DÓNDE QUEDÓ EL DIÁLOGO Y EL DEBATE REAL
Espero que no me haya convertido en un dependiente de las sesiones de ambas Cámaras, la llamada Alta y la Baja, es decir, la de Senadores y la de Diputados. Ambas las he monitoreado desde las legislaturas pasadas, y para colmo, a veces incluso checo las reuniones de las distintas comisiones. Todo, gracias el Canal del Congreso, pero también a mi terquedad por conocer cuáles son las argumentaciones en pro y en contra sobre los temas a debate.
La Legislatura anterior (en ambas Cámaras) y la entrante tienen una gran diferencia, la capacidad decisoria en distintas fuerzas. Que por entonces predominaba en el PRI, el PAN, su aliado del PRD y el Movimiento Ciudadano. La actual oposición no tenía entonces la mayoría simple, pero si la cantidad suficiente de legisladores (as), que le permitieron obstaculizar las reformas constitucionales, la más relevante de ellas fue la eléctrica, que pretendía revertir lo aprobado en 2013.
Pesó sin duda esta cuestión, pues obstaculizó el avance del programa de gobierno del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador. Entonces, en ningún momento importó a quienes se opusieron a la reforma constitucional, los argumentos dados en una medida que era de interés general. El voto aunque minoritario se impuso, así está la Constitución y la ley.
La vía para revertir esa situación era cambiar ese escenario o correlación de fuerzas en las Cámaras. Y así surgió el objetivo y la estrategia del llamado Plan C, que la oposición no calculaba que se pudiese concretar. Pero se logró, con una votación histórica de casi 36 millones de votos y una diferencia sustantiva con respecto a su más cercano competidor.
La oposición nunca previó que con sus propias reglas, lo que ellos llaman ahora el oficialismo, les voltearon la tortilla, para llegar a una mayoría calificada, que los desarmaría. Le llaman a eso fraude constitucional, pero antes no, cuando ellos fueron los beneficiados.
Las actuales legislaturas tienen casi mes y medio instaladas, con una dinámica acelerada, sobre todo en materia de la reforma del Poder Judicial, aunque también ha sido el camino de algunas de las iniciativas presentadas el pasado cinco de febrero por el entonces presidente López Obrador.
El problema no es esta cuestión, independientemente que la oposición (una parte de ella), a considera esta presunta premura como aprobación fast track, sino las formas como se han debatidos los puntos. Ninguna parte escucha, no consideran las argumentaciones, aunque de ambas partes pudiesen haber aspectos a considerar.
No hay diálogo, menos aún un verdadero parlamentarismo, por ningún lado, corresponde a choque de trenes, de bloques partidarios, sin resquicios claros, salvo el del Senador Yunes Márquez, que garantizó la mayoría calificada en el Senado para aprobar la reforma al Poder Judicial.
Para mi el problema es quién se impone o si tiene la razón o no, sino cómo se podría dignificar la labor parlamentaria a través del diálogo con argumentos y el debate abierto. Debiera trabajarse en este sentido.
