Los nombramientos: Las nuevas caras del gobierno.
Sorpresas, gesticulaciones incómodas y marometas desde todo el espectro ideológico de lo conocido como izquierda aparecieron en medios y redes sociales tratando de explicar la lógica a partir de que el presidente electo inició con el nombramiento de diversos personajes que serán cabeza de sector, así como, los tipificados de “súper delegados”, o perturbadoramente llamados “virreyes”; encargados próximamente de cargar la responsabilidad de distribuir correctamente el dinero federal en los Estados.
Nadie sabe a ciencia cierta, al menos en lo general, fuera del círculo más íntimo del nuevo presidente, cuál es en síntesis, la estrategia. Es evidente que López Obrador no ve sus pies a la hora de hacer política pues domina con sagacidad el entorno. La agudeza de su mirada está puesta en un trayecto alejado que no necesariamente los demás apreciamos con claridad. De a poco se dan señales al igual que aparecen los nombres, sin embargo, la mayoría no logra aún apreciar el bosque.
Los primeros en repelar han sido los gobernadores, incluso los recién electos como el de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, quien aseguró que él únicamente se va a comunicar con el presidente y los secretarios de Estado. Y no es para menos. Más allá de las referencias particulares (no necesariamente buenas) de cada persona, muchos ejecutivos estatales habían estudiado bien las canonjías que la actual figura del delegado federal significaba en cada una de las dependencias y la medida estaba bien tomada. No había sorpresas y los amigos de los amigos siempre recibían algo de lo mucho, ya por apoyar, o bien, simplemente por no estorbar. Sin embargo, ahora la cosa cambia. Por un lado es evidente la transformación administrativa y financiera que se avecina con la nueva ley de coordinación fiscal que ya se prepara para impulsarla en la Cámara y que seguramente terminará por ponerle código de barras a cada peso que hasta la fecha no lo tenía, empezando por el ramo 28. Las llamadas Participaciones a Entidades Federativas, se intuye, sufrirán una transformación efectiva si lo que en verdad desea el nuevo gobierno es saber en qué y cómo se gasta el dinero que le entregan a cada Estado.
Por otra parte se ha generado un escenario adverso desde lo político para los gobernadores. Y es que guardando las debidas proporciones, la concentración de funciones en algunos que fueron operadores vaticina jaloneos. Peor si se trata de acomodaticios cuya inexperiencia o bisoñez terminará por convertirse en un cuello de botella. Historia, administración y lógica dictan que la juventud no es inherente a talento o capacidades, y que por muy honesta que sea una persona, eso no la hace eficiente en uno u otro aspecto. Desde la óptica de un gobernador, esto puede significar no sólo una dificultad operativa y un freno a sus intereses políticos al tener que lidiar con alguien que desdeñen ante su incapacidad, discutiendo temas con quienes pueden no dimensionar las reglas de operación de un programa, o los alcances operativos y financieros del mismo. También puede suponer una afrenta directa al presidente si por algo las cosas no marchan bien, así como una enorme tentación corromper a uno en vez de varios. No se diga si alguno de estos nuevos representantes de AMLO tiene aspiraciones políticas. Al final, los nuevos sustitutos de los delegados, son amigos que ningún gobernador quiere consigo aún con siglas partidarias no disímbolas, a menos que su desempeño resulte impecable. Faltan muchas modificaciones legales para delimitar claramente su actuar. La única cosa buena posible, es que cada quién se limite a sus tareas y que su trabajo hable por ellos, sean quienes sean. Eso sería un papel merecidamente decente dentro de la transformación republicana y un elemento de confianza en el pacto federal, donde los únicos beneficiarios seremos los ciudadanos en torno de la transparencia de poderes limitados en el juego de los contrapesos. Los resultados clave de una primera evaluación serán los 100 días iniciales del gobierno federal.
Otro costal al burro.
Y a no menos de unos días, aparece el abogado ex gobernador de Puebla, nieto de Salvador Díaz Mirón, Manuel Bartlett Díaz, nombrado al frente de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Y es que de todos los personajes vinculados a Morena, el también politólogo, resulta emblemático por su pasado priísta y su participación en el nunca resuelto caso de fraude electoral de 1988, en el que Carlos Salinas de Gortari, delfín de De la Madrid y no el oriundo del Estado de las iglesias, terminaría siendo candidato y a la postre el presidente con la “caída del sistema” operado desde la oficina de Bucareli, donde Bartlett despachaba como titular, tan sólo por mencionar la más famosa de las “cositas” que se le imputan. Curiosa situación si pensamos que en política son escasas las segundas oportunidades. Con ese nombramiento, López Obrador pretende dirigir una de las empresas públicas más grandes del mundo en materia energética, de la mano de un hombre que le ha demostrado lealtad a él y al Proyecto Alternativo de Nación, desde hace años, incluso bajo las siglas del PT; aglutinando en su trabajo en la comisión de energía del Senado, los elementos técnicos necesarios para tomar las riendas, de lo que a la vista de todos, es un monstruo lleno de privilegios, corrupto y fuera de cause.
En la titularidad de CFE sólo el camino de la redención es viable. Bartlett deberá lavarse la cara por el débito histórico que tiene con el pueblo de México y la democracia, no sólo transparentando compras, operaciones y erogaciones, de la empresa que aluza los hogares de más del 90% de mexicanos. Deberá también lograr una de las metas más simbólicas que se hizo en campaña: que la luz cueste menos. Así también se explica el nombramiento de la zacatecana, ingeniera petroquímica, Norma Rocío Nahle García. La también Coordinadora del Grupo Parlamentario de Morena en la Cámara de Diputados, llevará sobre sus hombros la titularidad de la gallina de los huevos de oro del gobierno mexicano: Pemex. Acompañada de la responsabilidad más sensible en la columna vertebral de la economía nacional, la producción de los energéticos. Ambas empresas representan las mayores fuentes de ingresos del gobierno y a su vez, uno de los polos de inflexión en la pretensión de frenar el modelo neoliberal. Sólo con un enorme acopio de sensibilidad nacionalista y una ética incorruptible se auguran condiciones favorables hacia una transformación real de lo que hoy son el reflejo de los peores mamotretos adaptativos del libre mercado.
Al final de todos estos nombramientos, o a la cabeza si se prefiere, algunos aún pendientes, el estimado aquicalidense Dr. Carlos Urzúa, será quien reparta el juego en el entramado financiero de lo que será la cuarta república.