El “mello” a la soberanía

El “mello” a la soberanía

Como suele ocurrir, cada que hay un nuevo punto de confrontación ente el gobierno del país y eso que, de manera harto generosa se ha dado en llamar la oposición, la forma, que va desde lo jocoso hasta lo ridículo en ocasiones, termina imponiéndose al fondo, así, en su momento, en lugar de discutir sobre las acciones para prevenir el COVID, la oposición prefirió dedicar días enteros a hablar de los “detentes”, a pesar de que ni siquiera tenían relación al tema del que se estaba hablando, y a partir de ahí lo han manejado como si hubiera sido algo totalmente verídico, y no una invención de ellos mismos.

Esto viene al cuento porque la última reacción de AMLO ante la nueva profecía apocalíptica firmada y auspiciada por el sector conservador fue, literalmente ponerles “uy que miedo” de Chico Ché y la crisis, y no tienen idea de la cantidad de bilis que eso les ha generado a las buenas conciencias del país, como si produjeran cantidades suficientes de manera cotidiana, ahora suman a su indignación moral la “falta de respeto” que el presidente le endilga, desde su perspectiva, ni más ni menos que a los mismísimos Estados Unidos. ¿Dónde se ha visto barbaridad semejante? ¿A dónde vamos a parar?

Pero, como suele ocurrir desde hace casi cuatro años, entre más profundo y cerril es su berrinche, más termina por carcajearse el viejito de Macuspana, a quien nada más le hace falta un enlace a YouTube para pitorrearse de los Nostradamus versión mexicana que vuelven a asegurar, otra vez, que ahora sí, en serio, de verdad, sin lugar a dudas, con absoluta certeza, se nos viene el apocalipsis en forma de las tremendas y malévolas “consultas” gringocanadienses por el tema de la reforma eléctrica y la participación del gobierno y la IP en el mercado eléctrico.

Y es que es para burlarse de los agoreros que tienen desde que inició el sexenio gritando que viene tal o cual lobo, que nada más no termina de llegar. ¿Se acuerdan cuando dijeron que el país se caería porque se canceló la laguna aeropuerto de Texcoco? ¿Qué dejarían de llegar las inversiones y todos se enojarían tanto con México que ya no nos invitarían a cenar a su casa y todo eso? Pues el NAIM se canceló y no pasó nada. ¿Se acuerdan cuando un grupito de jueces se inconformó con algo (creo que, por la austeridad, lo que no sería nada raro) y sacaron una manta y todos los de siempre dijeron que ahora sí todo se había acabado pues iba a haber un choque entre poderes y todo sería terrible? Y tampoco pasó nada, digo, siguen sacando sus amparos a diestra y siniestra, pero no es algo que no hubieran hecho de cualquier forma. ¿O se acuerdan cuando se formó la temible Alianza Federalista y nos decían, los mismos que hoy claman por que los vecinos del norte metan en cintura al irredento “naco” que se atreve a levantarles la voz, que la cosa sería terrible y que iban a romper el pacto federal y casi casi se iban a independizar? Y que creen, tampoco pasó nada, salvo que ahora la mayoría de aquellos de la alianza andan tramitando sus respectivos amparos para evitar que los pesque la justicia.

La lista sigue y sigue, a la menor coyuntura, real o inventada, nos caen encima desde los medios, desde las columnas de opinión y las redacciones más ilustradas y cargadas de posgrados en universidades Ivy League, que declaran, desde la imponente altura de sus títulos y la orfandad de sus extrañados fideicomisos y subvenciones desaparecidas, que todo se ha acabado, que finalmente se terminó la “Luna de miel”, que el fracaso por el que vienen salivando desde el 2018 está justo a la vuelta de la esquina, y nunca les termina de cuajar. La realidad, tercamente, se empeña en no ajustarse a lo que su voluminosa sapiencia quiere dictarle.

Por eso no queda más que chacotearlos, porque ya pasaron, desde hace rato, el punto en donde se les podía tomar en serio para un debate, cuando alguien confunde a un exsecretario de transporte con Richard Gere, o cree seriamente que el hijo del presidente es una señora con una chamarra cara, solo queda dedicarles un chico ché y seguir con la vida. Porque no hay tal apocalipsis, no lo ha habido antes y tampoco lo habrá ahora. Las dichosas consultas son un mecanismo normal, que existe precisamente porque hay tres países que tienen legislaciones y prioridades distintas por lo que, de forma natural, es inevitable que existan formas diferentes de gestionar recursos o proyectos productivos. Tan es normal que ya se han generado este tipo de consultas con anterioridad, de parte de los USA a Canadá, de parte de México a los USA y anteriormente también de USA a México. Y, para variar, no pasó nada. Tan no pasó nada, que nadie sabía antes del show de esta semana, que esos mecanismos existían y funcionaban.

