TÍTERES Y MARIONETAS
Cuando yo era niño y llegaba la Feria de San Marcos en mi Aguascalientes natal, y había dos cosas que me llamaban la atención, dentro del área de los juegos mecánicos, que nosotros llamábamos volantines: una era el serpentario, que no siempre había, y otra los títeres, que tampoco estaban siempre.
El serpentario no sé por qué me llamaba la atención, ya que, salvo muy raras excepciones, no era más que un enorme saco donde convivían cientos de culebras y a veces, sólo a veces, mostraban a alguna especie verdaderamente interesante, pero siempre estaba aparte, no confundiéndose en ese montón de nudos ofídicos.
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Los títeres sí que valían cada peso que costaba la entrada, que recuerdo, al mejor estilo de las carpas de comedia, eran dos tandas por un boleto. Pero, a diferencia de las carpas que, según cuentan quienes las conocieron, podían albergar 300 o 400 espectadores, los títeres tenían cabida para unas 60, 80 personas. Al frente el teatrino y en el pequeño escenario desfilaban bailarinas, cantantes, diablos, toreros, payasos y cuantos personajes imagine usted.
No siempre era la misma compañía, así que unos años vi marionetas de muy delicada manufactura y otras un tanto burdas; eso sí, siempre el común denominador era las sillas de madera, esas plegables, ya pintadas y repintadas, y las lonas que daban forma a la carpa y las que servían de telones, con más remiendos que sillas para el público que, por desgracia, no era la atracción que más visitaba.
Supongo que 1962 fue un buen año para este espectáculo pues fue en ese año que se estrenó “Cascabelito” con Viruta y Capulina, la que para mi gusto es la única película ‘inteligente’ de esta pareja. Sin pastelazos, sin absurdos (aunque sí mucha fantasía) y sin ñoñerías, quizá debido a que la historia fue escrita por Marco Antonio Campos, Viruta y no por Chespirito.
Desde luego que los actores principales de la historia son las marionetas, parte del repertorio de Javier y sus marionetas. Y para rematar, también en ese año se estrena: “La edad de la inocencia”, con Marga López, donde también el leit motiv son marionetas, aunque en esta película los ‘actores’ lo son Los títeres italianos Piccoli de Podrecca. Es un fenómeno conocido que el cine ejerce cierta predisposición de gustos en el público, por ello me atrevo a afirmar que fue un buen año para los títeres de feria, yo por entonces era muy, muy pequeño para poder comprobarlo.
Quien maneja un títere es llamado titiritero, pero Viruta y Capulina se ofendían por el término y de inmediato corregían con orgullo: ¡Marionetistas!
Lo cierto es que el diccionario recoge como sinónimos los términos: títeres, marioneta y fantoche, al que ahora se agrega la palabra inglesa, puppet.
Parece ser que títere viene de la onomatopeya de una especie de silbato que era utilizado para anunciar el espectáculo, un silbato que hacía ti-ti-ti. Y entonces decían: “ya vienen los ti-ti-riteros”. No hay pruebas de que así sea.
Marioneta en cambio, es la españolización de la palabra francesa marionette. Si bien a lo largo de los años se han usado también términos como polichinela, pelele y esperpento, pero el primero de estos términos define a un personaje en especial y los dos siguientes hoy día tienen un significado aplicado a otras circunstancias, lo mismo que fantoche. Por tanto nos quedaremos con los dos términos de mayor uso y aceptación: títere y marioneta.
Distinguimos varios tipos de títeres como los títeres digitales. No, no me refiero a nada cibernético. Digitales porque se ponen en los dedos a manera de dedales, pero son para espectáculos de distancia muy reducida, por lo tanto inútiles para un espectáculo como los ya descritos. De los usados por los profesionales están los títeres de guante, en los que se introduce la mano dentro del cuerpo del muñeco y se hace “hablar” con los dedos índice y medio, y los brazos son por lo general el pulgar y el meñique. Los títeres de varilla, que se mueven por este medio, aunque no son de mucha expresión. Los títeres de sombra, que como su nombre lo indica, requieren de contraluz para lograr el efecto deseado, y los títeres movidos con hilos, que son propiamente las marionetas convencionales. Las marionetas más sofisticadas son manejadas por más de una persona, en perfecta sincronía para lograr el efecto adecuado.
