“El teléfono negro” (“THE BLACK PHONE”)
En ésta temporada de “vacas flacas” para el cine de horror de calidad (y por supuesto ésos bodrios añejos como “Diavlo” que sólo retacan una empobrecida cartelera no cuentan) ésta película es un bienvenido regreso a la narrativa de género que sólo echa mano de la herramienta sobrenatural como soporte para una trama enfocada en aspectos dramáticos bien trabajados y con un estupendo cuadro de actores que nos remite a los thrillers setenteros más psicológicos que efectistas.
Y hablando de la era del poliéster, los pantalones de campana y la música disco, ésa es la época donde se ambienta “El Teléfono Negro”, trabajo inteligente y sensible del realizador Scott Derrickson (“El Exorcismo de Emily Rose”, “Siniestro”) que aprovecha la aspereza plástica con que se remite dicho período histórico en el cine de aquel entonces para retratar su filme con aquellos tonos deslavados e iluminación más bien natural que inoculan un relativo sentido de realismo mientras se afana en procrear una naturaleza dramática que nos habla de seres humanos en situaciones extremas.
El punto focal es Finney (Mason Thames) un jovencito de secundaria que vive con su hermana Gwen (Madeleine MacGraw) y su alcohólico padre Terrence (Jeremy Davies). La relación entre hermanos es pivote en el argumento, pues su dinámica es afectuosa y estrecha lo que servirá narrativamente a varios propósitos, pues la vida de Finney es ser golpeado con regularidad por los abusones del salón viéndose asistido por Gwen –quien llega a recibir dos o tres puñetazos a expensas de su labor salvadora- mientras ambos padecen los embates de su beodo progenitor quien vive en eterna amargura por el suicidio de su esposa, una mujer quien decía tener visiones del futuro mediante sus sueños.
Mientras tanto el pueblo donde habitan se ve asolado por un maniaco (Ethan Hawke) que secuestra niños seduciéndolos con un atuendo de mago y globos negros para después llevarlos en su oscura furgoneta. Finney termina cayendo en sus garras y ahora, preso en el sótano insonorizado, insalubre y con un teléfono negro desconectado del ominoso raptor, descubrirá que tiene la habilidad de comunicarse con las antiguas víctimas de su captor cuando éstas se contactan con el chico a través del teléfono dotándole conocimiento y pistas sobre cómo escapar del lugar o lidiar con el psicópata, un hombre de matices extraños que porta distintas máscaras para cubrir diversas partes de su rostro y de quien no se sabe algo, ni siquiera su nombre.
Ahora cae en Gwen, quien ha heredado la videncia onírica de su madre el tratar de rescatarlo Derrickson cumple al contar con mucha naturalidad y honestidad un relato que adapta el cuento corto de Joe Hill (hijo de Stephen King) donde los nudos dramáticos se forman no sólo ante el predicamento del muchacho, sino a través de los procesos cotidianos que arman su marco narrativo como la relación fracturada con su padre, la amistad que traba con un chico mexicano muy hábil para los puñetazos antes de ser raptado o los asedios por parte de los bullies.
Cada fragmento construye parte de las herramientas emocionales que le darán a Finney los medios para enfrentar su escabrosa situación sin caer en los baches rosas de la autosuperación. Además, Derrickson no teme retratar elementos como la violencia entre chamacos o intrafamiliar con relativa crudeza, aspectos que curiosamente se reserva para el primer acto y mitiga cuando nuestro protagonista está cautivo, acentuando el drama en base a los interesantes intercambios entre Finney y los espectros telefónicos que hacen incluso de ellos personajes hechos y derechos más que puntos de inflexión tétrica.
Todos los actores se sumergen en sus personajes y la verosimilitud que imprimen a sus papeles ayudan a que éste thriller con ribetes sobrenaturales se perciba y luzca sólido. “El Teléfono Negro” es una grata sorpresa que deberá gustar tanto a los aficionados al cine de terror como al público en general, por lo que bien vale tomar ésta llamada del director Scott Derrickson.