2024: ¿qué sigue? 1/2 Densidad electoral. Confianza y seguridad
México vive etapa que puede ser decisiva para nuestra incipiente democracia. Son varios y complejos los desafíos que se avizoran. Sobresalen dos: 1) preservar la democracia electoral que se encuentra bajo los embates de la mafia tropical; el denuedo para debilitar y someter a los órganos de Estado a cargo de organizar las elecciones y resolver las controversias, lo cual afecta legalidad y certeza. 2) Seguridad pública ante la política deliberada de dejar hacer a las bandas criminales, lo cual ha generado cancerígena metástasis en el tejido social por las frecuentes masacres y baños de sangre, “cobro de piso”, secuestros, extorsiones, poblaciones y territorios bajo el mando del terror en vez de la seguridad que es deber del Estado. La política –es un decir—de abrazos sugiere que es intencional la inacción de las instituciones de seguridad pública.
A ello se añade la intromisión de bandas criminales en las elecciones, lo cual se evidenció en los procesos locales en recientes años (“promoción” del voto, reparto de sobornos disfrazados de regalos y despensas, secuestro de activistas y representantes de partidos políticos y mucho más, según acreditaron los medios informativos).
Todo ello da lugar a cuestionar si, para 2024, la indolente permisividad, la complacencia ¿irresponsable?, ¿cómplice?, constituyen acaso la intención de generar temor y violencia social y política para manipular la voluntad ciudadana. Sabedores de la capacidad para mentir y simular del cacique mayor, gran sol y gran timonel, al “pedir” que “no haya fraudes electorales”, en realidad es mensaje y mandato a sus secuaces…
De ahí la perspicacia de cuidar la institucionalidad y limpieza electoral en Aguascalientes, en el proceso para elegir titular del Poder Ejecutivo nacional, Congreso de la Unión (Cámara de Diputados y Senado), Congreso del estado y ayuntamientos.
El partido oficial propone acciones de coyuntura, pero hay carencia de políticas de Estado, suplidas por delirios. El continuismo de una “transformación” sobresaliente en mentiras, simulación y descarada corrupción, tanto o más que en los “gobiernos neoliberales” o los “revolucionarios”, no garantiza certeza de cambios ciertos para un México mejor (como quiera que lo imaginemos). La alternancia, de 2 mil a 2 mil 18, no ha resuelto atraso social ni desigualdad, ni eficacia en frenar –no digamos acabar—con corrupción y criminalidad. Al contrario, éstas se han propagado exponencialmente.
La contraparte opositora carece de propuestas estratégicas. Llaman más la atención los chistoretes y puntadas. Trabajan –y eso va de acuerdo con el manual de campañas—en el posicionamiento de nombre y personalidad de su candidata. Hasta hoy, nada más.
Nuestra contrahecha democracia electoral es adefesio que a pasos lentos y torcidos ha dado frutos. Presenta deficiencias, pero funciona y la muestra radica en la alternancia en la república, en los estados y en los municipios, la pluralidad en el congreso nacional y en los congresos estatales, así como en los ayuntamientos, y con ello y por ello, ha prevalecido la estabilidad política, pero la paz social es precaria y no nos ha llevado al desarrollo social con justicia que ilusamente esperábamos.
En Aguascalientes ¿cuál es la expectativa?, ¿qué se debe hacer? Alientan la voluntad política del gobierno estatal y de los ayuntamientos de afrontar los desafíos que surgen del progreso económico y los persistentes rezagos sociales, así como los riesgos que derivan de bandas que han infiltrado la entidad. Durante un tiempo Aguascalientes fue “territorio de paso” de los cárteles que predominan en Sinaloa, Jalisco, Zacatecas y Michoacán, pero hoy, al parecer, ya se han asentado. ¿Qué pasa?
Pesa en la opinión pública, en el imaginario popular, la impresión general de “limitaciones”, por decir lo menos, en gabinete estatal y municipal: ni se ven, ni se oyen ni se sienten. ¿A la sombra del caudillismo local? ¿Falta liderazgo, sobra tolerancia? Son positivos los índices de creación de empleos, crecimiento económico industrial y de servicios, inercia del empuje y logros de sexenios anteriores (Landeros, Barberena, Granados, Lozano). Perviven deudas en la calidad de la educación –imputable en gran medida al gobierno central–, en el sector salud, la seguridad social y la distribución equitativa del ingreso, así como de la informalidad en la economía y en los empleos ante las fallas de la economía formal. Esto, ciertamente es problemática nacional, no sólo local.
Esas escabrosas realidades impactan en el proceso electoral ya en marcha, amenazado por esa incidencia de camarillas mafiosas, las desvergonzadas maniobras desde el centro, la nada disimulada intención de compra o inducción de votantes mediante las “pensiones” y “becas” del “bienestar”. Este caciquil aprovechamiento de los necesitados y menesterosos, no resuelve acaso encubre y “patea hacia adelante”, la creciente inconformidad popular y la fragilidad social –evidentemente existen—, las cuales obedecen no al déficit en el funcionamiento del sistema político-electoral, sino a las desigualdades, injusticias y marginación que desde hace décadas no sólo no han sido atendidas, sino acrecentadas por la ineficacia de políticas de Estado tanto de la tecnocracia, la frivolidad Fox-Calderón-Peña, como del llamado populismo que no es sino grosera demagogia cuya más obvia manifestación es el “cash”, los sobres amarillos, así como engaños, amenazas, “elefantes blancos”, degradación institucional, impúdica perversión de negocios públicos por nepotismo y cuatismo, manipulación de ilusiones cada mañana…
Todo ello, sin duda, repercute en Aguascalientes: ¿cómo deben ejercer su responsabilidad gobierno estatal y gobiernos municipales, actores sociales y políticos, partidos? ¿Cuál es el espacio de reflexión y acción de los ciudadanos, ante ese ambiente de contradicciones, ruido mediático y crispación demagógica? Lo esencial es fortalecer nuestra institucionalidad democrática. Seguir trabajando en la consolidación del proyecto que verdaderamente importa al pueblo de Aguascalientes: la paz social, el desarrollo social con justicia y equidad. Política que amaciza la cohesión a la vida comunitaria. Siempre abrigar la certeza de que el poder político es para servir y no para servirse (gobernador Landeros). Asumir compromisos, no promesas (gobernador Barberena).