El fango del exgobernador Martín Orozco Sandoval
Desde sus años mozos soñó con hacer la América de México en Aguascalientes. Después de concluir la preparatoria en su natal Santa María de los Ángeles, Jalisco, revisó los objetivos y planes de estudios en diversos plantes para estudiar la licenciatura que lo llevaría alcanzar el éxito económico modelado por la aritmética —reina de las operaciones matemáticas—, y la multiplicación de los cinco panes y los dos peces, como lo hiciera Jesucristo en la montaña, a la orilla del mar de Galilea.
Con la decisión tomada en la soledad de su recamara, les comunicó a sus padres que la licenciatura en contaduría y la Universidad Panamericana eran la elegidas, porque el campus Bonafresa, perdón, Bonaterra, le ofrecía asegurar el futuro de su mujer, hijos, nietos y demás descendencia: “visualizar oportunidades de negocios, identificar riesgos y plantear soluciones operativas, financieras de inversión”, teniendo a la función pública como el principal brazo ejecutor de sus negocios.
Pasada la aduana familiar preparó la maleta con su ropa y el flamante maletín donde guardó el indispensable ábaco y la biografía de Pitágoras, antes de enfilarse a la institución donde llegó para matricularse, considerando que “un contador tiene todas las bases para generar riqueza, centrando las acciones en la integridad humana, que le ayuda a maximizar el valor y la rentabilidad en instituciones gubernamentales como el SAT, SHCP, etc.”, le recordó la colaboradora de la UP-Bonaterra.
El político y empresario, nacido el 25 de junio de 1967, trabajó como contador privado hasta que ingresó al servició público en los gobiernos por el PAN, donde se le desdibujó la “integridad humana” inculcada en el aula universitaria, con negocios mal habidos e ingresos salariales adicionales al amparo del poder.
Al concluir su mandato sexenal en el gobierno estatal (2016-2022) se fue sin aclarar casi tres mil millones de pesos a la Auditoría Superior de la Federación, que descubrió irregularidades provenientes de recursos entregados por la Federación, siendo nueve instituciones gubernamentales las responsables del 34 por ciento del monto que presentó anomalías.
La sentencia firmada por Irma Reyes de Luna, jueza auxiliar interina del Juzgado Segundo Penal, le declaró culpable por los delitos de ejercicio indebido del servicio público y tráfico de influencias en 2007, cuando fungía como alcalde de Aguascalientes.
Sin rubor alguno involucró a sus hijos menores de edad en este ilícito consumado a través de la asociación civil Fruideo A.C., que presuntamente compró un terreno municipal por medio de una triangulación inmobiliaria.
Entregado a plenitud a su ministerio profesional de multiplicar los bolillos y las sardinas para darle de comer a su familia, ingresó a la nómina municipal de Asientos, Aguascalientes el 1 de octubre de 2022, con un salario anual de un millón 165 mil 200 pesos brutos, sin importar que en el primer trimestre de este año, el 38% de la población de Aguascalientes estuvo en situación de pobreza laboral, es decir, que sus ingresos no le alcanzaron para cubrir el costo de la canasta alimentaria básica, de acuerdo a los datos publicados por el CONEVAL.
“Dios se los dio, Dios se los quitó”, musitó el entristecido pueblo de Asientos. El 31 de marzo de este año renunció a la aviadora. El corrupto alcalde José Manuel González Mota, reconoció que el dinero del contribuyente —como si fuera suyo— lo utilizó para fines personales, “porque en la vida hay que tener palabra y ese fue el compromiso”, y le dio “gracias a Dios, ya que no está con nosotros”.
Ahora, el exalcalde y exgobernador, está dedicado de tiempo completo a las estaciones de gasolina ubicadas en Aguascalientes, que es propietario junto con familiares y otros y otras panistas, a través de sociedades anónimas.
Los panistas señalaban, en tiempos prehispánicos, a sus entonces enemigos del PRI de corruptos y ladrones. En innumerables campaña electorales prometían honradez y pulcritud en el manejo del dinero del contribuyente. Pero no fe así. El tiempo dejó en claro que el burro hablaba de orejas, por ejemplo, en el caso de los tres gobernadores del PAN, Felipe González González, Luis Armando Reynoso Femat y Martín Orozco Sandoval.
González González, al margen de la ley, entregó más de un centenar de licencias de transporte público, que fueron revocadas por su sucesor Reynoso Femat; como subsecretario de Gobernación autorizó 176 permisos para centros de apuestas; en un hecho inédito en la vida política de Aguascalientes no concluyó su mandato de seis años.
Reynoso Femat fue sentenciado a dos años y nueve meses de prisión por el uso indebido del ejercicio público y el peculado relacionado con la compra de un tomógrafo con valor de 13.8 millones de pesos, que nunca apareció, por lo menos, en el planeta Tierra.
¿Qué aparecerá a partir del 1 de octubre de 2027 con la primera exgobernadora de Aguascalientes, marido, familiares políticos y colaboradores? No lo sé. Pero queda demostrado que los tres exgobernadores panistas forman parte de la derecha caviar con el dinero público.
Porque alguien tiene que escribirlo: Refiriéndose a la columna anterior, Mataperros con uniforme y charola, Ana Leticia Romo G., agradece por “darle voz a los sin voz. Y eso que no tocaste el tema de que al pobre dueño de sombra lo levantaron tres veces”.
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