El fúnebre PRI
Reconozco que cuando vi la nota en la televisión sobre la renuncia a la presidencia nacional del PRI de René Juárez Cisneros sentí pena ajena pero también mucho gozo. Nunca me imaginé ver un cuadro así. No fue igual incluso cuando perdieron la elección presidencial con Vicente Fox.
El asunto no es la renuncia, que a lo largo de los años han venido y pasado, incluso apenas hace unas semanas cuando el guerrerense había sustituido a Enrique Ochoa Reza, personaje identificado con Peña Nieto y con el candidato perdedor José Antonio Meade. El punto es en qué momento se da el relevo y sobre todo la situación que pasa ahora el partido tricolor.
Caras desencajadas, de personajes que se notaba no querían estar ahí, para afrontar a la gente y reconocer la debacle de su partido, el castigo contundente que les asestó millones de mexicanos, dejándolos en su mínima expresión, como nunca imaginaron, como no había jamás pasado desde su fundación, en el lejano 1929. Desde entonces en varios decenios se repitieron los escenarios del “carro completo”, ahora muy apenas lograron varios diputados y senadores, eso gracias al reparto plurinominal.
Pareciera que aún no se reponen de la golpiza, como si el primero de julio hubiese sido apenas ayer y ya han pasado dos semanas. La renuncia de Rene Juárez no pareciera tener la lógica de su inclusión en alguna de las Cámaras, más parece no querer asumir la engorrosa tarea de reconstruir lo destrozado y recomponer la relación con una base partidista que les ha sido fiel por sobre todo.
Qué bueno que reconozcan eso, haberse divorciado y alejado de sus bases, lo no válido es buscar responsabilidades que sin duda debieran ser compartidas, más allá de las magnitudes que tendrían que asumir los diversos actores. El presidente saliente critica a los neoliberales que se entronizaron en el PRI, olvidando el dicho popular que, “no tiene la culpa el indio sino quien lo hace compadre”. O siguiendo el mismo camino de analogías recordemos a Sor Juana, cuando en redondillas nos dice que, “cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada, la que peca por la paga o quien paga por pecar”.
En todo caso, los que ahora se quejan no hicieron nada por contener a quienes sabían, venían con otras concepciones. Son quienes aceptaron incluso el cambio de Estatutos para permitir la postulación de un candidato externo no miembro del PRI, que aceptaron la decisión vertical del presidente de la República. Ellos cavaron su propia tumba, son entonces culpas y responsabilidades compartidas.
Tampoco podemos olvidar la cultura autoritaria y centralista del PRI, la “democracia” sui géneris seguida de arriba abajo o la cultura clientelar y paternalista, que ahora ha hecho crisis, en gran medida por los escándalos de corrupción e impunidad donde se hayan envueltos dirigentes priístas y políticos de ese cuño.
Lo anterior no es suficiente para explicar lo que le pasó al PRI, hay algunos elementos más que deberemos de considerar. El otrora partido oficial se quedó en el pasado, no interpretó las condiciones actuales, menos aún aquellos escenarios construidos por el desgobierno venido de su cuño o de regímenes ideológicamente similares como los del panismo.
El PRI se ha convertido en un partido viejo, anquilosado, cuyas estructuras corporativas que en el pasado constituyeron su base de apoyo incluso para sus decisiones han dado de sí, sólo quedan sus cúpulas, abajo incluso migraron para votar por otras fuerzas y candidatos. Al respecto habrá que ver lo que este martes en La Jornada Ana de Ita (El voto del campo) publica. Dice: “De los casi 17.7 millones de votos que aporta la sociedad rural a la elección presidencial, más de 8.7 millones fueron para el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia. No es poca cosa que casi la mitad del electorado rural, 49.4 por ciento, haya decidido votar por transformar sus condiciones de vida y al país.” Antes el llamado voto verde era un sector seguro para el priísmo.
El PRI si quiere seguir manteniéndose en la vida política del país, requiere repensarse y refundarse, podría seguir en posturas de centro, más ligadas a la socialdemocracia (espacio que ahora se disputaría con el actual PRD), pero también tendría que reconsiderar las razones que provocaron el hartazgo que hizo que el electorado lo abandonase, si no, será más de lo mismo.
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