En torno a los salarios
Vale la pena comentar sobre la propuesta de López Obrador para bajar los salarios de los funcionarios de alto nivel, que ha concitado una amplia reacción de la oposición de derecha, entre ellos, los mismos que se pudieran ver afectados. No es una propuesta nueva del virtual presidente electo, ya la había aplicado en su gestión como Jefe de Gobierno capitalino, pero como en aquella ocasión no afectó a legisladores, funcionarios de paraestatales ni ministros de la Corte, pues estos no consideraron como válido seguir u opinar.
Lo que si puedo comentar es que a mi me tocó vivir de cerca la medida. De ello puedo decir lo siguiente, anticipando que siempre estuve y estoy ahora de acuerdo. Parto de que entonces como ahora los niveles salariales de la estructura superior del gobierno federal (ya no digamos otros organismos) estaba y está muy por encima de estructuras similares a nivel del Gobierno del Distrito Federal (hoy de la Ciudad de México). Un director general federal ganaba cuarenta por ciento más del mismo Jefe de Gobierno capitalino.
Aun así, al llegar AMLO se respetaron los salarios en el mes de diciembre del 2000, pues no se podían disminuir los salarios fijados y devengados hasta ese momento, solicitándose la renuncia con fecha 31 de diciembre. Pero a partir de enero del siguiente año, se nombró en el mismo cargo pero con un salario menor correspondiente a un diez por ciento a la baja. A los años siguientes sólo se incrementaron lo que se aprobaba por la instancia correspondiente. Esto permitió tener un ahorro sumado a la supresión de privilegios como celulares, gasolina, gastos de “representación”, entre otros, con lo cual se pudo tener recursos para programas sociales.
Ahora el ahorro sería mucho mayor, por el tamaño del aparato gubernamental federal, pero también por las escandalosas asignaciones salariales, que son un insulto para la mayoría de los mexicanos, los cuales está claro han recibido positivamente la propuesta y exigen que realmente se aplique y el que no está de acuerdo con ello, que renuncie y busque trabajo donde le paguen lo que pide. ¡a ver si se lo merece y tiene la capacidad para devengarlo!
Otro aspecto que me ha causado enojo e indignación es la reacción y argumentos defendidos por quienes durante muchos años se han aprovechado y de estar cerca de la cúpula del poder. Algunos ministros han señalado que los montos salariales que tienen son para que “no les lleguen al precio” y algunos legisladores “para que no roben”. No sólo son cínicos y aceptan que son corruptos, también es una confesión de parte. Para qué queremos personajes que piensen así.
No fueron las únicas reacciones. A ellas también se suma el acuerdo de Hacienda adoptado antes de las elecciones y con retroactividad al primero de enero, para incrementar el salario de la alta burocracia. A esto se suma el aumento en premios y reconocimientos. Su argumento fue mantener la no disminución del poder adquisitivo.
Eso si, ni ministros, ni legisladores ni funcionarios de Hacienda han reaccionado a la situación de la mayoría de los mexicanos económicamente activos, que como lo reporta trimestralmente la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo que levanta el INEGI, perciben menos de dos salarios mínimos, con lo cual no se puede vivir en suficiencia y decoro, no obstante que hace años el panista Ernesto Cordero haya dicho que con seis mil pesos al mes una familia tenía suficiente para los gastos mínimos necesarios.
La actitud de los anteriores funcionarios y políticos muestran su real preocupación de la situación que priva en la mayoría de los mexicanos, pero también desdeñan la situación de éstos, no les importa, viven la igualdad y equidad solo discursivamente, pero cuando políticas como las anunciadas los alcanza, entonces aflora lo que realmente son. Así no los queremos.
La intención de la medida propuesta por López Obrador va en el sentido de redistribuir equitativamente la riqueza, bajar los salarios de los altos funcionarios y subir los que mantienen bajas percepciones. Sin embargo, los opositores generalizan la consideraciones y ahora afirman que ello afectará la recaudación tributaria, cuando es bien sabido que los que debieran aportar más, buscan la vía para deducir y no dar lo que les correspondería.
No es solamente una visión austera y juarista del nuevo gobierno, también es una cuestión de justicia y congruencia. Eso lo sabe la muy bien la gente, sobre todo los treinta millones de mexicanos que votamos por el cambio.
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