Es el reconocimiento, “estúpido”
La frase frecuentemente citada “it´s the economy, stupid”, que Clinton planteó desde su campaña presidencial y que se comenta fue la que lo llevó a la presidencia, fue elaborada por James Carville en 1992 con el fin de que la campaña de su asesorado se enfocara en las necesidades más sentidas por los ciudadanos. Ahora podemos decir que más que una elaboración abstracta sobre qué tipo de democracia se requiere, la ampliación de ésta en términos representativos debe fincarse no sólo en la economía sino en nuevas políticas que incluyan el reconocimiento a nivel político de grupos tradicionalmente marginados y humillados. Porque si bien la desigualdad y la pobreza laboral se han incrementado en el país, y especialmente en Aguascalientes, una buena campaña debiera incluir las políticas de reconocimiento.
Frecuentemente en conversaciones ya sea en salones de clase o con conocidos y amigos, no se diga en redes sociales, llegamos al consenso de que el mundo está cada vez más complicado, por decir lo menos, y de que son difíciles encontrar alternativas a la crisis medio ambiental, a la decadencia de las democracias y a la desigualdad. Hay quienes han observado por ejemplo desde la psicología positiva que hacen falta oleadas de alegría en el mundo, frente a las visiones cada vez más apocalípticas que nos ofrecen la literatura, el cine y el arte en general. Otros lo reducen a temas de optimismo frente a pesimismo, a la llamada ciencia de la felicidad, que incluso ha orientado algunas salidas no sólo en términos individuales sino también en políticas sociales, como pueden ser las Secretarías para atender la soledad la cual se ha identificado como una de las causas más relevantes para explicar la depresión. El tema es muy amplio y podríamos tratar de avanzar en algunos temas, como el de los sistemas políticos específicamente y en particular el de la democracia representativa.
Como parte de la crisis del “neoliberalismo”, tanto en términos económicos (la ilusión del mercado autoregulado) como políticos (la inclusión), en los últimos años el ataque a la llamada democracia liberal o representativa ha sido una de las ideas centrales sobre la más reciente fase del capitalismo. Efectivamente, como lo han mostrado autores como Thomas Piketty, las principales economías del mundo occidental han vivido una etapa de alta concentración de los ingresos, de tal manera que se ha incrementado la desigualdad en general, a diferencia por ejemplo del periodo de la posguerra de consolidación del llamado Estado de bienestar. Junto con esta etapa de alta concentración de ingresos, la democracia representativa se configuró a nivel mundial como el proceso para limitar el ascenso de nuevas tiranías. Al grado de que la democracia se ha identificado como parte de la crisis de la economía de mercado, particularmente ante la falta de resultados en términos de mejorar las condiciones de vida de la población. Los más radicales incluso han llegado a plantear preguntas de fondo ante el crecimiento, por ejemplo, de la economía en China que ha posibilitado salir de la pobreza a millones de chinos frente a la incapacidad de la democracia en India, se nos dice, que ha mantenido e incluso aumentado el número de pobres. Así pues, la principal crítica a la democracia representativa ha sido en el sentido de falta de resultados para la resolución de los temas que han aquejado a las sociedades contemporáneas.
Debido a este tipo de cuestionamientos, y al resentimiento propiciado por el avance de los mercados globales en sociedades con pobreza laboral y sin ingresos suficientes, se pueden observar simplificaciones al igualar economía global con democracia. Porque la democracia como sabemos no surgió con el capitalismo, si bien ha sido el sistema más socorrido por ejemplo en los últimos doscientos años, al grado de que quien fuera el creador de la frase del “fin de la historia” (Francis Fukuyama) dedicara buena parte de su obra reciente a tratar de explicar la fractura del orden político contemporáneo. En Identidad, un libro publicado en 2019, Fukuyama reconoce que la gran expansión de la economía global no benefició a todos y que las crisis de 2008-09 (junto con la pandemia, agregaríamos) propiciaron la “recesión democrática” en palabras de Larry Diamond, ya que el número de democracias cayó dramáticamente en todas las regiones del mundo. Para este autor, la “política de resentimiento” ha propiciado que líderes políticos movilicen a sus seguidores en torno “a la percepción de que la dignidad del grupo había sido ofendida, desprestigiada e ignorada.” De ahí que un grupo humillado busque la restitución de su dignidad y demande políticas de reconocimiento público, a través de emociones que han sido utilizadas por una gran variedad de políticos, incluso desde luego en sistemas democráticos. De ahí que los nuevos movimientos sociales van desde el nacionalismo hasta la política de reconocimiento de las más variadas identidades.
Discutir la democracia representativa en la actualidad pasa desde luego por la defensa de los procesos electorales y del voto. Sin embargo, ante la falta de resultados más tangibles la defensa de la democracia debe involucrar otro tipo de políticas y actores que permitan una mayor inclusión, dado el tipo de motivaciones que claramente intervienen en las elecciones. Se trata de imaginar nuevas políticas de reconocimiento a la gran diversidad social que existe en el país, no sólo en términos regionales sino también de grupos que se han conformado desde diferentes objetivos como las organizaciones de mujeres, comunidades LGBT+, animalistas, víctimas de la violencia y desde luego focalizar la atencón en donde se ha incrementado la pobreza extrema, tanto en el campo como en las ciudades con mayores desequilibrios.
Una política de reconocimiento bien planteada, inclusiva y lo más amplia posible, pueda dar pauta a nuevas formas de participación de los diferentes grupos constantemente humillados por los diferentes partidos existentes en el país. A partir de ésta nueva política, particularmente los jóvenes puedan encontrar las razones por las cuales pueden participar en las próximas elecciones. Desafortunadamente, los políticos partidistas están en otras discusiones y lo que se requiere en estos momentos es el reconocimiento de nuevas formas de participación ciudadana.