DISGRESIONES: El punto sobre las íes
Por fin me di tiempo esta tarde para leer esa novela que publicó mi gran amigo el año pasado. Él mismo puso en mis manos el ejemplar que, un poco olvidado, un poco esperando el “mejor” momento, se fue quedando por ahí… pero hoy comencé su lectura.
El color verde de la portada me recuerda mucho a un traje que vi hace muchos años y me prometí tener uno así algún día; por cierto, estaba una mañana esperando el camión y delante de mí pasó un señor con un traje igualito, pero en otro color; eso sí, con el mismo sombrero.
A mí no me gusta usar sombrero porque se me aplasta el cabello de manera atroz, de por sí lo tengo rebelde… ¿Vieron “Rebelde sin causa”? Yo no, pero dicen que es la mejor película que filmó James Dean. No sé, pero como hizo tan pocas… A mí la película que más me gusta, y no es que yo conozca mucho de cine, pero es mi opinión personal, ¿verdad? Es esa de… bueno, no me acuerdo muy bien del título, pero se trata de una muchacha que llega a la casa de una familia y luego de una hora de cosas que pasan, se casa con el patrón. Si saben cuál película les digo, ¿no? ¡Es muy famosa!
El otro día vi un anuncio y pensé que la iban a pasar por la tele, pero me equivoqué; no era la que yo creía sino otra que, sí, es parecida, pero muy distinta porque en esta otra no es una muchacha solamente; son tres, y no llegan a ninguna casa; ya viven ahí. El que llega es un señor de boina verde que habla muy chistoso… pero no sé cómo acaba porque me aburrí y le cambié de canal. Bueno, le quería cambiar de canal pero no encontré el dichoso control remoto, –mando a distancia, le dicen los españoles– ¡Qué loco! ¿no? Si los duraznos tienen forma de durazno aquí y en China, ¿para qué cambiarle el nombre? ¡Melocotón!
¡Ah! Ayer compré un melón, me acordé por lo del melocotón, que estaba muy verde; el melón, no el melocotón, y como ya lo había pelado, tuve que tirarlo. Un consejo: no se debe tirar la comida. Claro que si es un melón verde… o de ningún color ¡vaya! Ahora que, el precio… ¡todo está carísimo! Antes con cincuenta pesos se podía comprar una hamburguesa con papas; ahora, si bien te va, las puras papas. Yo por eso prefiero hacerlas en casa. El otro día compré un kilo de papas en la tienda, pero no las cocí porque me acordé que ese día tenía una invitación a comer con una tía. Pobre… estaba agripada y no había podido cocinar. Lo de “pobre” lo dije por mí: tuve que comprar la comida para los dos, y de paso me compré un pastelito de esos que tienen crema dentro; bueno, no creo que sea crema verdadera; hoy en día todo es químico. Lo curioso es que compra uno algún detergente que tiene limón verdadero, pero el agua fresca está hecha con sabores artificiales.
Ah, porque de que limpia el limón, limpia. En una ocasión cuando yo jugaba basquetbol, me caí en un charco y el uniforme quedó casi para la basura; pues cuando regresé a casa lo puse a remojar en ese detergente con limón, y sí; se quitó la mancha. Vayan ustedes a saber si fue por el limón, por el detergente o por la simple remojada. Pero mojada la que nos pusimos en el monte. Hace unos días fuimos de excursión al cerro; no bien llegamos a la parte más alta, cuando se soltó un aguacero de esos que ya no se usan… ¿Nunca han subido a un cerro? Parece fácil pero si no tienes ciertas precauciones puedes acabar lastimado, como le pasó a un primo mío que se cayó sobre un nopal; jugamos al “me quiere no me quiere” cuando le sacábamos las espinas. Nunca supe si lloró por las espinas o por lo mucho que nos reímos de él… Yo creo que sí se enojó en verdad porque nunca más quiso salir conmigo ni en bicicleta… mi primera bicicleta era roja, bueno, no era mía; un amigo de mi hermano mayor la dejó un día en la casa, no sé por qué, y yo la usaba como si fuera mía, pero luego de una semana el dueño se la llevó. A la vuelta de varios años, ese muchacho, el dueño de la bicicleta, se volvió un comerciante famoso en la ciudad, pero no sólo por méritos propios; se hizo cargo del negocio que había empezado su abuelo, y luego el papá… es muy probable que el negocio lo continúe el hijo de este señor, porque a estas fechas ya es un señor…
Eso me recuerda a otro fulano que viene a la casa de vez en cuando a vender cosas que trae del rancho; trae sus dos cubetas llenas de nopales, tunas, gorditas de horno, queso, y otros productos por el estilo. Recuerdo una vez que dejó de venir más de un año; resulta que se había ido de mojado pal’ otro lado, pero luego regresó y sigue viniendo, más en tiempos de tunas. ¿Sabían que existen muchas variedades de tunas? A unos les gustan de unas, a otros de otras, los hay que agarran parejo, pero a algunos no les gustan, no sé cómo hay gente así. ¡Tan sabrosas!
¿Hay nieve o paletas de tuna? No sé, yo no he visto, pero sería bueno, ¿no? Por temporada hacen unas paletas de zapote para chuparse los dedos; ¡riquísimas! Zapote negro, se entiende, porque de zapote blanco no; al menos yo nunca he visto que se haga nada con el zapote blanco… ¿Todavía existe el blancol? Cuando mis hermanas estaban en la primaria, algunos días tenían que llevar zapatos blancos y esos se boleaban con una cosa que se llamaba: blancol, parecía vinílica, pero a saber de qué diablos hacían esa cosa…
Ya le hace falta una buena pintada a la casa, pero yo no soy bueno pintando; acabo más manchado que las paredes, y con esos precios… porque como todo, hay pinturas buenas y pinturas malas, y claro, las más baratas son las más malas. Es como los libros, los hay buenos y malos.
A todo esto… ¿Qué les estaba diciendo? Ah, sí, del libro de mi amigo que por fin voy a leer. De hecho ya lo empecé, pero de entrada usó una palabra que no entiendo: acociles. Yo pensé que era algún tipo de hormiga, pero no; resulta que son langostas de río, ¡de río! Eso no puede ser, ¿verdad? ¿Cómo va a haber langostas en un río?… Bueno, ya si hablamos del Amazonas… Ese sí es un señor río, pero de todos modos no creo que haya langostas porque ya se las hubieran comido las pirañas, ya ven que esos peces comen de todo. ¿Se podrán comer las pirañas? No me refiero a que si se comen entre ellas, quiero saber si se pueden cocinar para comérselas uno… Claro, yo prefiero otro tipo de pescado, pero bueno, con estos precios… ¡al rato ni atún enlatado va uno a comer! ¡Ah! Porque además resulta que ahora paga uno por atún, y lo que viene en la lata es soya. Yo no sabía, pero la soya es un tipo de frijol… ¡Huy! Se me antojaron unos frijoles refritos con su respectivo quesito, y si se acompañan con unos chicharrones en chile verde… pero el chile verde tiene otro tono, no es como el verde de la portada del libro de mi amigo; ese tono de verde es como un traje que… ya les había contado eso, ¿no?
¡Ah, caray! No me había dado cuenta de la hora. Creo que tendré que suspender la lectura de ese libro que escribió mi amigo. Creo que será muy interesante; lleva por título:
Concéntrese sin divagar.
Yo no tengo ese problema, pero no está de más leerlo. Ya les platicaré…