¿REQUERIMOS UNA NUEVA CONSTITUCIÓN?
En afirmación del académico Fernando Serrano Magallón, aseguró que en México no se requería una nueva Constitución, en el marco del programa “Helikón. Espacio universitario de reflexión cultural” de la Universidad Autónoma de Aguascalientes recientemente concluido.
El académico “explicó que si bien hay cosas que hay que modificar y otras que están mal redactadas o son reiterativas, todo eso no implica una nueva constitución porque una reforma crea un problema, pues una constitución es el eje de un sistema político y jurídico, pero no es el sistema jurídico. El sistema jurídico es muchísimo más amplio: son las leyes secundarias, las leyes federales, las leyes locales o las interpretaciones judiciales que van formando ese sistema político y esa interpretación de la Constitución”.
En sentido formal tendría razón, incluso coincidiría con él la cúpula de la actual administración, la saliente y la entrante, no obstante que están abanderando lo que se llama la Cuarta Transformación y aluden a que las tres anteriores tuvieron una Carta Magna específica, es decir, la de 1824, la de 1857 y la de 1917. Ello no obstante que impulsaron reformas constitucionales a principios del sexenio; en la segunda parte no pudieron por no contar con la mayoría calificada y ahora, con el cumplimiento del Plan C lo podrían lograr.
Hace varios meses el presidente López Obrador presentó 20 propuestas de reformas constitucionales y recientemente la presidenta electa retomó la propuesta de reforma al Poder Judicial, a partir de un proceso de consultas y otras cuatro planteadas durante su campaña. Pero todo ello sin necesidad de una revisión integral de la Constitución.
Si se está hablando de una Cuarta Transformación, implicaría la entrada a una nueva etapa renovadora, efectivamente a partir de una etapa de cambio en el sistema político y jurídico, que no se refiere necesariamente a dos sexenios, sino a un periodo mucho más largo. Tampoco quiere decir que ello se resuelve con parches a la Constitución vigente ni que necesariamente debe ir acompañado de una situación violenta y convulsa, como las tres anteriores.
Como se pretende ahora es imponer por sobre todo una mayoría (calificada), como reacción ante una oposición mecánica, que no discute ni contrapone propuestas alternativas, de tal manera que la fuerza hegemónica sólo actúa conforme la tercera ley de Newton. No está bien esto, pues evidencia que no les importa confrontar a través del diálogo, sino en realidad imponer.
Estamos claros que un proceso constitucional no sería terso ni lineal, en tanto, se desarrollaría en un país plural y diverso, con posturas incluso encontradas, quizá el actual gobierno a eso le rehúye y se va por la salida más fácil, cuyo paso más sencillo, lo cumplieron a través del llamado Plan C.
Desde mi punto de vista, no puede haber una real transformación en el país, sin sentar las bases de una nueva constitucionalidad, donde no es suficiente el parchado de la Carta Magna. Tampoco se refiere a partir de cero. En eso no tiene razón Serrano Magallón. Las constituciones anteriores siempre consideraron a su antecesor, la de 1824 consideró a la Corte de Cádiz, además de la Constitución de Apatzingán.
Yo si estoy de acuerdo con un nuevo Constituyente.