Verdad sin racimos

En la rama de un árbol, suspendido en el aire y bañado por una luz suave, un limón se sostiene firme. Su verde intenso irrumpe en la calma del fondo difuminado, como un faro que no se esconde. Sobre su piel, casi invisible, descansa una pequeña ramita. Un detalle tan simple como inesperado: algo que no le pertenece y, sin embargo, está ahí, marcando su diferencia.
Friedrich Nietzsche veía a la sociedad como un rebaño: un conjunto de voluntades fusionadas en un solo ritmo, incapaces de cuestionar el camino que siguen. Frente a ese movimiento uniforme, el pensador imaginó a un ser que se eleva por encima de la multitud, capaz de trazar su propio rumbo, aun a costa de la incomodidad y el riesgo.
Dentro esta escena, el fruto podría encarnar a quien decide no fundirse con el paisaje. Su tonalidad vibrante no es casual: es el resultado de un crecimiento silencioso, lejos de la mirada constante. La pequeña rama que lo acompaña no lo empaña; lo hace único. No es un adorno, tampoco una mancha: es un recordatorio de que lo auténtico no se construye eliminando las diferencias, sino abrazándolas.
Ser uno mismo implica abandonar la comodidad de las certezas heredadas y atreverse a caminar hacia lo incierto. Significa aceptar que habrá incomprensión, quizá rechazo, e incluso el impulso de volver a la seguridad de lo conocido. La libertad, sin embargo, exige pagar ese precio.
Quien logra mantenerse fiel a sí mismo descubre una recompensa invisible: la plenitud de vivir desde la propia raíz. No se trata de huir del mundo, sino de habitarlo con una voz que no repita el eco de otras. El verdadero desafío no es sobrevivir a la soledad, sino transformarla en fortaleza.
En esta imagen, tomada el día 23 de julio de 2025 en el Instituto Cultural de Aguascalientes, el limón y su rama son más que botánica. Son un recordatorio silencioso de que la verdad, como la madurez profunda, no crece en racimos: se cultiva en singularidad.

Más allá de la mirada: Nietzsche escribió que “quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”. La cuestión no es hallar el porqué, sino sostenerlo, aunque el mundo entero camine en dirección contraria.
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