LAS BARBAS A REMOJAR
Quedan pocos días para las elecciones, según parece, las más grandes de muchos años, no obstante a que correspondan a comicios intermedios. Es previsible el resultado ganador para Morena y la coalición que encabeza, en tanto no tiene prácticamente competencia por la falta de propuesta creíble de la oposición, que es decir, la derecha mexicana. Pero puede perder ganando y eso es lo que preocupa.
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El principal obstáculo para Morena y para el proyecto que encabeza Andrés Manuel López Obrador, son ellos mismos. La intensificación de la campaña de la derecha y el conservadurismo (como le llama el presidente), sin duda se ha dado y adoptado una creciente intensidad, pero no pesa tanto, al grado que no se han convertido en opción para la mayoría de los mexicanos. Si en cambio empieza a pesar los errores cometidos y la cero actitud autocrítica.
No se puede ser tan soberbio ni absolutista. No se puede considerar que se ha trabajado bien en todo, cuando no es así. No se puede hablar de un proyecto democrático, cuando se hace todo lo contrario en el proceso de definición de candidaturas; no se puede hablar de que hay que predicar con el ejemplo, cuando se siguen los pasos de quienes se critica, de tal manera que se oyen huecas las palabras de que ¡no somos iguales!
Y con esa actitud, no se dejan ayudar. Aún así votaremos por ellos porque no tenemos otra. Por lo menos yo no quiero abonar el camino para que regrese la derecha, pero si empujar para que se radicalice lo que ahora se conoce como la 4T, pues como se va hasta ahora no garantizaría que realmente se erradique el neoliberalismo como modelo prevaleciente o se separe efectivamente el régimen político del económico.
Pero como no escuchan, no se dejan ayudar. Como han adoptado una postura maniquea de si no piensan igual que yo estás contra mí, para ubicarte sin más en el campo del conservadurismo. Para ello no hay una tercera vía, no hay marco de confluencia fuera de sus consideraciones.
No están pensando a largo plazo, como si las cosas acabasen en 2024, también se confían en los treinta millones de votos del 2018 y en la flaqueza política de la derecha. Pero como bien dice López Obrador, “tonto es quien piensa que el pueblo es tonto”. El electorado empieza a evolucionar en sus consideraciones políticas, evidentemente un sector mayoritario prefiere las cosas como se han dado hasta ahora, aunque sea crítico en insuficiencias gubernamentales y en los errores de su aparato político. Pero también hay otro que no ha sido debidamente atendido, me refiero a la clase media, predominantemente urbana, donde ha hecho mella la campaña de la derecha y la creído en la magnificación de los errores cometidos o caído ante las campañas de miedo. Una parte de ellos votaron por AMLO en 2018, ahora no lo harán y aquí es donde se puede ir la mayoría del Congreso, que si es necesario mantener.
Hay otras cuestiones que sin duda afectarán los resultados electorales, pero que por lo menos en lo declarativo se ven con desdén (o en corto se tiene otra información). Uno, es el accidente en la Línea doce del Metro. Yo no tengo duda de la pertinencia de lo que está haciendo Claudia Sheimbaum, pero que no se dilucide ya (dentro de cinco semanas se darán los primeros resultados del peritaje), no alterará la percepción de muchos electores, quienes anticipan que no habrá culpables. Por otro lado, guardando las debidas proporciones, no podemos olvidar que el atentado en Atocha (en Madrid) le valió perder las elecciones a Aznar.
Dos, aunque al parecer habrá consulta en agosto para valorar si se enjuicia o no a los expresidentes, estamos casi a mitad en el camino, sin que se haya hecho prácticamente nada. La impunidad sigue intocada y ese fue uno de los elementos por los que muchos mexicanos votaron como lo hicieron en 2018. La mayoría serán cristianos, pero no coinciden con la consideración presidencial de “perdón si, olvido no”. Para ellos y coincido, de hacerse así es alentar a la impunidad. Lo mismo sucede con el tratamiento seguido en algunos casos, concretamente el de Emilio Lozoya, Alonso Ancira o el general Cienfuegos, porque no se sigue el mismo camino con los miles de pobres que se encuentran en prisión y no por ser delincuentes.
Tres, es cierto la máxima reyesheroliana de que la forma es fondo. Es parte sustantiva del sentido ético que debe prevalecer en la política. Cuando el presidente reitera en relación a sus antecesores y a la derecha, que “no somos iguales”, debe tener claro la consecuencia y la congruencia, lo que en general se ha mantenido por su parte, no así algunos de sus colaboradores o correligionarios de Morena. Si algo ha caracterizado la función de Mario Delgado como presidente nacional de Morena, es la falta de respeto a las bases de su partido, además del pragmatismo y utilitarismo que nada tiene que ver con un sentido ético mínimo. Aquí no creo que haya provocado votación en contra, pero si abstención, que en los hechos beneficiará a la derecha.
Estos personajes como Delgado entre otros, no han levantado realmente la vista, lo que les ha negado la posibilidad de otear más allá de su nariz. Pongo dos ejemplos que tampoco creo que debamos perder de vista: el gobierno y política seguida por Bukele en El Salvador y el triunfo arrollador de la derecha en Madrid, España (a cargo del PP y de Vox), que orilló incluso al retiro de la política del dirigente de Podemos. Ambos países con un peso significativo de la izquierda, el primero a través del FMLN y el segundo con la alianza del PSOE y Podemos.
Habría que poner las barbas a remojar, además de adoptar un necesario rasgo de humildad. Se podrán ganar las elecciones, pero no necesariamente cumplir con los objetivos principales. Y eso, serviría de antecedente para el 2024.