Ética para la vida. Genocidio y extinción

Aunque la mayoría de los mortales fluctuamos constantemente entre la filantropía y la misantropía, entre el egoísmo y la solidaridad con el prójimo y el planeta, sigue habiendo senda si apostamos por la esperanza y las utopías igualitarias.
En estos momentos críticos donde somos testigos presenciales de un genocidio en pleno siglo XXI, es imposible no evocar los muchos que ha habido en la historia de la humanidad, sólo por destacar los más recientes podemos recordar los siguientes:

Estos genocidios evidentemente no fueron accidentes, fueron posibles por odio cultivado, impunidad y silencio. Como hoy sucede en Gaza, el exterminio ha sido deliberado y sistemático. Con la intencionalidad clara de eliminar a un grupo humano el cual suele ir acompañado de tortura, impedimento de hacer llegar la ayuda internacional, deportaciones, violaciones y otros crímenes de lesa humanidad.

En todos los casos comenzaron con discursos que presentan a las víctimas como amenazas, subhumanos o traidores. Igual en todos los casos el aparato del Estado (o grupos paramilitares apoyados por él) fue clave para organizar los asesinatos. En la mayoría, la comunidad internacional reaccionó tarde o no intervino hasta después de las masacres y en todos se instrumentaron ideologías políticas o religiosas usadas para justificar el exterminio.
Su ámbito es social y político y aunque podemos mencionar algunas estrategias para frenarlo, tales como: Promover empatía y respeto por la diversidad cultural, étnica y religiosa; denunciar discursos de odio y señales tempranas de violencia sistemática; exigencia de protección a minorías o actuar ante señales de radicalización, es evidente que no han servido de mucho.
Es por todos sabido que la colonización europea, en América, África, Asia y Oceanía, tuvo un impacto devastador sobre numerosas comunidades indígenas y grupos étnicos, muchos de los cuales fueron desplazados, exterminados o asimilados forzadamente. Se desconoce el número de víctimas debido a la complejidad histórica, la falta de registros precisos y la variedad de procesos coloniales en diferentes regiones, aunque en América (siglo XV al XIX) se estima que millones de indígenas (posiblemente entre 50 y 100 millones) murieron, cierto que muchos por enfermedades, pero también por violencia directa y genocidio.
Además, se sabe que decenas de grupos étnicos desaparecieron completamente, como los Taínos en el Caribe, los Selk’nam en Tierra del Fuego y muchos otros pueblos menos conocidos. El panorama no cambia mucho en África, Asia u Oceanía. La colonización combinó genocidio, desplazamiento forzado, aculturación y enfermedades, lo que hizo que la desaparición fuera gradual y a veces silenciosa.
Ante tanta atrocidad, nos indignamos en especial ante los números de víctimas.
Sin embargo, en apariencia somos inconscientes y ciegos ante la cantidad de animales que hemos asesinado e incluso exterminado. La diferencia entre genocidio y extinción radica en quién es la víctima, y el contexto en que ocurre pues quién lo causa, siempre es la especie humana.
Según datos de la Lista Roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), se han confirmado más de 900 especies animales extintas desde el año 1500, éste número incluye mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces e invertebrados. Conservadoramente hablando se puede estimar cientos de miles de millones de individuos animales en los últimos 500 años.

Esto sin considerar las muchas especies se extinguieron sin ser registradas por la ciencia («extinción silenciosa») o aquellas que están extintas funcionalmente, aunque no reconocidas aun oficialmente.
La tasa de extinción actual es de 100 a 1,000 veces mayor que la tasa natural de fondo. Se estima que más de un millón de especies (incluyendo animales y plantas) están en peligro de extinción en las próximas décadas, según un informe de IPBES (2019).

