La trampa inocente

Haciendo equilibrio sobre la banca, el niño tiende una trampa a su presa. Su cuerpo permanece en tensión, pero su rostro expresa serenidad. Paciente extiende la mano ofreciendo comida. Supone que alguna ardilla o un pájaro descenderán por la escalera de la confianza. No hay malicia en el caritativo gesto, solo juego, intuición e ingeniosa ternura.
Este instante congelado en el bronce es más que una escena infantil, es una metáfora viva. A veces, sin darnos cuenta, regresamos a ser ese niño. Ya no llevamos la gorra al revés ni el pantalón con parches, pero conservamos la necesidad de atraer algo hacia nosotros, como un deseo, una persona, un sueño. Y lo hacemos con los recursos que tenemos: palabras que acarician, silencios que invitan, actos que se ofrecen como alimento al alma de los otros.
Tendemos nuestras propias trampas, no con la intención de atrapar, sino de compartir. No pretende dominar, sino conectar. Porque hay momentos en la vida en los que el corazón se vuelve un banco vacío, y desde ahí, buscamos el equilibrio, sosteniéndonos en una emoción incierta, esperando que algo hermoso se acerque sin miedo.
La imagen capturada el día 28 de diciembre de 2019 es un recordatorio de la delicadeza con la que la vida nos toca cuando bajamos la guardia. Nos invita a ser cómplices de la ternura, a vivir sin dobleces, con las manos abiertas y la mirada limpia. Nos sugiere que, más allá del resultado, hay belleza en el gesto mismo, en intentar, en imaginar, en crear las condiciones para que algo bueno ocurra.
Quizá, al final, eso es vivir: mantener el equilibrio mientras se tiende una mano, sin certezas, pero con fe en que algo responderá. Y si no llega nadie, al menos, habremos honrado lo más puro de nuestra naturaleza; esa que no dejó de creer que el juego, el asombro y la esperanza aún nos pertenecen.

Más allá de la mirada: La escultura «De pinta», del maestro Salvador Rosillo, fue instalada en el Jardín de San Marcos, Aguascalientes. Representa una escena de infancia y juego, pero también una pausa en medio del caos, un momento que invita al asombro, a la quietud, al acto generoso de ofrecer sin garantías.
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