LA BRECHA QUE NO EXISTE…

LA BRECHA QUE NO EXISTE…

Le llaman «brecha salarial» y no existe. De hecho, como sucede recurrentemente con los conceptos derivados del feminismo postmoderno, la idea no es más que una grosera manipulación ideológica de conceptos diseñados para distorsionar realidades que no se quieren ver ni entender.

«Las mujeres ganan menos que los hombres por ser mujeres«, es la afirmación ambigua, falsa e irresponsable que el feminismo suele emplear para sugerir -y hasta afirmar- que las mujeres están discriminadas por una intangible estructura sociológica (el patriarcado) a la que se debe responsabilizar de una injusticia «de género«.

Ahora bien, como todo en la ideología de género, el asunto no es más que una manipulación conceptual cuya finalidad es manipular, dividir y enfrentar a los dos sexos dentro de una falsa narrativa de opresión y victimismo.

Es cierto, el promedio de las mujeres gana menos que el promedio de los hombres. Pero eso solo sucede porque una inmensa mayoría de las mujeres eligen alternativas laborales en campos económicos menos remunerados y, muchas veces, a tiempo parcial. Y lo hacen así porque, por razón de su propia psicología natural, sus prioridades y objetivos vitales suelen ser distintos a los de los hombres.

Esto ya ha sido ampliamente documentado por la antropología. Mientras que, para el macho de la especie humana, la extenuante competencia por el estatus y la riqueza es fundamental como cimiento de la imagen de proveedor-protector que atraerá la atención de las hembras, para las hembras, tal incentivo es realmente inexistente; su acción -y todos los incentivos de su psicología- se orientará y especializará en ser sexualmente atractivas para atraer la protección de esos machos. Es su estrategia evolutiva más inteligente y, en general, la que la inmensa mayoría sigue. En consecuencia, naturalmente, la mayoría de las hembras nunca se obsesionarán -de la misma forma que los machos- por la obtención de elevados ingresos. No se obsesionarán, ni se sacrificarán, ni correrán los mismos riesgos, ni se expondrán a la dura competencia que generalmente suponen las actividades económicas y los puestos con más altos ingresos. De hecho, para ellas, hacer tal cosa suele ser contraproducente en términos de su felicidad a largo plazo. Aunque a las feministas les explote la cabeza, nuestra naturaleza como mamíferos es esa.

Es cierto, el comportamiento de la inmensa mayoría no es el comportamiento de todas las mujeres; es solo el de la mayoría. Algunas mujeres estarán seguramente dispuestas a competir y sacrificarse en actividades económicas vinculadas a altos ingresos, pero serán siempre solo algunas, nunca la inmensa mayoría sobre la cual el feminismo establece sus falsas, perversas y victimistas comparaciones.

En el análisis de condiciones idénticas -actividad, tiempo, esfuerzo, riesgo, antigüedad y especialización-, ningún hombre gana más dinero que una mujer. Y no lo gana por la sencilla razón de que, si fuera posible pagarle menos a una mujer por el mismo trabajo, ninguna empresa contrataría hombres y todas contratarían mujeres. ¿Qué empresa estaría dispuesta a gastar dinero que podría ahorrarse contratando mujeres? Obviamente, ninguna.

En el mercado abierto, hombres y mujeres elegimos nuestros empleos y ganamos según lo que nuestro trabajo permita. Aunque laboral y económicamente nunca seremos iguales, esto no significa que exista una «brecha de género» ni que –a no ser que el opresor se llame Charles Darwin– alguien se encuentre discriminado y «oprimido«. Afirmar eso es solo ideología y victimismo…

Alan D Capetillo
Alan D Capetillo

Alan D Capetillo

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