La verdad de las guabayas
[bctt tweet=»Domitila pensó para sí que esas “guabayas” tenían un sabor muy semejante a las guayabas,» username=»crisolhoy»]
¿SERÁ QUE POR ESTO LAS FRUTAS CAMBIAN DE NOMBRE?
Ficción frutícola
Hipólito, fruticultor de abolengo, tenía una huerta de buen tamaño donde producía sus buenas toneladas de guayabas, que ya fuera por la tierra o por el clima de la región, se daban de buen tamaño y con un sabor incomparable.
Pero no era el único que producía esta fruta en la región, y la competencia le hizo salir a buscar mercado para su producto lejos del terruño. Buscando nuevos clientes, llegó a un pueblo en lo alto de una serranía, y comenzó a ofrecer su fruta a los comerciantes que encontraba a su paso. Quiso la suerte que Domitila, la dueña de la tienda más grande y surtida del lugar, se interesara en la fruta que por cierto, cosa rara, no se conocía en la región. No es que no conocieran las guayabas, las conocían, sí, pero del tipo silvestre, es decir de tamaño mucho más pequeño y con el interior totalmente claro, y las que Hipólito le mostraba, eran, como ya sabemos, de mayor tamaño y con la pulpa ligeramente rosada.
¡Ah! Debo aclarar que Hipólito padecía de una extraña dislexia, y pronunciaba algunas palabras mal, así que a pregunta expresa del nombre de su producto, éste dijo que se llamaban ‘gubayas’, alterando las sílabas de ‘guayabas’.
Domitila pensó para sí que esas “guabayas” tenían un sabor muy semejante a las guayabas, pero como nunca había visto guayabas de ese tamaño y con el color rosado, supuso que sería una fruta parecida, pero distinta.
Domitila, que además tenía sus contactos, acordó comprar toda la producción de la huerta de Hipólito, y a su vez repartió el producto con comerciantes de toda la región. Ella compró ‘guabayas’; ella vendió ‘guabayas’.
Por supuesto, también la vendía en su negocio, y la ofertó igualmente como ‘guabaya’. Los habitantes de la comarca gustaron mucho de aquel “nuevo” fruto, aunque todos coincidían en que parecían y sabían a guayaba, pero también estuvieron de acuerdo en pensar que era un fruto distinto dados el tamaño y color de la fruta, y aceptaron el nombre de guabaya.
Las costumbres hacen leyes.
Hoy medio país llama a las guayabas: guabayas.
Hipólito, ya no las produce. Su huerto cayó víctima de una plaga. Ahora cultiva ‘perismonios’… Persimonios, pues, pero ya sabemos del problemita de Don Hipólito.