Prohibir no es educar: la miopía legislativa en Aguascalientes

mientras la educación pública en Aguascalientes apenas vive digna porque se le niega presupuesto, mientras cientos de jóvenes carecen de participar en actividades culturales, artísticas o deportivas, el Congreso del Estado ha preferido priorizar en lo siguiente, es prohibir narcocorridos en eventos públicos y privados.
Por mayoría de 20 votos y en contra solamente 6, los diputados aprobaron una modificación que endurece en ley penal la interpretación de este estilo musical, estableciendo multas que pueden llegar hasta los 113 mil pesos y penas de cárcel de hasta un año.
A los diputados les fue más fácil perseguir canciones que atacar a la violencia en sus raíces. Pronto el MAGISTERIO DEL PENSAMIENTO establecido en congresito de será la encargado de vetar canciones que inducen al concubinato y a cualquier acto contrario a la moralidad.
Esta decisión ratifica una vez más la falta de visión de nuestros representantes demócratas. Hacen caso omiso a una buena política educativa, que forme personas críticos que distingan el arte de lo que es apología cronística del delito, siendo partidarios del camino del castigo, simplista, populista. Como se pensara que silenciar una letra podría cancelar décadas de desigualdad, de marginación, de corrupción qué son en esencia el fango sobre el cual se adentra la narcocultura.
La medida además es hipócrita: la privilegia para el consumo privado de estos corridos, reconociendo aunque sea tácitamente que los individuos deben tener la facultad de elegir qué escuchar. No obstante castiga su interpretación en programas de acceso al público, sean privados o públicos. ¿Cuál es el tipo de lógica que considera bien escuchar narcocorridos en tu auto pero intocable cantarlos en un palenque. ¿De cuando acá la libertad de expresión se restringe por el tipo de melodía que sale de la boca de uno?
La medida es además hipócrita: permite el consumo privado de estos corridos, reconociendo, aunque sea tácitamente, que las personas tienen derecho a decidir qué escuchar. Sin embargo, penaliza su interpretación en eventos con acceso al público, sin importar si son privados o públicos. ¿Qué clase de lógica establece que escuchar un narcocorrido en tu auto está bien, pero cantarlo en un palenque es criminal? ¿Desde cuándo la libertad de expresión se restringe por el tipo de melodía que uno entona?
Pero lo más alarmante es la contradicción moral y política de este Congreso: mientras censuran letras por “hacer apología del delito”, estos mismos legisladores acaban de declarar a las corridas de toros y las peleas de gallos como patrimonio cultural intangible en la Constitución del estado. Es decir, actos de violencia explícita y normalizada, con animales sangrando frente al aplauso de multitudes, son elevados al rango de tesoros culturales, mientras una canción puede llevarte a prisión.
Y por si faltara absurdo, nadie parece inquietarse por las decenas de canciones —algunas de ellas verdaderos éxitos de la radio— que celebran el adulterio, promueven la infidelidad, objetivizan a las mujeres o convierten la traición en un himno bailable. ¿Eso no atenta contra los valores familiares que tanto defienden desde la tribuna? ¿Eso no representa una forma de violencia simbólica contra las relaciones humanas? Claro que no, porque eso no vende miedo… ni da votos.
La reforma criminaliza a artistas, músicos y promotores culturales que, más allá de las letras que interpreten, ejercen un oficio legítimo y, en muchos casos, son reflejo de una realidad que los legisladores prefieren ignorar. Convertir el arte en delito no solo es un acto de censura; es una muestra de debilidad política y de desconocimiento sobre cómo se combate verdaderamente la violencia.
En lugar de aprobar leyes regresivas, el Congreso de Aguascalientes debería preguntarse por qué los narcocorridos tienen tanto eco entre las juventudes. ¿Qué está fallando en nuestras escuelas, en nuestras políticas culturales, en nuestras oportunidades laborales? ¿Por qué hablar de un narco en una canción resulta más atractivo que hablar de un maestro, un científico o un artista?
El problema de fondo no son los narcocorridos. El problema es que seguimos teniendo gobiernos que prefieren castigar la representación de la violencia antes que enfrentar la violencia misma. Gobiernos que temen a la libertad cultural y a la autonomía individual, pero no se atreven a tocar las estructuras de impunidad y desigualdad que sostienen al crimen organizado.
Prohibir no es educar. Censurar no es transformar. Y legislar desde el miedo nunca ha sido sinónimo de justicia.
Si los diputados de Aguascalientes quieren de verdad un futuro más seguro y más justo, que empiecen por garantizar educación de calidad, acceso a la cultura, y espacios de participación juvenil. Que dejen de convertir la ley en mordaza, y empiecen a verla como una herramienta de emancipación.
Mientras tanto, la música seguirá sonando. En las calles, en los hogares, en las bocinas del mercado, en los corazones de quienes siguen buscando, en medio del ruido, una verdad más profunda que cualquier decreto. Porque incluso en medio de la censura, el arte y la cultura encuentra su camino. Aunque a los legisladores les incomode.