El poder judicial por otro camino
[bctt tweet=»“la democratización generalmente se acompaña de una expansión en el alcance y el nivel del Poder Judicial. Pero esa afirmación general oculta una gran diversidad de variantes, que nos conmina a examinar la dinámica en contextos particulares. » username=»crisolhoy»]
Es correcta la independencia de los tres poderes en México, durante décadas estuvimos peleando por ello y refutando la supeditación del Legislativo y Judicial con respecto al Ejecutivo, tal como ocurría hasta hace poco, cuando éste último dictaba por los otros dos. Pero también teníamos claro que las manifestaciones prácticas de los tres, vestían al Estado de un equilibrio y congruencia institucional.
Pero tampoco, al amparo de la presunta independencia, se debe ir por caminos distintos, ninguno puede dictarle al otro qué hacer, pero los tres si tienen que empujar el interés de todos, no el particular, como pareciera que si lo hace el Poder Judicial mexicano.
Después de las elecciones federales del año pasado, el Poder Ejecutivo y Legislativo se renovó, cambió al ser integrados por una coalición distinta a la prevaleciente hasta entonces, alternándose con una fuerza defensora de una visión completamente diferente al PRIAN, que no sólo está hablando de cambio de gobierno sino de régimen.
Sin embargo, el Poder Judicial quedó intocado, con magistrados que llegaron ahí gracias a la visión diferente a la actual, más ligados a posturas legales neoliberales. Y pareciera que no pasa nada, que los tiempos son como en el pasado. Las leyes serán las mismas de antes, pero la situación no. Es su obligación salvaguardar la legalidad, pero también la legitimidad.
No es cuestión entonces sólo asegurar la salvaguarda de un marco legal, también implica hacerlo con sentido ético. Y eso no ocurre con el Poder Judicial mexicano, que se ha encargado de atizarle el fuego de su propio desprestigio. En su momento, a este tipo de instituciones fue a las que mandó al diablo López Obrador, y con razón.
Pareciera que olvida que el sentido ético se complementa con el Derecho. También el papel que puede jugar el Poder Judicial en el proceso democratizador en el país, de tal manera que nos indica que se ha quedado atrás y no está a la altura de las nuevas circunstancias.
Al respecto coincido con Tom Ginsburg, quien en un artículo de la revista Nexos planea que, “la democratización generalmente se acompaña de una expansión en el alcance y el nivel del Poder Judicial. Pero esa afirmación general oculta una gran diversidad de variantes, que nos conmina a examinar la dinámica en contextos particulares. Al examinar el papel de cualquier alto tribunal en particular, debemos tomar en cuenta el entorno institucional, la socialización, las actitudes de los jueces y las respuestas de otras partes involucradas del sistema político hacia el Poder Judicial”.
Desde el principio del nuevo sexenio empezó mal el Poder Judicial, al darle teoría forzada para al final oponerse a la Ley de Austeridad y de remuneraciones de los funcionarios públicos. Siempre defendieron sus escandalosos salarios de más de medio millón de pesos mensuales en un pueblo de pobres. Se promovió por entonces amparos colectivos de parte de jueces y magistrados. Quién puede respetar a alguien que defiende por sobre todo sus beneficios, pero no hace lo mismo con el resto de la ciudadanía. Yo por lo menos ¡no!
Poco antes de la toma de posesión de López Obrador como Presidente de la república, el anterior titular de la Corte, José Ramón Cossío Díaz, lo consideró como un gobierno que quiere hacer “lo que le venga en gana”, cuando siempre habían actuado al amparo de los designios e indicaciones del Ejecutivo en turno. Pero como muchos, su memoria es de corto alcance.
Hasta ahora se han salido con la suya. Se hay convertido en un dique entorpecedor de la Cuarta Transformación y no precisamente por defender la legalidad en el país. Recientemente algunos jueces han amparado a personajes de alto nivel acusados de corrupción, como fue el caso de Alonso Ancira y a Emilio Lozoya Austin, recurso este último que quedó afortunadamente sin efecto al no comparecer el exdirector de Pemex.
Lo resaltable es que son los mismos jueces que otorgan tales amparos o se involucran a casos de individuos del crimen organizado, con las consabidas resoluciones cuestionables, sin que la Judicatura haga algo o sancione a los jueces de dudosa y poco profesional función.
Nadie del Poder Judicial estuvo presente en el acto del sábado pasado en Tijuana, que implicaba cerrar filas contra la bravuconada de Trump. No importaba color, partido, forma de pensar, como quedó reflejado en el plural presídium del evento. Los magistrados se cuidaron de qué? Cuando no lo hacen al saberse que precisamente el gobierno norteamericano está investigando al magistrado Medina Mora.
Es tiempo de ponerle un alto al Poder Judicial, eso no le toca al Ejecutivo, pero si al Legislativo.