2020 III
[bctt tweet=»López Obrador ha incurrido en algunas inconsistencias, que de mantenerse o no considerarse con toda responsabilidad, pudiesen convertirse en irreversibles o derivar en conflictos insalvables o no cumplir con sus pretensiones.» username=»crisolhoy»]
La oposición a la naciente administración, es muy virulenta y poco autocrítica, hoy redobla sus acciones, como no lo hicieron cuando fueron gobierno. Se atreven de hablar de ingobernabilidad y Estado fallido, cuando la situación prevaleciente nos dice otra cosa, aún los focos de violencia que subsisten en algunas partes del país. Y el PAN (que le queda grande el saco de oposición) con toda desfachatez afirma en un spot, que este gobierno no se deja ayudar, sin darse cuenta de su despropósito.
Y más allá de lo que quisiera la oposición, la nueva administración sigue en su camino, aunque este no sea necesariamente lineal, sino sinuoso, por los factores externos y por los causales provenientes de sus propias entrañas, conscientes o no.
Prosiguiendo en lo político, el gobierno de López Obrador ha incurrido en algunas inconsistencias, que de mantenerse o no considerarse con toda responsabilidad, pudiesen convertirse en irreversibles o derivar en conflictos insalvables o no cumplir con sus pretensiones.
Lo primero es su desdén por no convocar a un nuevo Constituyente y pensar que cuando se habla de Cuarta Transformación, es hacerlo del cambio de régimen y no solo de gobierno, y para ello, entre otras cosas, se requiere una nueva Carta Magna, tal como ocurrió en los tres cambios anteriores (1824, 1857 y 1917). Decimos lo anterior sin desconsiderar la alusión de AMLO en febrero del año pasado, de contar con una nueva Constitución si era necesario, pero nunca más volvió a tocar el tema. Al respecto nada tiene que ver su propuesta de Constitución moral, tampoco banalizar el tema cuando menciona que la serie de reformas constitucionales habidas en su periodo, son en sí una nueva Constitución. Tampoco podríamos argumentar que la aún vigente Carta Magna ya se agotó, sin más, sino que en todo caso tendríamos que considerar las particularidades de la sociedad mexicana para lo que resta del siglo XXI.
Incluso permitiría dar un canal a la oposición para desarmarla en el debate, confrontando puntos de vista, darles espacio para que se manifiesten abiertamente y no de manera soterrada. Lo mismo podría ocurrir con la izquierda, que así saldría de la marginalidad catacumbera. El otro ingrediente es montar el Constituyente con un referente de apoyo popular, que más allá de su expresión activa en las urnas como en julio del 18, se volcaría a la calle para apoyar un proceso realmente renovador que concluya en un nuevo pacto federal para los siguientes decenios.
Desde el amanecer del presente año, el viejo legislador Porfirio Muñoz Ledo manifestó la necesidad de contar con una Constitución para el país, a modo de las nuevas circunstancias y condiciones actuales, aunque reconoció que este sería un proceso nada fácil. Creo que su planteamiento va en el camino de lo que expliqué líneas arriba. No debería quedar sólo en él manifestarse, hay que insistir para obligar a que cambie de parecer López Obrador.
Algunos de los partidarios de que no haya nueva Constitución manifiestan que ahora no hay las condiciones para llamar a un Constituyente, pues de las más de 600 reformas que ha sufrido la actual, hay algunas que soportarían la solidez del estado de Derecho, previéndose la continuidad para los decenios siguientes, conclusión dudosa sobre todo por lo suscitado en los últimos años (Se sabe que apenas el 16% del articulado de la Constitución se mantiene tal y como se aprobó en 1917).
Aún dándose el Constituyente con resultado positivo es necesario dar otros pasos, al amparo de una consideración que no hay que poder de vista, como están las cosas en México, la consolidación democrática no es segura, se requiere soportarla con cimientos sólidos, donde el nuevo pacto social puede ser uno de los pilares. Y esto no lo garantiza la Constitución actual ni las enmiendas promovidas por el gobierno actual.
Se requeriría además una verdadera y radical reforma política, que adecue el sistema de partidos, los mecanismos de participación electoral, de organización autogestiva, de las nuevas formas de organización civil, congruentes con los derechos que han emergido o han sido reconocidos como tales desde fines del siglo pasado, pero sobre todo que se de garantía del respeto y cumplimiento de los mismos.
Para los que nos reivindicamos como comunistas este es un tema que debemos dilucidar e integrar una propuesta propia, que de alguna manera está dibujada ya en lo que acabo de mencionar. Esto me lleva a una frase dicha por Marcos Leonel Posadas en la pasada reunión del MCM, que afirma que, “nuestro propósito en la lucha política durante la 4T es sobrepasar los límites del centrismo de AMLO (sin descuidar coincidencias con partes de sus propuestas reformistas y nacionalistas), y rechazar que se imponga la salida que busca la oligarquía financiera, sectores empresariales y de la derecha”.