El valor de un milagro
[bctt tweet=»–Pues, veras… No es fácil, Margarita. Los milagros son muy escasos… ¿De qué está enfermo tu padre?» username=»crisolhoy»]
Basado en una historia “verídica”, de esas que circulan por cientos en las redes.
La pequeña Margarita escuchaba atónita tras de la puerta las palabras que el médico decía a la madre de la niña, sin comprender lo que escuchaba:
–El asunto es muy grave, señora. Su marido tiene una enfermedad muy grave de la que no se sabe aún casi nada. Sólo hay un médico que la ha estudiado y podría operar. Lo siento, pero sólo un milagro podría salvar la vida del paciente… yo no puedo hacer más por él.
Margarita corrió a donde tenía su alcancía y no dudó en romperla para extraer de sus entrañas los escasos pesos y centavos que contenía. Con las monedas en la mano corrió hasta su madre y estiró sus manitas ofreciéndole el metálico.
–Toma, mamita, con esto podrás comprar lo que hace falta para curar a papito.
Con los ojos arrasados, abrazó a la niña instando a que guardase las monedas en su vestidito.
–Gracias, hija, pero lo que necesitamos ahora es comprar un milagro.
La niña creyó entender. Guardó sus monedas y salió a la calle.
Llegó hasta la tienda del barrio, y preguntó a don Julián, el tendero que siempre la obsequiaba con algunos caramelos cuando su madre la llevaba a surtir su despensa:
–Oiga, señor, ¿puedo comprar aquí un milagro? ¡Traigo mucho dinero!–
Poniendo en el mostrador cuanto llevaba en los bolsillos de su vestido.
Si alguien era paciente en el mundo, era Julián. Así que se recargó en el mostrador para estar más cerca de la pequeña, y preguntó:
–¿Y para qué necesita una princesa como tú un milagro?
–Escuché al doctor decirle a mi mamita que se necesitaba uno para curar a mi papá. Y mi mami me dijo que había qué comprarlo.
Julián había oído hacía días que el padre de la pequeña Margarita estaba enfermo, pero desconocía la gravedad del asunto. Se tornó serio, salió de detrás del mostrador. Tomó a la pequeña niña, la sentó sobre el mostrador y le dijo:
–Pues, veras… No es fácil, Margarita. Los milagros son muy escasos… ¿De qué está enfermo tu padre?
–No sé. Se queja mucho y huele raro.
–¿Raro? ¿Cómo raro?
–Pues no sé, como a flores.
Un cliente de la tienda que escuchaba la conversación, al principio divertido por la locuacidad de la pequeña, puso especial atención con la última frase de la niña.
–¿A Flores? –Preguntó– ¿Cómo a qué flores?
–Como rosas, creo.
–Mmm, pues sí, es un olor raro. ¿Me llevas a tu casa? Quisiera ver a tu padre.
En efecto. El milagro se hizo. La niña describió el único síntoma que delataba a la extraña enfermedad, y por obra del mismo, el cliente, que pasaba por ahí y había detenido su auto para comprar alguna cosa, era el médico que había investigado la extraña enfermedad los últimos 5 años.
El padre de Margarita fue operado a tiempo y el médico cobró por sus servicios $4.75, que era la suma que la alcancía le había entregado a la niña.
¿Cuánto cuesta un milagro…? ¡A veces menos de cinco pesos!
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