ANTES DE QUE SE ME OLVIDE…EL DERECHO
En circunstancias irregulares, por decir lo menos, en unas jornadas inolvidables en que la fuerza de la política se impuso arteramente a la democracia representativa, apabullando con una mayoría artificial a la representación minoritaria todavía reducida más por las maniobras de los legisladores de la mayoría se aprobaron las reformas al Poder Judicial de la Federación.
Se ha dicho y se dirá más, se ha escrito y se escribirá más acerca de las motivaciones del presidente de la república para la reforma judicial. Lo que nadie pone en duda es que se trata de una iniciativa que partió de la voluntad y decisión presidencial, que, como en algunas interiores ordenó a los legisladores su aprobación sin quitarle una coma. La propuesta estaba elaborada tan a la carrera y con tan poca meditación y profundidad que la voluntad presidencial tuvo que doblegarse y aceptar algunos ajustes mínimos para que la hicieran viable.
Para dorar la píldora el congreso convoco a algunas sesiones de esas que pomposamente llaman parlamento abierto que no son más que sesiones públicas, lo demás es bla, bla. Sesiones que por su estructura, organización y desarrollo estaban destinadas a taparle el ojo al macho. Solamente con la finalidad de poder decir que se realizaron las consultas y se se escucharon todas las voces. En una reforma tan importante, de la trascendencia que se plantea, con las implicaciones jurídicas, políticas, sociales y económicas que tendrá, concederles una participación de cinco minutos a los ministros de la Corte, no sólo es ridículo, sino una verdadera burla cuando no una afrenta.
No me quiero detener en temas que serán objeto de la historia en la que ya López Obrador tiene un lugar, que no es ni será el que en su delirio ha soñado. Quiero detenerme en algunos puntos de la moderna teoría constitucional y del derecho supranacional que superan con mucho la visión tradicional y por supuesto la de los políticos de “Mexicano esta es tu constitución” o de “Un paso hacia arriba” y muchísimo muy avanzado para la doctrina de López Obrador de “Arriba y adelante” de su modelo y paradigma Luis Echeverría.
Lo primero que habría que señalar es que,a partir de las reformas promovidas por el Presidente Zedillo con lo que yo califiqué entonces como “golpe de estado” y en la hemeroteca se puede encontrar el artículo, hubo mejoras importantes en el constitucionalismo y en la defensa de los derechos fundamentales. Se crearon dos herramientas que permitieron combatir las decisiones mayoritarias cuando estas contravinieran las disposiciones o el espíritu de la Constitución. La controversia constitucional para las minorías del Congreso y las acciones de inconstitucionalidad para algunos organismos como la Fiscalía, la CNDH y las entidades federativas. Con estos dos instrumentos se podría, ahora desaparecieron como las conocíamos combatir arbitrariedades que la mayoría pretendiera imponer contra la constitución.
Otro aspecto relevantísimo es que los tratados internaciones en materia de derechos fundamentales adquirieron el mismo rango de la Constitución, o por decirlo claramente son Constitución y cuando disposiciones legales y aún constitucionales contravengan derechos fundamentales de los tratados, prevalecerán éstos. De esta reforma también se derivó una nueva concepción de la norma fundamental de un sistema jurídico. La teoría moderna ya no habla de la Constitución sino del Bloque de Constitucionalidad, conformado además del documento constitucional, de los tratados, de los principios de derecho, de la doctrina y de disposiciones que la Corte decida incorporar. Cuando un político hablé de la Constitución, aunque se diga doctor en derecho, sospeche de su preparación, no está actualizado.
En la moderna teoría del garantismo, uno de cuyos principales sostenedores es Ferrajoli, se habla de un ámbito de “decidibilidad” del derecho, lo que en palabras llanas significa que no todos las realidades sociales son legislables (decidibles) y que hay muchas, que por su naturaleza, fundamentada en principios o en derechos fundamentales ya no pueden ser objeto de modificaciones o regulaciones que impliquen retroceso. Por poner un ejemplo, digamos que se decidiera por la mayoría que las minorías adversarias a la voluntad popular serían sancionadas con la supensión de su derecho al sufragio. Una resolución de esa naturaleza aún cuando fuese votada por la mayoría del pueblo sabio, desde luego sería contraria a los derechos fundamentales y a los tratados suscritos por México, por lo que podrían ser denunciados ante los tribunales internacionales.
La Convención de Viena, conocida como el Tratado de los Tratados se pactaron por los países firmantes muchas regulaciones en torno al derecho supranacional, en ese tratado se señala algo particularmente interesante para la situación actual de la reforma judicial en nuestro país. En uno de sus apartados se señala que los países firmantes no pueden invocar legislación nacional para incumplir disposiciones en materia de derechos fundamentales. En román paladino esto significa que incluso reformas constitucionales aprobadas por el constituyente permanente si son contrarias a derechos fundamentales podrían ser denunciadas y echadas abajo por los tribunales internacionales de Derechos Humanos.
En mi opinión la reforma plantea tantos vicios e ilegalidades de origen, de procedimiento y de consecuencias que podría ser combatida por diferentes recursos constitucionales, desde juicios de amparo, hasta acciones de inconstitucionalidad, aunque no me imagino a la gobernadora Jiménez promoviendo la acción.
Los alardes de fuerza, de control del ejército y sus vegijas, el ostentoso desfile militar en la capital, mientras en muchos estados campea la delicuencia organizada no tiene otro propósito, a mi manera de ver, que desalentar la disidencia. El desplante de no acatar las resoluciones del poder judicial nos recuerdan que Vicente Fox pudo haberlo parado cuando le perdonó el desacato y que Ernesto Zedillo pudo, aplicando estrictamente la ley impedirle llegar a gobernar una entidad en la que no residía. Arrepentimientos para después de la muerte.
Seguramente los altares de la Patria no requieren más mártires, ni reales ni inventados como los Niños Héroes, no es el momento para llamar a la insubordinación pero quizás si, a la desobediencia civil. Faltan liderazgos pero ya aparecerán.
La ceguera, como es la provocada por López es por deslumbramiento, ya pasará.
“Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a grandes dificultades…” Don Quijote de la Mancha, siempre el Quijote.
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