Los acuerdos de civilidad
¿Qué es primero?: la Ley o los acuerdos de civilidad.
La hacen como si fuera una pregunta tonta o necesaria. ¿Qué es primero?: la Ley o los acuerdos de civilidad. Estoy convencido, sin dudas que lo primero y, cuando se vive en un país donde se respetan las leyes y se defiende el marco constitucional, no hace falta otra cosa, no hay acuerdo que valga ni que se requiera. Es uno de los ejes y base de cualquier nación que se precie de ser democrática.
Si lo viéramos como siempre lo presentan discursivamente los hombres del sistema, expresión del estado de derecho, entonces no tiene porqué buscarse salidas que estarían de más. Como si estuviésemos hablando de aspectos gramaticales, sería un pleonasmo.
Quien detenta el poder administrativo debería poner el ejemplo, guardar y hacer guardar las leyes, que rigen su función y la de todos los mexicanos. Pero no es así, elementos hay de sobra para confirmarlo, desde las esferas mismas del gobierno en sus distintos niveles, se padece la violación a la ley y el no castigo ni sanción para quien la viole.
El tema vuelve a ventilarse con la iniciativa planteada por el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, quien ha impulsado un acuerdo de civilidad entre los partidos que funcionan en esta entidad. El problema es que lo promueve, pocos días después de que dos eventos de Morena y Claudia Sheimbaum fueron atacados por grupos de golpeadores identificados con el exdelegado perredista en Coyoacán, Mauricio Toledo. No es parar en seco estas prácticas nefastas que enturbian los procesos electorales con acuerdos de esa naturaleza, también es volver atrás y aplicar la ley a aquellos que la infringieron, cuestión que hasta ahora no ocurre, aunque haya señalamientos y elementos probatorios suficientes para que se proceda. Más huele a una maniobra mediática y demagógica para tapar el hecho, que atacarlo de raíz, amén que se incurre en el solapamiento de la impunidad.
Son cuestiones que parecen buenas, pero que en el fondo son malas por donde se les vea, en tanto recurren a la ficción de una presunta salvaguarda de la ley y del manejo adecuado y respetuoso durante el proceso electoral hacia los contendientes, pero también en periodos de ayuno comicial caracterizados por la intensa actividad política.
Más pareciera el despliegue de acciones, no importan cuales, legales o no, para mantener el poder, aunque éste se esté desmoronando por los malos gobiernos, manejos abusivos, acciones de corrupción manifiestas, como se ha denunciado de por lo menos las dos últimas administraciones en la delegación de Coyoacán.
De esta manera, la civilidad no sólo infiere el respeto a las leyes, sino además la aplicación ética en la práctica política. Aunque lo hayan firmado seis de los nueve partidos contendientes en la Ciudad de México, si realmente son consecuentes con ello y están convencidos de esa actitud ante los demás, porqué entonces actúan diametralmente opuesto a lo que suscribieron.
Hasta ahora las campañas distan mucho de presentarse a partir de las propuestas programáticas de los partidos y de sus candidatos. No es nuevo esto, varios procesos ya que han seguido el mismo camino de fomentar el cochinero y la guerra sucia para liquidar al contendiente, a través del fomento del miedo, de la distorsión de la realidad y la construcción de percepciones completamente alejadas de la realidad. No por nada se ha denunciado la contratación del PRI y su frente, del publicista JJ Rendón, un venezolano especializado en este tipo de estrategias electorales o de desestabilización en algunos países, a partir de campañas mediáticas y del fomento de la incertidumbre.
El problema es que mucha gente les hace segunda, sólo hay que meterse a las redes sociales para ver la abundancia de información deformadora, insultante y falsaria. No se trata de convencer porqué hay que votar por determinado (a) candidato (a), a partir de su propuesta política y sus cualidades reales (no las inventadas por sus publicistas). No es así, se prefiere lo más fácil, la denostación y la calumnia.
Un segundo problema es que hay electores que se creen todo, son aquellos que viven de lo que dicen los demás, no se informan por su cuenta, no estudian la realidad y así, se van por el lado equivocado pues no piensan con cabeza propia. Así hemos podido mantener por décadas desgobiernos. Y luego la gente se queja…