La maestra de Jan Hrebejk denuncia de abuso en las aulas
En recientes muestras en la Cineteca Nacional se han proyectado películas de naciones del ex bloque socialista, Bulgaria, Rumania y de la misma Rusia, con la constante de temas de la corrupción, el manejo de influencias, las malas artes para conseguir un objetivo.
Para esta 64 Muestra Internacional de Cine se programóla producción checa “La maestra” (Ucitelka, 2016, de Jan Hrebejk), donde se evidencia lo rutinario de esas situaciones, antes y posterior a la caída del Muro. La fecha anotada en un pizarrón ubica los años, 1982, 1983, 1992, de este recio y áspero relato sobre el abuso y coacción desde una posición escolar.
Radiografía suficiente de una comunidad, del sistema, de los temores que rondaban a la gente aún cuando los estertores del socialismo se avecinaban, donde era asiduo que la dirigente sectorial del Partido dominante se facultara para cosechar canonjías, controlar alumnos y calificaciones sin recato según los tratos con los padres.
La narración introduce a la protagonista (María Drazdechová, agenciada como impoluta villana), déspota con rostro amable, la intención tras unas preguntas normales a los alumnos; en paralelo, intuitivamente, al nombrarse cada uno, entran las imágenes de unosadultos; se entenderá son los papás que se reúnen doce meses más tarde en el mismo salón de clases para firmar una moción.
Ese microcosmos en Bratislava, refracta en cada persona las circunstancia en que se peregrinaba bajo ese régimen, lo duro del día a día, las costumbres obligadas, los tímidos pasos que se daban para combatir esos males, unirse en contra del opresor, sacarse el lastre pesado, desfogarse; y había quienes refutaban las iniquidades, cerraban los ojos a lo nocivo, decían estar del lado “correcto”.
El guion de Petr Jarchovsky es descargado por el realizador Jan Hrebejk con las interacciones en esa junta, la división entre los padres, análoga a la integrada por los niños (los tres que la repelen), los ataques verbales; lo que deja ver en dosis durables en las clases y el autoritarismo de la profesora, los alumnos en quienes se desquita, los inagotables gimoteos de ella por su esposo, militar, fallecido. Deja boquiabierto la secuencia en el departamento de ella con varios alumnos pululando cual hormigas trabajadoras; la maña con que se deja querer y recibir favores.
Sumado a la tragedia a que es empujada una niña por los maltratos de la profesora, está la violencia doméstica provocada indirectamente, los apremios en que mete a los padres (la odisea silenciosa del contable en el aeropuerto buscando quien lleve un pastel a Moscú). Se refrenda lo que penaban los disidentes, quienes eran abandonados por los que se fugaban a Occidente; el astrofísico rebajado a limpia ventanas, el campeón de lucha arrinconado en un gimnasio. Latente está el espionaje, teléfonos intervenidos, lo que pesaba, y amedrentaba a los demás, tener un pariente en la capital rusa.
Hrebejk aclimata la reunión como juicio, agudamente lleva a creer que, ante lo expuesto, se alinearán los papás, terminarán por aprobar las acusaciones contra la maestra. Da esperanzas cuando uno alza la mano, o al levantarse otro de ellos. Pero cuando el autobús deja al que se iba, la esperanza se abre, el miedo se esfuma con la nieve.
Habría más de un final para “La maestra”, una promesa en el himno que cantan los niños –todos se lo saben–, con la profesora sucesora; los exabruptos (que no se cumplirán) que ella arroja contra el astrofísico y su hijo.
Una parábola es que los vicios y los corruptos que se creía eran propios de la égida socialista subsisten por doquier (y son afines a casi todos los países), se acoplan a los cambios políticos, a los nuevos tiempos, se camuflan para saltar en cuanto les quitan el ojo de encima.