A Cien años de La Cristiada, Jean Meyer en Aguascalientes. Recordar para no repetir

A Cien años de La Cristiada, Jean Meyer en Aguascalientes. Recordar para no repetir

Recordar para no repetir

Yolanda Padilla Rangel y Salvador Camacho Sandoval

Una historia mucho tiempo silenciada

El año 2026 se cumplen cien años de que comenzó La Cristiada, esa guerra civil que se dio en México, en un primer momento, entre agosto de 1926 y junio de 1929 y, en un segundo momento, aunque de manera menos fuerte, entre 1934 y 1940, aproximadamente.

El historiador

La Cristiada fue producto de un conflicto entre el gobierno revolucionario y la Iglesia católica, que se resistía a una serie de medidas legales por parte del gobierno del presidente Plutarco Elías Calles, que pretendía limitar y controlar el culto católico en México. Lo que estaba haciendo el presidente Calles era continuar y agudizar un conflicto que databa de años atrás. Sin irnos hasta el siglo XIX, podemos rastrear antecedentes más directos en la Constitución mexicana de 1917, que expresaba una postura anticlerical en algunos de sus artículos, negando personalidad jurídica a las iglesias, impidiendo al clero participar en política, y estableciendo el laicismo en educación, entre otras cuestiones.

La Constitución fue producto, cabe decir, de una guerra ideológica desatada entre el proyecto modernizador de los gobiernos revolucionarios y el proyecto católico inspirado en la Encíclica Rerum Novarum, que pretendía establecer una sociedad que no fuera socialista ni capitalista liberal, sino un tercero en discordia que era el catolicismo social, mismo que comprendía tres frentes de batalla, la educación, la prensa y el sindicalismo católico. Durante los años 1914 a 1919 se agudizó el conflicto, muchos sacerdotes y religiosas/os extranjeros fueron expulsados del país, buena parte del clero secular y regular, masculino y femenino, se exilió en Estados Unidos, Cuba, Guatemala, Roma. Algunos murieron, algunas religiosas fueron violentadas.

Al llegar Calles al poder, intentó forzar el cumplimiento de estas leyes, que ante estas medidas, la jerarquía católica protestó, reunió firmas pidiendo la no implementación de la ley, pero no pudo cambiarla ni tampoco frenar las medidas reglamentarias establecidas por el gobierno federal. Fue entonces, que las autoridades de la Iglesia decidieron no sujetarse a las normas anticlericales y suspender el culto. Dicha suspensión produjo oposición cívica y levantamientos armados, todo en un gran movimiento de resistencia cívica por parte del pueblo católico, mismo que produjo muchos muertos. Se estima que el número de muertos de esta primera cristiada asciende a 250 mil.

Se trata de un episodio triste y lamentable de la historia mexicana sobre el cual, durante mucho tiempo, se guardó silencio. ¿Por qué? Algunos historiadores creen que fue parte de los llamados “arreglos” (si arreglos pueden llamarse, como dice Jean Meyer) en un intento de pacificar al país. Entre menos se hablara del tema, menos violencia se suscitaría, se pensaba.

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Atenta invitación

Pero también había una estrategia de negar el acontecimiento en la historia oficial del país. Una historia que, escrita desde el lado vencedor, intentaba ocultar el movimiento contra la revolución que representaba la Cristiada. El gobierno revolucionario necesitaba legitimarse y buena parte de esa tarea pues entendemos que era contar la historia desde su perspectiva, negando otra, principalmente la de los vencidos, en este caso la visión católica de la historia.

Jean Meyer, el gran historiador de La Cristiada

Ahora, a cien años del acontecimiento, ¿vale la pena recordar? Creemos que sí. Porque es una historia silenciada, invisibilizada. Por lo menos, así lo fue hasta 1973, cuando se publicó el libro de Jean Meyer, titulado La Cristiada (Siglo XXI, tres tomos).

Cabe mencionar que Meyer realizó su estudio en los años sesenta, cuando era un joven veinteañero que, por falta de archivos disponibles, hubo de rescatar, mediante entrevistas recuperadas en un gran magnetófono o en papel y lápiz, los testimonios de los cristeros que aún vivían, recorriendo gran parte del país durante varios años. Su trabajo dio por resultado los tres tomos que conforman La Cristiada. Además de ser pionero en el estudio de la Cristiada, Meyer también abrió camino a nuevas interpretaciones, y ofreció perspectivas diferentes a historiadores católicos en un contexto en que en la academia prevalecía la historia de corte liberal, y de alguna forma también anticlerical.

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Otra interpretación de la Cristiada

Este libro representó, para la historiografía mexicana, hacer visible el conflicto, la guerra por él ocasionada, y hacer visibles también a sus actores, tanto del lado gubernamental como del lado de la iglesia. El libro de Meyer nos ayudó, y nos sigue ayudando a comprender la naturaleza de este conflicto, sus causas, su desarrollo, su desenlace y sus consecuencias. Pero también la racionalidad a partir de la cual actuaron sus actores, en ambos lados. Particularmente, la racionalidad de los campesinos cristeros, ya que Meyer nos ayuda a entender no sólo su situación económica, su relación con la tierra, sino también sus relaciones sociales y su cultura.

Y en el terreno de la cultura católica cristera, al desentrañarla, el libro de Meyer tiene el mérito de ayudarnos a comprender -estemos o no de acuerdo- la cosmovisión de los campesinos católicos que se levantaron en armas, permitiéndonos ver su estilo de vida, sus creencias, sus prácticas religiosas, su sentido de identidad fuertemente vinculado a la iglesia católica, su relación con sacerdotes y religiosas y religiosos, así como sus motivaciones. Todo esto para comprender la defensa que hicieron de su fe, muchas veces hasta el martirio y la muerte.