¿Por qué de repente es de lo único que habla la prensa conservadora? ¿Es un tema más peligroso o delicado que los anteriores? Peor que eso, es un negocio más grande, es uno de los negocios más grandes del mundo. Si alguna lección debemos de estar aprendiendo de los acontecimientos y problemas económicos que se han disparado como resultado de la guerra en Ucrania, es que la energía es demasiado importante para tratarla como un negocio. Y de ahí viene el problema, si fuera una consulta por el aguacate, el camarón o el jitomate, la nota no saldría de las páginas de economía y poca gente le prestaría atención. Pero estamos hablando de algo que les duele mucho a las grandes transnacionales, la energía fue su mercado personal y han obtenido, a costillas de los mexicanos (y españoles, y franceses e ingleses y un largo etcétera) billones en ganancias, claro que ahora están interesados en regañar al gobierno rebelde que amenaza quitarles sus millones. Por eso ahora nos enteramos de que existen las consultas, por eso Aristegui y Reforma no para de contarnos al respecto y clamar al cielo por el justo castigo que descenderá del norte sobre el impío gobierno que se atreve a querer que la energía sea por y para los mexicanos. Vaya, nada diferente a lo que ya se vio desde aquel lejano 1938.

Con todo, hay dos cosas interesantes que esta nueva alharaca nos corrobora sobre el tipo social que son los conservadores, las dos están relacionadas y no tienen nada que ver con Chico Ché o algún supuesto insulto al vecino allende el Bravo. La primera es la permanencia, casi eterna de esa cualidad que alguna vez llamamos malinchismo, y que ahora las investigaciones históricas nos permiten ver que es un término mal empleado, por lo que tal vez habría que buscarle otro nombre (“Miramonismo”, “Alpontismo”, no lo sé) pero que esencialmente es esa necesidad de sentirse gobernados por alguien de fuera del país. No lo pueden evitar, algo les ocurre frente a quienes consideran una potencia (eso sí, una potencia blanca y occidental, nada de meter chinos o rusos en el asunto, ahí no hay alcurnia, según ellos) que hace que les tiemblen las rodillas y sientan la irresistible urgencia de hacer genuflexiones a las majestades de los países “civilizados”. Honestamente ya perdí la cuenta de todas las ocasiones en que la oposición ha ido a llorar a puertas ajenas para quejarse amargamente de que aquí en casas ya nadie los pela. Da lo mismo que sea la OEA, la ONU, el rey de España, el embajador Salazar, el chiste es ir a buscar alguien de afuera que aplaque a los morenos que siguen creyéndose que el país es suyo solo porque el país es suyo.

Porque en el fondo de ese miramonismo, de esa pretensión de que alguien de afuera venga a resolver lo de adentro, igual que con Iturbide, igual que con Maximiliano, igual que con el afrancesamiento del Porfiriato, igual que con los doctores de Harvard, lo que habita es un profundo y estructural desprecio al país en el que viven, y en el que algunos hasta nacieron. El 90% de los peores pitonisos del desastre que viene sufren su nacionalidad como un estigma, sienten una profunda nostalgia por tierras, culturas y formas de vida que han probado una u otra vez, pero que no son las del lugar que los vio llegar al mundo y suspiran eternamente por el día en que México se vuelva un país “civilizado”, que no es otra cosa que decir que quieren que sea como ese país mítico que conocieron en sus posgrados, en sus visitas a Disneyland o la Fifth Avenue, en sus vacaciones a Europa, en las historias que sus padres o abuelos les han contado con infinita añoranza.

No se hallan a gusto siendo mexicanos, por eso les molesta tanto que el gobierno actual pretenda implementar políticas que fortalezcan la capacidad de decisión y el control de los mexicanos de lo que es suyo, de lo que es nuestro. Les incomoda la idea que México pueda hacer algo sin pedirle permiso a Estados Unidos, les produce un enorme disgusto que el país sea capaz de resolver sus problemas sin pedir asesoría, dinero o protección a los “desarrollados”, porque entonces México no se convertirá en lo que han soñado tanto, en esa versión de parque temático de los países en los que viven mentalmente, seguirá siendo ese mundo salvaje y bárbaro, apto solamente para tomarse selfies en pueblos mágicos, pero no para vivir en él. Si México es soberano, entonces ya no es una colonia, que es lo que tanto han querido desde que sus antepasados fueron a un palacio en Italia a pedirle a un austríaco que fuera rey. Y un México soberano, a eso sí le tienen miedo, y eso sí los tiene temblando.

 

Darío Zepeda Galván

Sociólogo UAA. Antropólogo UAM Iztapalapa

Darío Zepeda Galván

Sociólogo UAA. Antropólogo UAM Iztapalapa

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