gobierno de la Ciudad de México, para solicitar un acta de defunción: “Si la persona titular no se presenta, puede realizar el trámite cualquier familiar en línea directa con copia del INE”.
Hasta el momento de escribir esta colaboración, sólo el bíblico Lázaro se ha levantado para acudir a la dependencia y recoger el acta de defunción, sin presentar la credencial del INE, por supuesto.
Ojalá el obispo de Aguascalientes considere la disminución de la feligresía católica, desenrede la tramitología impuesta y tenga presente cuando acudía los sábados al catecismo para escuchar la máxima de la religión: “Dios está en todas partes”.
Porque alguien tiene que escribirlo: Los ríos de sangre corren por las calles de la entidad. La violencia está imparable. Los muertos y heridos de todos los días se agregan a la estadística. Aguascalientes continúa incendiado. La promesa de un estado seguro está desdibujada desde hace años. El gobierno panista de María Teresa Jiménez Esquivel carga la cruz de su ineptitud. Vivimos en un Estado fallido.
Tras la refriega dantesca ocurrida el sábado negro, la empleada del Oxxo me dice atemorizada: “Y los que nos espera”.
Una amiga que vive en Barcelona me escribe: “Aguascalientes siempre ha estado a la vanguardia de todo, así que no podemos quedar atrás en estos temas”.
La paisana agrega un dato muy alentador para el ilimitado presupuesto de la Secretaría de Comunicación Social del Gobierno del Estado, a cargo de Enrique Kike de la Torre de la Paz: “Nomás en Google aparecen millones de resultados a la entrada ‘violencia hoy en Ags’, jajajajaja. Y gratis”.



Con esa publicidad, de gorra, que rueda por todo el mundo mundial se esperan miles de vuelos charters procedentes del extranjero y la asistencia de millones de japonenses, españoles, italianos y brasileños a la Feria de la Vendimia 2025 y a la Feria Nacional de San Marcos 2026.
El único requisito solicitado a los turistas es que porten casco 4.0, chaleco antibalas, granadas —artefactos explosivos, aclaran—, cuernos de chivo, una estampita del Espíritu Santo y no invadan con su potente tanqueta el estacionamiento prohibido en las calles de la ciudad.
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