EL NARCOESTADO
No es suficiente decirlo y denunciarlo, hay que actuar en consecuencia. Esta semana el Presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador ha señalado que la situación y conducta de quien fuera Secretario de Seguridad Pública en el sexenio de Felipe Calderón, conducen a la conclusión de que entonces prevaleció lo que podemos llamar un “narcoestado”.
No satisface que se diga ahora que vivimos tiempos diferentes, en tantos se ha separado la esfera del gobierno a la colusión con el crimen organizado y que él no odia, pero tampoco olvida, reiterando que por su parte no se perseguiría a los expresidentes como Felipe Calderón, salvo que el pueblo, a partir de una consulta pública puedan decidir que se adopte ese camino.
El juicio seguido a Genaro García Luna en Estados Unidos y los aspectos que se habían ventilado hasta ahora, ya nos acercaban a la conclusión del involucramiento del crimen organizado y los cárteles del narcotráfico en altas esferas del gobierno mexicano. Los fiscales norteamericanos aseveran que tienen aproximadamente sesenta mil pruebas, para confirmar esto y otros delitos más. Hasta ahora son cuatro los que se le imputan al exfuncionario mexicano.
Sin embargo, López Obrador no descubrió el hilo negro, ya antes se había caracterizado el periodo calderonista como un narcoestado, no porque se involucrara entonces a García Luna, aunque hubiese indicios para ello, como combatir frontalmente a los cárteles distintos al de Sinaloa, como era el caso al del Golfo o los Zetas, sólo por señalar dos ejemplos.
Ahora que se ha destapado parcialmente la cloaca, nos explicamos muchas cosas que por entonces sucedieron, que evidencian que García Luna no actuó solo, pues hacia debajo de él había un equipo que actuaba a la par y directrices del primero, por lo cual, personajes como Luis Cárdenas Palomino, ahora también investigado por la UIF, al igual que otros seis exintegrantes de la antigua AFI. Pero también hacia arriba, era improbable que Calderón no hubiese estado al tanto de las andanzas de su secretario de Seguridad Pública. Hace tiempo leía un artículo sobre el tema, donde se afirmaba que, “quien no sabe, debiendo saber, también es responsable”.
Por eso no se vale, la respuesta de Felipe Calderón ante las declaraciones del Presidente de la república. Más cuando trata de tapar el sol con un dedo, al afirmar que, rechazaba que “durante su administración se hubiera protegido a un grupo criminal”. El juicio contra García Luna se va a encargar de refutar su dicho, por lo que debería estar preocupado de cómo se dirima el caso en el país vecino.
El problema es que no podemos estar dependiendo de lo que suceda en Nueva York o incluso se sesgue el caso, si García Luna logra negociar con la justicia norteamericana para convertirse en colaborador, como ya ha trascendido que puede suceder. Aquí se requiere según su propio proceso, hay suficientes elementos para que la Fiscalía General de la República pueda proceder.
López Obrador no debiera caer en el juego de Calderón, para practicar un ping pon declarativo. Podrá éste seguir diciendo que es un perseguido político y victimizarse por el presunto acoso del actual gobierno, lo cual no le quita las acusaciones que van más allá de las paredes de Palacio Nacional. En todo caso argumentar porque su periodo no lo considera como uno donde predominó el narcoestado.
La explicación tendría que ir dirigida hacia la respuesta de algunos cuestionamientos sobre lo sucedido en ese tiempo, como haberse detonado un clima de violencia generalizado en el país; la no detención de capos mayores del Cártel de Sinaloa y si de otros grupos delincuenciales; la permeabilidad del crimen en los tres niveles de gobierno, además del entero control en algunas regiones del país.
Seguimos viviendo las secuelas de aquellas políticas erráticas y facciosas. No será suficiente la reversión de dicha situación con la separación del crimen organizado ni con el combate frontal a la corrupción, cuando se dejan cabos sueltos que evidencian que algunos todavía podrían pensar en la prevalencia de la impunidad.
Tampoco podemos concluir que el narcoestado se diluye y acaba por decreto, más cuando ya todavía zonas del país con influencia del crimen organizado. Es necesario actuar.