EL TELETRABAJO LLEGÓ PARA QUEDARSE
Este martes 12 de enero entró en vigor la legislación que regula el llamado teletrabajo o mejor conocido ahora como home office. Actividad generalizada a partir de las disposiciones sanitarias para contener el Covid-19, pero desde antes con historia en algunos países.
[bctt tweet=»Jack Nilles, que consistió en “llevar el trabajo al trabajador y no el trabajador al trabajo”» username=»crisolhoy»]
Aunque ahora se haya generalizado, no es una iniciativa nueva, pues partió de la década de los setenta del siglo pasado, a partir de una propuesta presentada por el físico Jack Nilles, que consistió en “llevar el trabajo al trabajador y no el trabajador al trabajo”. En aquel entonces, por las propias características del momento, no tenía las condiciones para que la idea se pudiese realizar a plenitud, los posteriores avances tecnológicos y particularmente los cibernéticos, facilitaron las cosas, tal como ahora se llevan a cabo.
Su introducción se fue imponiendo de manera gradual y para actividades específicas, una de ellas eran los free lance o los partícipes en call center. Pero pocas actividades contratadas según los mecanismos convencionales abarcaban esta forma de trabajo remunerado y menos en nuestro país, donde en mucho se ponía peros, incluso para la implementación de los horarios compactados.
Al respecto, un estudio sobre el tema que recién revisé mencionaba que, “de esta manera, un país que recién está adoptando al Home Office como una nueva tendencia organizacional, resulta difícil y lenta la correcta implementación y aceptación del mismo, por lo que las organizaciones buscan modelos exitosos como guía para su implementación. Sin embargo, una guía no logra detallar todos los inconvenientes que sí se podrían identificar en un estudio de caso”.
Esto sucedía en nuestro país, donde la realidad pandémica, obligó al gobierno a adoptar formas organizacionales que de otra manera jamás hubiesen sido implantadas. Y lo que fue impuesto por necesidades sanitarias, al paso del tiempo supongo que ha permitido que haya ido dando elementos para su mantenimiento como una opción laboral permanente, por las ventajas adicionales que representa.
Salvo la disposición oficial, insisto, en función del fondo sanitario, preventivo para disminuir el contagio y esparcimiento del coronavirus, el gobierno federal no ha señalado si ha analizado el significado de la medida en otros términos, más cuando está empeñado en una política de austeridad que tiene muchas aristas, por la concepción y aplicación de ella. Por nuestra parte diríamos que si produce ahorros en el presupuesto público y optimización de infraestructura por la cantidad de personas que trabajaría desde su casa.
En cuanto a los trabajadores los beneficios están en la disminución de los gastos por transportación, tiempos de traslado, incluso vestimenta, inversión en alimentación, además de mayores posibilidades de convivencia familiar. Los anteriores son sólo algunos que los beneficios. Sin embargo, la legislación que entró en vigor asegura la incoluminidad del salario fijado y percibido, además de la obligación patronal, para dotar al empleado de infraestructura y apoyo para el pago del servicio de luz eléctrica.
Mi experiencia al respecto
El 23 de marzo del año pasado acudí a mi oficina en el piso 43 de la Torre de Pemex, como todos los días. Se me dijo que en transcurso de la mañana habría disposiciones importantes. Poco después, ya cerca de mediodía me mandaron a casa, con la instrucción que trabajaría desde ahí, coordinado por mi inmediato superior por lo menos hasta el último día de abril, después se extendió a junio y de ahí al 31 de diciembre. Y en ese mes se mandó la disposición de que el home office se extendería hasta el 30 de abril del presente año. Es decir, me tendría que presentar nuevamente en mi centro de trabajo hasta mayo.
En lo personal, siendo un “pata de perro” y hombre “socialité”, tuve que cambiar mis hábitos, procurar no salir de casa ni recibir visitas, sólo cuando había necesidad de comprar despensa o hacer pagos y distribución de dinero cada quincena. Para presuntamente combatir la vida sedentaria me compré una escaladora, cuyo ejercicio lo alternaba con caminatas diarias en mi pequeño entorno, que consistían en 80 vueltas de la sala al cuarto, en lo cual invertía cuarenta minutos. Habrá que decir que con ello no bajé ni un grano de peso, al contrario.
Me gustó en definitiva el trabajo a distancia, incluso creo que me volví más productivo, pero extrañaba en contacto con la gente. Descubrí el teams con el cual tenía reuniones del trabajo y el Zoom, con el que realizaba y sigo haciéndolo, reuniones políticas con compañeros de varios estados de la república. Ocupaba entonces todo mi tiempo, no había espacios muertos entonces. Pero eso no suplía la soledad, aunque mi hijo, nuera y nieta me visitaran cada quince días o hablara con mi familia en Aguascalientes diariamente.
Así aguanté hasta septiembre, consulté en el trabajo si podía moverme a otra ciudad y en todo caso si era requerido, regresaría a la Ciudad de México. En día 16 estaba abordando el avión a Aguascalientes, donde estoy a punto de cumplir cuatro meses. Sigo trabajando a distancia y participando de manera virtual en mis reuniones políticas, sin visos de depresión, disfrutando la vida en pareja, conviviendo con mis hijas, cuidando a mi nieto los viernes y teniendo cerca a mi centenaria madre.
El home office no es malo, la pandemia si.