Un amanecer en el Bosque de los Cobos

La niebla se aferra a la tierra como un velo etéreo mientras los primeros rayos del sol intentan abrirse paso entre la espesura. El frío es punzante, pero lejos de ser una incomodidad forma parte de la experiencia. Cada exhalación se convierte en vapor, y el crujir de las hojas congeladas, bajo los pies, marca el ritmo del camino que se hace al andar.

El Bosque de los Cobos, ubicado en el municipio Aguascalientes, es un refugio natural que, en las primeras horas del día, es un mundo dentro de otro mundo. A medida que se avanza por los senderos, el paisaje se transforma. La escarcha cubre la superficie como un manto blanco, y el silencio solo es interrumpido por el canto lejano de las aves y el susurro del viento entre los encinos y huizaches. De vez en cuando el aleteo de una lechuza de grandes ojos y fija mirada rompe el sonido del silencio, mientras en la maleza, algún zorro o coyote observa atento a los intrusos.

Este sitio hermoso, que ha sido testigo del paso del tiempo y la historia, también alberga una biodiversidad invaluable. Entre matorrales y árboles conviven especies como el águila real, el halcón y pequeños mamíferos que encuentran refugio en este ecosistema. Los nopales y mezquites, con sus formas retorcidas, recuerdan la resistencia de la vida en estos paisajes semidesérticos. En un municipio-estado donde las áreas verdes van desapareciendo y el concreto domina el horizonte, es muy alentador reencontrarse con el aire puro, la calma y la belleza de lo simple pero vital para la salud cotidiana.

Capturé esta imagen el día 4 de enero de 2020, inmortalizando un instante significativo que va más allá de una simple excursión por su introspección. A veces, basta detenerse un instante. Respirar profundo. Dejarse envolver por el entorno para recordar que en la naturaleza siempre hay un refugio para el cuerpo y el alma.