Foto en blanco y negro de un grupo de personas en la nieve

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¿Defender al clero o a la religión?

La visión de Meyer de los campesinos católico nos hace comprenderlos como personas autónomas, racionales, con una cultura determinada, y no como seres fanáticos y manipulados, como nos lo quiso hacer creer cierta tendencia de la historiografía oficial y liberal. La motivación de los cristeros era principalmente religiosa.

Todo esto viene a colación a raíz de la visita a Aguascalientes del historiador Jean Meyer, para dar la conferencia titulada A cien años de la cristiada, un evento organizado por la diócesis de Aguascalientes, en la cual el historiador nos compartirá sus últimas reflexiones sobre este tema, con la perspectiva que da el tiempo. Quisiéramos que, a cien años de distancia, ahora se resignifiquen los hechos, cada vez con más serenidad, para no alimentar odios ni violencias.

La Historia, una maestra sin alumnos

Memoria Política de México
Dispuestos a dar la vida

En cierta ocasión, Jean Meyer recordó al gran historiador francés Marc Bloch, quien escribió que: “La Historia es una disciplina viva y en constante evolución, que nunca deja de enseñarnos lecciones importantes”. En términos coloquiales siempre decimos que “la Historia es la maestra de la vida”, pero no siempre es así. Ojalá lo fuera. El mismo Marc Bloch dijo algo que la historia era una maestra sin alumnos, porque muchas veces no aprendemos de ella. La Historia nos debiera permitir analizar los errores del pasado para no repetirlos en el futuro, para evitar las confrontaciones bélicas y la muerte de tantas personas.

Marc Bloch también dijo que la Historia no era una sucesión de hechos, “sino el análisis de los orígenes y consecuencias de esos hechos”. Sin embargo, a veces nos olvidamos de analizar los orígenes y las consecuencias de esos acontecimientos de los que formamos parte, de una u otra manera. La Historia también, dijo Marc Bloch, “es una fuente inagotable de aprendizaje y reflexión, que nos permite entender la naturaleza humana y sus contradicciones”, como queriendo decir que si estudiamos la Historia podremos comprender las acciones humanas y sus contradicciones, al mirar con suma atención y sentido crítico las decisiones de personas y grupos sociales en determinadas épocas históricas y reflexionar sobre sus errores y aciertos, comprendiéndonos cada vez más como seres humanos, para poder así construir mejores futuros. Ojalá y así sea.

Que la historia no se repita

¿Por qué decir todo esto? Porque, -otra vez Marc Bloch- “la Historia nos enseña que los seres humanos somos seres imperfectos y que nuestros actos tienen consecuencias, tanto positivas como negativas”. En el caso de la Cristiada, vale la pena recordar este acontecimiento histórico, sus causas, desarrollo, resultados y consecuencias, reflexionando sobre nuestra (defectuosa) naturaleza humana y sobre lo que provocan nuestras acciones en la historia mexicana.

Familia cristera

En el caso de La Cristiada, recordamos para no olvidar, para tomar consciencia, para reflexionar y resignificar un acontecimiento histórico, con la idea de rememorar serenamente un acontecimiento muy doloroso y, a la vez, para visualizar mejores horizontes utópicos en donde convivan pacíficamente diferentes proyectos sociales, en una sociedad cada vez más plural social y religiosamente hablando.

Y también es importante tener memoria histórica para valorar los efectos positivos de aquellos años de la posrevolución, pues, pudiera decirse, que del lado gubernamental representaron años de cierta modernización social y legitimación del Estado nación, y del lado católico, “la sangre de los mártires” representó semilla de renovación del catolicismo en México, como lo han señalado muchos creyentes a la fecha.

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Salvador Camacho Sandoval

Licenciado en Educación por la UAA, Maestro en Ciencias, con especialidad en Educación, por el Departamento de Investigación del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago; es autor y coautor de varios libros, entre ellos: Controversia educativa: entre la ideología y la fe; Historias Latinoamericanas. Reflexiones desde la otra América; La modernización educativa en México; Educación y alternancia política; La vuelta a Aguascalientes en 80 textos; Vaivenes de Utopía. Historia de la educación en Aguascalientes en el siglo XX; Antenas vivas. Conversaciones con artistas de Aguascalientes, y Bugambilias. 100 años de cultura y arte en Aguascalientes. Es Premio John Nuveen en Chicago y Premio Aguascalientes en Humanidades en 2008. Fue profesor invitado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (1999-2010) e investigador en la Universidad de Barcelona, España. Trabajó tres años como Director de Educación Media y Superior en el Instituto de Educación de Aguascalientes y es articulista de temas sobre educación, historia, cultura y política. Actualmente trabaja en la UAA y es Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación.

Salvador Camacho Sandoval

Licenciado en Educación por la UAA, Maestro en Ciencias, con especialidad en Educación, por el Departamento de Investigación del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago; es autor y coautor de varios libros, entre ellos: Controversia educativa: entre la ideología y la fe; Historias Latinoamericanas. Reflexiones desde la otra América; La modernización educativa en México; Educación y alternancia política; La vuelta a Aguascalientes en 80 textos; Vaivenes de Utopía. Historia de la educación en Aguascalientes en el siglo XX; Antenas vivas. Conversaciones con artistas de Aguascalientes, y Bugambilias. 100 años de cultura y arte en Aguascalientes. Es Premio John Nuveen en Chicago y Premio Aguascalientes en Humanidades en 2008. Fue profesor invitado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (1999-2010) e investigador en la Universidad de Barcelona, España. Trabajó tres años como Director de Educación Media y Superior en el Instituto de Educación de Aguascalientes y es articulista de temas sobre educación, historia, cultura y política. Actualmente trabaja en la UAA y es Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación.

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