El Leviatán delirante

El Leviatán delirante

[bctt tweet=» El Estado es esa ficción considerada necesaria, el capital también, dos mentiras elevadas a categoría de necesarias, de irrebatibles. Los falsos dioses de esta infausta época. » username=»crisolhoy»]

 

《Ante todo es libre el que está por encima del que permanece sujeto.

Franz Kafka, El proceso.》

 

Como todo burócrata fui protagonista  de una pesadilla para defenderme de algo que nunca supe a ciencia cierta:   ¿Qué fue?

Llamo《algo,  a una paranoia constante, el sólo hecho de depender del Estado Mexicano producía ideológicamente en  sus trabajadores una enajenación. El poder fáctico, era el deseo colectivo, mandar a los demás, tener más dinero  que ellos, menos opresión de otros burócratas, paladear las delicias del poder ruin, el significado de: 《ser el amo, el  monarca para otros burócratas que dependían económicamente del glotón Estado o 《Leviatán delirante, y de órdenes de otros, es decir;  el funcionario público de mis tiempos se alienaba si pertenecía a la institución, representaba a la corrupción al seguir órdenes con sumisión, si las cabezas Estatales  estaban enfermas (los jefes), si sus pensamientos estaban putrefactos de poder, el cuerpo (la burocracia) padecía las consecuencias, la pestilencia del poder putrefacto, la burocracia mostraba las maculas de los actos de poder.

Mis compañeros burócratas por un lado padecían  los abusos del poder de sus superiores, sus incongruentes órdenes, sus mordacidades, sus vanidades,  por otro lado; obtenían cada día más poder en algunas ocasiones, al ser partícipes de la sumisión y las incongruencias  ante las ordenes de sus superiores burócratas Estatales. Ideología pura.

Los obreros del Leviatán  delirante estábamos sujetos al dinero y a los privilegios, los burócratas estaban obligados a nombre del prestigio profesional, a despedazar a sus compañeros, obligados a buscar ser su monarca, su amo, u obedecer a otro burócrata déspota el resto de sus días, el deseo inculcado en cualquier burócrata era dar y no recibir órdenes. Lo irónico resultaba  que los obreros del Estado siempre recibían órdenes, y estas órdenes difícilmente representaban la razón, por el contrario, las órdenes estaban plagadas de desvaríos, de actos corruptos, de contra sentidos, y por supuesto: demandaban sumisión absoluta.

Los individuos que dirigían al Estado, o al:《 Leviatán delirante》 como prefiero nominarle,  en los días obscuros y aciagos en los que trabajé para el mismo, no habían aprendido ninguna lección de la historia del siglo XX: 《el poder corrompe.》Todo burócrata con el mínimo de poder comenzaba a sufrir una transformación, como si el poder fuera un peligroso virus y se la pasará reproduciéndose en distintos organismos cuerpos burocráticos》 que son su huésped. La reacción ante poseer un poco de poder era vulgarmente semejante y atroz , parecía a ratos un síntoma fisiológico.

Lo que me sujetaba al Estado era: 《el poder y los privilegios.》 Resultaba vulgarmente hipócrita para mi juicio, quien  me hablara de burócratas buenos y abnegados que trabajaban por ideales, todos queríamos dinero y privilegios. 《El que paga manda, y el que se equivoca se vuelve a equivocar,  solían afirmar los más poderosos burócratas. 》

El Estado funcionaba además como una empresa privada repleta de vicios, su único interés era  prolongar la ficción que estaba al servicio de la gente que lo sostenía, que afirmaba necesitarlo para existir.

El fundamento de la ideología del Estado consiste en que sus integrantes  creen en este ultimo de una forma más ferviente que en el mismo Dios, Dios puede ser inclusive negado regularmente, pero: ¿Negar el poder del Estado y los impuestos, negar a quien regula las  deudas de todos los individuos?

Por esto es un Leviatán delirante, el Estado depende de sus individuos que cotidianamente lo sostienen, que depositan su fe en esta ficción dando de buen modo  su dinero a individuos que juran lo gastarán de un modo adecuado y necesario; sus servidores públicos éramos burócratas, los rostros representando al Estado, los rostros  representando al delirio, obedeciendo al poder político en turno que jugaba con el dinero de los demás, obedeciendo al dinero de los demás. El individuo embestido del poder de todos, designaba directamente al individuo que  debía representar ese poder y gastar ese dinero, para terminar no arreglando gran cosa de los males que prometió resolver, los individuos embestidos de poder en su gran mayoría no servían a nadie más que a si mismos, el inmenso problema del poder seguía sin resolverse, los síntomas de la enfermedad mental que les narraba.

A continuación enunciare el corazón profundo de la demagogia y la post verdad: – el Leviatán delirante  se fundamenta en la idea de que es necesario-, indispensable para que los individuos ególatras, sedientos de poder, de dominación, no se exterminen entre si;  el pensamiento de que es imposible una sociedad sin sus delirantes representantes es el corazón de la ideología; la ideología era precisamente el ejercicio cotidiano de esta ficción que nos dice que dependemos de una clase política,  que habla por millones de individuos, que representa todos. Los representantes del Estado representan a naciones, a millones de voluntades, no son más que individuos sedientos de vulgar poder y comodidades dignas de antiguos monarcas, eso son los representantes de la plebe, una mera ficción.

Kafka decía en su Proceso:

《-No -dijo el sacerdote-, no se debe tener todo por verdad, sólo se tiene que considerar necesario. -Triste opinión -dijo K-. La mentira se eleva a fundamento del orden mundial. 》

El Estado es necesario, el dinero es necesario, la miseria es necesaria, la propiedad privada es necesaria, la muerte es necesaria, la infelicidad es necesaria, la avaricia es necesaria, la comodidad es necesaria, el poder es indispensable. No podemos vivir sin poderosos que afirmen representarnos, la evolución es impensable sin unos cuantos oligarcas que acumulan el resto de las ganancias.

El Estado sirve al capital, los individuos que trabajan para el Estado trabajan para beneficiarse, y la inmensa mayoría sólo quiere más dinero y poder. La avaricia y la mezquindad de estos tiempos, reflejan la continuación de la barbarie heredada del siglo XX, parecía la crueldad sólo se estaba acumulando para estallar en una nueva gran guerra, el progreso de la técnica, la comodidad y la ciencia, el deterioro de las mentes, de la ética, del espíritu. Y al espíritu sólo le quedaba andar en tinieblas, al alma, a los valores, a la unidad.

Los pobres eran considerados pobres porque no tuvieron suficientes méritos productivos, los burócratas eran ambiciosos por egoístas, los dirigentes eran corruptos por delirantes , el dinero no tenía nada que ver para  los incontables ideologizados y adoctrinados del sistema, el pensamiento sobre que: 《 la acumulación de dinero otorga poder》, parecía afectar a muy pocos, casi nadie se daba cuenta que este era el principal problema para la evolución espiritual  de la especie, la avaricia, parecía está la imposibilidad, el límite invisible, la ideología en su mejor expresión, el triunfo de la doctrina impuesta de manera amigable.

Sólo se tiene que considerar necesario tener ricos  y pobres, amos y esclavos, jefes y subordinados, personas que merecen más que otras, profesiones distinguidas y mejores pagadas, oficios para los iletrados, clases altas y clases bajas, todo lo anterior eran inmensas mentiras elevadas a un orden mundial. El Proceso Kafkiano  del mundo.

El Estado es esa ficción considerada necesaria, el capital también, dos mentiras elevadas a categoría de necesarias, de  irrebatibles. Los falsos dioses de esta infausta época.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

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