El desconocimiento de la necesidad de un modelo gubernamental y la falta de capacidad técnica y profesionalización caracterizan a los funcionarios del gobierno federal
Este sábado estará en la Ciudad de Aguascalientes “El Fisgón” para dictar una conferencia sobre “El Buen Gobierno” y entre las preguntas que debe contestar al equipo de la Secretaría de Bienestar convocado, identificamos: ¿El modelo comprende que se deba actuar hasta después de los accidentes en el Metro de la Ciudad de México constituyendo el Comité de Evaluación del estado que priva en el sistema de transporte más utilizado en la capital del país?
También si ¿Corresponde a esta metodología las prácticas que en la delegación de la Secretaría de Bienestar en Aguascalientes, han provocado un rezago en la entrega de tarjetas de cientos de beneficiarios de los programas sociales que tienen uno o dos años esperando formar parte de los programas sociales y desconocen por qué no cuentan con la pensión universal y en cambio se conservan en cajas cientos de tarjetas sin entregar?
Debemos ser tajantes y sostener que las administraciones en el ámbito federal, estatal y municipal del grupo gobernante morenista se alejan, en un paisaje en algunos momentos lleno de nubarrones y en otros con mantos de diferente tamiz, del propósito que constituye encabezar desde una concepción de izquierda los destinos del país.
Todas las cartillas habidas y por haber se esfuman de las manos de los cuadros destacados en la estructura de dirección del gobierno.
Parece que, ante la carencia de políticas que visibilicen un conjunto de instrumentos en operación que marquen la diferencia con respecto a las prácticas corporativas, clientelares y patrimonialistas, se han inclinado los operadores por reproducir y en algunos casos, agregar a los viejos vicios los vicios que compartían en sus partidos de procedencia que no necesariamente son de izquierda.
De hecho, no se dan cuenta que el servicio público es el instrumento más sensible para la formación de ciudadanía, impulsar la revolución de las conciencias y generar una participación basada en la triada López obradorista, que haga sentir el goce y respeto a los derechos de los ciudadanos, al margen del complejo de inferioridad que fomentaban los gobiernos gerenciales.
Por supuesto, ni la austeridad ni la lucha contra la corrupción pueden explicar la crisis que se vive en el sistema gubernamental. Hay, por lo mismo, condiciones derivas de un ejercicio profesional y conductual que han omitido la necesidad de la calidad en el servicio y romper con la concepción gerencial aplicada por los gobiernos anteriores.
El problema es que las formas de organización y de operación prevalecientes radican en una concepción donde la vocación de servicio es sustituido por una visión del poder que descansa en la ineficacia, ineficiencia, complicidad, corrupción, sometimiento del trabajo a un verticalismo gerencial administrativo y por lo tanto de abuso del poder en las estructuras de mando y dirección basadas en la figura del jefecillo y grupos facciosos que poco les interesa establecer vasos comunicantes basados en el respeto y en el resguardo de los derechos de los beneficiarios.
Es increíble, que el programa de 65 años y más y el de discapacitados asome un cochinero que en el levantamiento y captura de la información de los beneficiarios ocurrió también, como otras tantas prácticas obsoletas, en el marco de las nuevas tecnologías, como fue el usar el Excel como software de base de datos.
Si a la oposición se le muriera un ciudadano en las puertas de la oficina de la institución pública, palabras más, palabras menos, le diríamos fascistas, neoliberales mercantilistas, hija del Bolsonaro que se despreocupó por los brasileños en los tiempos de COVID 19.
Diariamente, decenas de beneficiarios que fueron registrados en el 2021 y 2022 regresan a sus casas después de que se les comunica que no tienen sus tarjetas del Banco de Bienestar y no se les explica la razón por la que tienen uno o dos años en espera del plástico, como señala la regla de operación del programa.
Se observa en los beneficiarios impotencia, enojo, desilusión, incapacidad y que se están burlando de ellos. Lo peor es que el año pasado 60% de los beneficiarios registrados no ingresaron al programa debido a cientos de justificaciones que descobijan la negligencia, irresponsabilidad, falta de profesionalismo, incomprensión de los procesos administrativos, desconocimiento de la coordinación y desarrollo de los flujos administrativos correspondientes.
Los votos no se obtienen acusando a la oposición de que quiere bajar los programas sociales como en el Twitter lo reitera Claudio X González, ni conformando un grupo de evaluación como lo ha manifestado Claudia Sheinbaum Pardo tras los frecuentes accidentes en el metro de la Ciudad de México.
Como dice el investigador Alberto Carral: “Estamos en una etapa decisiva que impondrá su sello sobre lo que resta del Siglo XXI”.
El aparato gubernamental le debe mucho a la Cuarta Transformación. No es cierto que tras el triunfo en el 2018 los mejores hombres y mujeres del partido se fueron a la administración pública, como tampoco lo es el que fueran cuadros de la izquierda; tampoco es cierto que estuvieran conscientes de que había un periodo de aprendizaje, porque su incorporación a la administración pública morenista estuvo plagada de prácticas antidemocráticas y de carencias ideológicas y por lo tanto de una vocación distinta a la pregonada por el Presidente de la República.
“La capacidad técnica y profesionalización en el equipo de gobierno” no estaba en la agenda gubernamental y menos el interés por la calidad en el servicio público. Tal parece que no entiende el grupo gobernante que el ejercicio del poder es para servir.