Perfect days
Mucho se coincide en que Win Wenders, en su última película, rinde homenaje a su maestro declarado, el enorme Yasujiro Ozu, considerado uno de los más importantes de la historia del cine japonés.
Yasujiro Ozu fue un director de cine japonés nacido el 12 de diciembre de 1903 y fallecido el 12 de diciembre de 1963. Es considerado uno de los cineastas más importantes en la historia del cine japonés y uno de los más influyentes a nivel mundial. Su estilo cinematográfico único y su enfoque en retratar la vida cotidiana y las relaciones familiares lo distinguen como un maestro del cine íntimo y reflexivo.
Ozu es conocido por sus meticulosas composiciones visuales, su uso distintivo de la cámara baja (a menudo situada a la altura de los tatamis, las esteras tradicionales japonesas), y su capacidad para capturar la esencia de la vida japonesa en sus películas. Entre sus obras más destacadas se encuentran «Cuentos de Tokyo» (Tokyo Monogatari) de 1953, «Cuentos de la luna pálida» (Ugetsu monogatari) de 1953, y «Cuentos de la luna vaga después de la lluvia» (Ugetsu) de 1953. Sus películas suelen explorar temas como la familia, la tradición, el cambio social y la transición entre generaciones.
Aunque no fue muy reconocido internacionalmente durante su vida, su trabajo ha sido objeto de un creciente reconocimiento y admiración en años posteriores, influyendo en numerosos cineastas contemporáneos y siendo objeto de estudio en instituciones cinematográficas de todo el mundo.
En sus películas, entre las que destacan «Cuentos de Tokyo» (1953), «El comienzo del verano» (1951) y «Primavera tardía» (1949), se caracterizan por su estilo visual único, su amor por los detalles y su sutileza al ahondar en los sentimientos y emociones de sus personajes, involucrando un espacio tan íntimo como el familiar. Después de cuatro décadas, Wenders regresa a estos escenarios que tanto le apasionan y que son terreno fértil para su creatividad. Recordemos el documental «Tokyo-ga» que dirige en 1989, donde va en busca de la esencia que tenían las películas del gran director japonés. Con este preámbulo y referencia, el cineasta alemán dirige «Perfect days».
La película Perfect days que toma de Yasujiro Ozu según la crítica Win Wenders
«Perfect Days» ha sido interpretada por algunos críticos como un homenaje a Yasujiro Ozu, el aclamado director japonés. En este sentido, se puede percibir la influencia de Ozu en diversos aspectos de la película, desde su enfoque en la vida cotidiana y las relaciones humanas hasta su estilo visual y narrativo.
Tanto Win Wenders como Yasujiro Ozu tienen estilos de narrativa distintivos que han dejado una marca significativa en la historia del cine.
Exploración de la soledad y la búsqueda de identidad: Wenders tiende a centrarse en personajes solitarios que están en busca de un propósito o una conexión emocional. Sus películas a menudo exploran temas de alienación, viaje interior y búsqueda de identidad.
Ambientes evocadores y paisajes desolados: Wenders es conocido por su habilidad para capturar paisajes y ambientes evocadores que complementan los estados de ánimo de sus personajes. Sus películas a menudo presentan escenarios desolados y melancólicos que reflejan el estado emocional de los protagonistas.
Colaboración con músicos y uso de la música como elemento narrativo: Wenders ha colaborado con músicos destacados en varias de sus películas y utiliza la música como un elemento narrativo importante para transmitir emociones y profundizar la atmósfera de sus historias.
Aunque los estilos de narrativa de Ozu y Wenders son distintos, ambos comparten un enfoque en la exploración de la condición humana y una sensibilidad para capturar la belleza en lo mundano.
Wenders, al parecer, ha tomado inspiración de Ozu en la creación de «Perfect Days», lo que puede reflejarse en la atención meticulosa a los detalles, la sutileza en la exploración de los sentimientos de los personajes y la representación de la vida familiar y la cotidianidad. Además, la película puede hacer referencia a temas recurrentes en la filmografía de Ozu, como la tradición, el cambio social y la relación entre padres e hijos.
Aunque no tengo información específica sobre la interpretación de «Perfect Days» como una obra que toma de Yasujiro Ozu, parece plausible que Wenders haya incorporado elementos y referencias al estilo y la temática de Ozu en su película, como un gesto de admiración y homenaje hacia este maestro del cine japonés.
Perfect days
El protagonista, Hirayama, es un limpiador de los baños públicos de Tokio, interpretado magníficamente por Kôji Yakusho, premiado como mejor actor en el Festival de Cannes. Es entusiasta de sus rutinas y un personaje gozoso de la vida, ya sea más o menos estética o aparentemente atractiva en su perspectiva. Su actitud nos deja ver a un hombre en perfecto equilibrio entre su vida laboral y sus aficiones, mostrándose auténtico sin pretenderlo, principalmente porque el ejercicio que hace es real y está sustentado por la aceptación de la realidad y por una apreciación cotidiana sobre lo que significa estar vivo. Hirayama se resiste al mundo digital que nos domina y sigue viviendo en analógico. Sigue escuchando sus viejos casetes de rock anglosajón de los años 60 y 70, con clásicos de The Animals, Patti Smith, Van Morrison, The Velvet Underground, Otis Redding, The Rolling Stones y Lou Reed. Este último con una gran canción que incluso evoca el título de la película.
Es un momento tan logrado y que funciona increíblemente en conjunto con las imágenes, que nos lleva a sacarnos de la sala de cine y tener un Momento Perfecto. En particular, esta misma canción se amolda también en un clásico de Danny Boyle («Trainspotting») de 1996 y, a mi parecer, con el mismo ritmo, aunque en contextos demasiado extremos.
Mientras suena «Feeling Good» de Nina Simone de fondo, vemos un primer plano de Hirayama emocionado mientras conduce su furgoneta (escena perfecta de una road movie) y está en total sintonía con la letra de esta canción. Se crea un momento irrepetible que hace referencia a la esperanza, a los nuevos comienzos, a sentirse bien con la naturaleza, con la libertad y con la vida. En un final tan bien llevado en ritmo y forma, Wenders parece evocar lo atemporal.