Año negativo gracias al Peñismo
Parto de una apreciación ya señalada en una entrega personal para otra publicación. Y con ella me quiero inaugurar en mis colaboraciones en Crisol, publicación con la cual me reencuentro. Decía en el mencionado texto que, “su presidente ha deseado el pasado 31 de diciembre, “que ‘2018 sea un año pleno de salud, trabajo y felicidad’, palabras no sólo que suenan huecas, sino expresan un discurso demagógico e hipócrita, confrontado con una realidad distinta a la que quiere pregonar y no sólo me refiero al año que concluyó, sino a todo lo que va del sexenio, que afortunadamente ya se va a terminar”.
Está visto que el peñismo siempre nos ha planteado las cosas con la visión del vaso medio lleno, sin el menor dejo autocrítico y con la permanente afirmación de que se trabajó para todos los mexicanos, cuando los hechos demuestran fehacientemente que no es así, pues sólo una minoría es la que se mantiene beneficiada con sus políticas.
No es cuestión de percepción, donde por cierto también la mayoría de los mexicanos tiene una visión negativa del gobierno y de las instituciones, incluidos los partidos políticos, sin ser casual que las más recientes encuestas mantengan a Peña Nieto en los niveles más bajos de simpatía y credibilidad.
No es para menos, en prácticamente todos los órdenes, el político, el económico y el social, el balance del sexenio y del concluido 2017 es negativo, además que, como ya lo habíamos señalado, el año que acaba de concluir “es la continuación de una política errática, vertical y autoritaria, que a la manera de Salinas de Gortari, el peñismo “no ve ni escucha” a los mexicanos, pues desde un principio aplicó un modelo que priorizó la desigualdad e inequidad, el cual impulsó y aplicó como “caballo lechero”.
En lo político privó el criterio de la no inclusión, de imponer su pensamiento, ideología y modelo por sobre todas las cosas, sin convencer sino imponiendo sin escatimar recursos. Se solapó y protegió a la corrupción y a los corruptos, lo que nos lleva a la impunidad, dos lastres que se han afianzado en este sexenio y con este gobierno.
De igual manera han condescendido con el crimen organizado y con el narcotráfico, cuya estrategia seguida para su combate ha fracasado rotundamente. No debemos olvidar que sólo en el año que recién concluyó, se registró la cifra más alta de muertes que en los últimos veinte años, además de que priva en el país un clima de violencia e inseguridad.
Y con ese pretexto, impusieron por sobre todo la Ley de Seguridad Interior, con la cual se “legaliza” la participación de las fuerzas armadas (ejército y Armada) en funciones ajenas a las planteadas en la Constitución, que en realidad permitirán la militarización del país y la intervención en la contensión de acciones sociales o reivindicativas que el poder considere como atentatorias de la paz y la seguridad, desconsiderando el respeto a las garantías individuales y a los derechos humanos.
Un punto más que no podemos dejar a un lado es el desdén gubernamental hacia el caso de Ayotzinapa y la desaparición de los 43 normalistas, así como se terquedad en imponer su “verdad histórica” y con ello darle carpetazo al asunto. Le apuestan al tiempo y al olvido, amén del desgaste de la organización de los familiares de los estudiantes.
Otro aspecto que sella el balance negativo del 2017 por las acciones del grupo en el poder, es la vuelta al paso más retardatario por su autoritarismo y concepción presidencialista, en el proceso definitorio del candidato presidencial del “rescatado” partido oficial, que desde Los Pinos dictó que fuera José Antonio Meade, que sólo la clase política conoce y que por lo mismo, se le quiere construir una personalidad de independiente, renovador, trabajador y hombre de bien, aunque realmente garantice más de lo mismo y la continuidad de un proyecto y modelo antipopular, como han sido las dos administraciones en las cuales ha participado, la panista de Calderón y la priísta de Peña Nieto.
En lo social el balance es negativo, no por nada hay analistas que hablan de un “estado fallido” en México, en todo lo que ello implica. El tratamiento dado ante los desastres por los sismos de septiembre en estados como Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos y la propia Ciudad de México, muestran la pobreza empática gubernamental hacia las víctimas y la prevalencia de la visión demagógica y utilitaria. No por nada había fracasado desde antes su Cruzada contra el Hambre.
Esta es la razón por la cual, como ya lo había señalado, el discurso de fina de año de Peña Nieto me he causó escozor, “es grandilocuente, falso y redimenciona lo realizado, confrontándose con una realidad distinta a la que pregona. Es esquizofrénico lo que se afirma: “se logró la transformación más profunda que haya tenido el país en décadas. Eso, ha sido posible gracias al esfuerzo de todos”. Aunque la mayoría no hayamos estado de acuerdo. No hay el menor viso de autocrítica, todo es perfecto”.
En contrapartida, durante 2017 México se ubicó como el país peor pagado, con el nivel salarial más bajo de todos los miembros de la OCDE, de lo cual, el gobierno federal no dice nada, lo intenta nublar con su mísero incremento al salario mínimo dictado por la CONASAMI en noviembre pasado.
Eso fue el 2017, no se espera nada distinto para este naciente año, por lo pronto, el primer día ya recibimos un incremento en las gasolinas y poco después al kilogramo de tortillas. Pero créanle, su presidente les desea un 2018 de salud, trabajo y felicidad. A lo mejor será en el reino de los cielos, pues en la Tierra, la realidad dice otra cosa.
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