Cada especie extinta representa una pérdida irreversible de biodiversidad, conocimientos biológicos, funciones ecológicas y el colapso de cadenas alimenticias completas.
Pero sobretodo, implica el sufrimiento de millones de individuos, seres sintientes tal como lo es la especie humana.
Recordemos que la extinción (la desaparición total de una especie animal, vegetal u otro organismo de la Tierra) puede ser natural o causada por el ser humano por sus hábitos depredadores como la caza excesiva, la destrucción de hábitat, la contaminación, y el consecuente cambio climático.
A diferencia del genocidio, “no siempre es intencional”, afecta a todas las poblaciones de una especie y puede ser lenta o rápida, pero ambos fenómenos son en gran parte, productos de la voracidad humana, abuso y brutalidad, ya sea por poder, recursos, ideologías o negligencia. Aunque se manifiestan en ámbitos distintos —uno social y político, otro ecológico y biológico— comparten una raíz común: la falta de respeto por la vida y la diversidad, humana y no humana.
Lobo Tasmania
Comparto algunas especies extintas por exceso de caza:


Especies extintas por pérdida de hábitat (una de las principales causas de extinción de especies animales, incluso más que la caza directa). Al calce eso me recuerda dos casos cercanos en nuestra entidad, la lucha por los hábitats de diversas especies endémicas como sucede en “La pona” y “El bosque de Cobos”.


Algunos animales extintos (o funcionalmente extintos) por medicina o superstición:


Cabe notar que muchas especies como el pangolín, el oso asiático, el tigre y varias especies de rinoceronte aún están al borde de la extinción por estos motivos. La lucha incluye educación y leyes internacionales.
Algunos ejemplos de animales extintos por consumo humano (alimentación).

Algunas especies, como la paloma migratoria, tenían poblaciones inmensas, lo que demuestra que incluso grandes números no garantizan supervivencia si la explotación es sistemática.

En muchos casos no hubo ninguna protección legal hasta que fue demasiado tarde.
Hay muchos más ejemplos, incluso uno que atañe a nuestro país, el conocido caso de la vaquita marina (Phocoena sinus), el mamífero marino más amenazado del planeta, y está al borde de la extinción. Es un pequeño cetáceo endémico del norte del Golfo de California (México). Quedan menos de 10 individuos (algunas estimaciones hablan de 6-8).
Se considera funcionalmente extinta, porque es muy poco probable que una población tan pequeña se recupere sin intervención extrema.
A pesar de los esfuerzos, (zona de tolerancia cero (ZTA) en el Alto Golfo de California; Campañas de conservación y monitoreo acústico; Prohibición del uso de redes de enmalle; Intervención de ONGs y vigilancia marina (Sea Shepherd), la pesca ilegal continúa, y la vaquita está atrapada en una situación crítica. La combinación de crimen organizado, alta demanda de la vejiga de totoaba y escasa voluntad política complica su salvación.

Estudios recientes muestran que las vaquitas aún pueden reproducirse si se eliminan completamente las redes de pesca ilegales. Cada año que sobreviven, la posibilidad de recuperación existe, pero el tiempo se acaba.
Por último, cabe destacar que, así como hay formas de frenar los genocidios, también las hay para la extinción, aunque su dimensión es ecológica y ambiental.
Así, es urgente la conservación de hábitats y reservas naturales protegiendo ecosistemas críticos de selvas, arrecifes y humedales. Así mismo fomentar corredores biológicos para especies migratorias.
En cuanto al combate de caza furtiva y el tráfico de especies, es urgente fortalecer leyes, aumentar penas y fomentar la vigilancia internacional y paralelamente, promover alternativas económicas sostenibles para comunidades locales.
Por supuesto se requiere hacer esfuerzos para realizar cambios en los patrones de consumo, mediante un dispendio ético y consciente, así como extinguir aquellos productos derivados de animales, pero en especial de aquellos en peligro o del hábitat destruido (como el aceite de palma no sustentable).
Urgente es empezar la Educación ambiental desde edades tempranas para crear una cultura de respeto hacia todos los seres vivos y vincular la protección del planeta con el bienestar humano.
Cumplir con las Políticas globales coordinadas, es decir los acuerdos internacionales como el Convenio sobre la Diversidad Biológica o el Acuerdo de París, e incluso fortalecerse.
Sólo para concluir quiero resaltar que ambos fenómenos —genocidio y extinción— se frenan cuando desarrollamos una ética que valore la vida en todas sus formas. Eso implica cambiar no solo leyes, sino también las mentes, corazones y sistemas. Esperando estas letras colaboren para este fin.
Ana Romo jaulericavida1@outlook.es