“EL CLUB DE LA MEDIANOCHE” (“THE MIDNIGHT CLUB”)
Hay un momento durante ésta serie para Netflix que un personaje enuncia con claridad: “los sonidos de las historias son los sonidos de la vida”, y aquí yace uno de los puntos nodales en cuanto a intención y tesis de la más reciente producción del productor, guionista y director Mike Flanagan (“La Mansión de la Colina Encantada”, “EL Encantamiento de la Mansión Bly”, “Misa Negra”, todas producciones para la famosa plataforma de streaming) donde le reduce unos decibeles a sus intenciones terroríficas (aunque éstas permanecen a un nivel más mesurado en comparación con sus exitosas series previas) para diseñar una cierta oda a la narrativa misma, pues la historia que se cuenta en “El Club de la Medianoche” es una consolidada mediante el cuidadoso zurcido de otras que se invocan mediante personajes que las usan como instrumento tanatológico ante su condición agonizante y es éste elemento el que permite que el proyecto crezca tanto en términos argumentales como dramáticos.
Todo comienza a mediado de la década de los 90’s cuando Ilonka (Iman Benson), una jovencita afroamericana que viva con su amoroso padrastro, ve su prometedor futuro académico trunco cuando se le diagnostica cáncer tiroideo terminal, por lo que decide ir a un bucólico hospicio para adolescentes en su condición llamado Brightcliffe dirigido por la doctora Georgina Stanton (Heather Langenkamp). Ahí conoce a los otros pacientes en el centro de cuidados paliativos: la amigable Natsuki (Aya Furukawa), el expresivo pero receloso Spencer (Chris Sumpter), el apuesto y afectuoso Kevin (Igby Rigney), la burguesa y algo extraña Cheri (Adia), el adicto a los videojuegos Amesh (Sauriyan Sapkota), la religiosa Sandra (Annarah Cymone) y la belicosa, malhablada y enigmática Anya (Ruth Codd), todos con sus propios diagnósticos e inseguridades.
Posteriormente Ilonka descubrirá que todo ellos se reúnen en la biblioteca cada medianoche para contar aterradoras historias bajo un peculiar juramento que especifica el regreso y manifestación física en este mundo cuando alguno fallezca.
De este modo el tiempo psicológico cobra gran importancia en la serie cuando vemos a través de cada relato que ellos conjuran una faceta o pizca de su personalidad, miedos o esperanzas a relacionar cada ficción con su propia vida y personalidad según quien lo cuente. La otra línea argumental será la de Ilonka como ente protagónico, pues está convencida de que en Brightcliffe yace el secreto para recuperar su salud una vez que descubre la historia de una chica que, décadas atrás, encontró la manera de sortear su enfermedad terminal en ése lugar, localizando pistas que a la postre la conducirán a la existencia de una extraña secta llamada “Paragón” y su adoración a las Cinco Hermanas griegas de la vida mientras extrañas visiones sobrenaturales y voces de ultratumba comienzan a surgir en el lugar.
Flanagan ha creado una serie de modesta belleza tanto en contenido como en narrativa, ya que toma los aspectos más importantes en cuanto a conflictos personales de sus personajes (el temor a la muerte, sus sueños frustrados, los residuos de esperanza que los mantienen a flote, etc.) y los entrelaza con la rica dinámica que entablan los personajes para esquivar aleccionamientos orales o disertaciones vanas sobre la mortalidad para mejor crear estudios de personajes más profundos que no decaen en la pornografía sentimental, pues los cuidados guiones de Flanagn y su compañera Leah Fong se preocupan de no reducirlos a un diagnóstico y apelando a la empatía, la cual surge orgánicamente gracias a las excelentes actuaciones, en particular Ruth Codd como Anya quien detona –por no decir explota- los aspectos más dramáticos y conflictivos de la serie con su aguerrida interpretación.
La naturaleza misma del miedo es reflexionada aquí bajo la perspectiva de quienes ya llevan una existencia delimitada por la enfermedad, lo que le dota a la historia de un pathos genuino mientras que la trama alcanza constante expansión mediante los sustos a cuentagotas y las sólidas atmósferas.
Es el personaje de Kevin quien, reacio a terminar su cuento sobre un asesino serial adolecente que ve pero no escucha los espectros de sus víctimas, confiesa que no finiquita su ficción porque “una vez que se conoce el final, el resto de la historia desaparece”.
“El Club de la Medianoche” demuestra que se equivoca, pues todo permanece en la memoria gracias a que ésta excelente serie logra trascender por unos personajes y multiplicidad de historias bien trazados.