Actualmente se usa el títere mimado, como la mayoría de Los Muppets, que son una combinación de dos personas, una que maneja el títere como de guante y con una varilla mueve uno de los brazos, o bien mete su propio brazo, mientras el otro brazo es en realidad el brazo de otro actor. El ejemplo más cercano: Enrique, de Beto y Enrique.
Por cierto, muppet, viene de puppet, palabra inglesa que quiere decir muñeco.
Luego, en categoría aparte tenemos los títeres de mecanismo, como los de aquella vieja serie de televisión The Thunderbirds are Go, que en México se llamó Thunderbirds al rescate. Pero ni los mimados ni los mecánicos forman parte habitual de las escasas compañías de títeres que todavía se resisten a morir.
¿Cuándo llegan los títeres a México? Pues es incierto. Se tienen noticias de los primeros espectáculos de este género (también llamado guiñol) allá por el año de 1830 cuando el italiano Margarito Aquino se instaló en el pueblo de Huamantla, en el Estado de Tlaxcala. Allí, los hermanos Julián y Hermenegildo Aranda aprendieron con el italo el arte de fabricar y manejar títeres cuyas cabezas se hacían al principio de barro y cuyos trajes eran confeccionados por sus dos hermanas, Ventura y María de la Luz Aranda. Así comienza la historia de la familia Aranda que llevaron sus marionetas por el país desde 1835 hasta 1850 en que Antonio Rosete se asocia con los hermanos Aranda y desposa a una de las hermanas. Nace así la compañía Rosete-Aranda, la más longeva en este género, pues se mantuvo activa hasta 1943 cuando Francisco Rosete Reséndiz, de la tercera generación, vende el nombre de la compañía a Carlos V. Espinal, y éste la mantuvo activa hasta 1962. No es la única, desde luego.
La compañía de Lola Cueto que llegó a hacer mancuerna con Silvestre Revueltas para presentar con sus marionetas y música de Revueltas “El renacuajo paseador”, en el Palacio de Bellas Artes en 1940.
Otra Compañía de títeres fue la de Wilberth Herrera, yucateco. En 1972 comenzó su actividad como libretista y titiritero. Además de haber dado vida a los títeres Lela Oxkuctzcaba y Chereque, creó a la Tía Venus, Totoyo, Soila, Idiotina, Butaque, Doña Mireya, Don Mech, el Tiburón Chato y muchos otros personajes, los cuales siempre mostraban alguna característica yucateca. En 1976 fue fundador el grupo Titeradas.
Frederik Vanmelle o Frederik van Melle, artista belga que se arraigó en México, fue otro de los que cultivaron el arte, no siempre infantil, de las marionetas. Frederik y varios de sus colaboradores murieron trágicamente a causa del terremoto que sacudió al DF aquel 19 de septiembre de 1985. Vanmelle veía la vida siempre de manera poética, así unos días antes de su muerte, escribió en un programa de mano:
Qué ilusoria e incierta
resulta la existencia humana.
Nace como la bruma
y presta se disipa.
!Así se nos va la vida!
En algunos estados se fortaleció el trabajo de titiriteros que trabajaron en carpas como «Eleno Flores, con su salón de títeres” en Aguascalientes, «El circo Hermanos Domínguez» en Pachuca, «Títeres Herrera» en Morelos, «Pinito» en Guadalajara y la «Familia Morales» en la ciudad de Zimatlán, Oaxaca, todos ellos titiriteros trashumantes que instalaron sus carpas en plazas, cerros o pueblos.
Sí, hay más grupos que se resisten a dejar morir este arte de los títeres, pero no son muchos. Pero de que hay interés todavía, lo prueban el Museo del Títere en Humantla, Tlaxcala y una sección del Museo Pedro Coronel, en Zacatecas, Zac.
Si usted tiene la oportunidad, no deje de entrar a alguno de estos espectáculos, quizá encuentre ahí al niño que una vez fue.