Floyd – Trump, Alfaro – AMLO?
¿Habrá un ‘caso Floyd’ en México?: es el título con elcual inicia la opinión del periodista Enrique Quintana, publicada el 5 de junio de 2020 en el diario el Financiero. En el hilo narrativo del artículo se nos conduce por reflexiones que muestran las inquietudes de quien lo firma en torno a los acontecimientos de protestas y violencia en Estados Unidos, así como la propia acaecidas en recientes fechas en Guadalajara Jalisco, sus implicaciones para el escenario electoral y político de Estados Unidos y las imbricaciones para posibles escenarios en México.
Vamos por partes:
ESTADOS UNIDOS
[bctt tweet=»El riesgo de que movimientos sociales pueden desencadenar violencia se multiplica cuando en el mundo social se acumulan factores externos a la lucha de clases» username=»crisolhoy»]
El vecino del norte se ha visto inmerso en las últimas semanas en una serie de protestas ciudadanas las cuales se han replicado en importante número de ciudades de la Unión Americana. Luego de que fuera viral por redes sociales un video en el que policías de Mineápolis dieran muerte a un ciudadano de color de nombre George Floyd.
Los defensores de los derechos civiles en la Unión Americana no tardaron en convocar a la ciudadanía para salir a la calle y protestar por el hecho que terminó con la vida de George Floyd. Al mismo tiempo los organizadores y participantes de las protestas recordaron que en Estados Unidos se vive una escalada de odio y racismo público que existe en el <<Estados Unidos profundo>>, y el cual en las últimas fechas, ha sido alimentado por las mismas actitudes y declaraciones de su actual presidente Donald Trump: quien denigra y minimiza a sus opositores con comentarios de odio y racismo. Estrategia que el inquilino actual de la Casa Blanca utiliza de forma indiscriminada en su actuar público y privado. Prácticamente desde la década de los ochenta, Donald Trump se transformó en figura pública e icono de la cultura “pop” de norteamérica, como referente de los empresarios y el poder económico de aquella nación, capital simbólico basado en valores de signo <dinero>> así como <<odio>> y <<racismo>> que le dieron popularidad a Donald. Ese capital simbólico lo invirtió en una lucha por la Casa Blanca, en donde ante el hartazgo de los ciudadanos norteamericanos por una generación de políticos “políticamente correctos” que lo precedieron en la Casa Blanca vieron como algo fresco y vitalizante que un candidato desnudara los valores de el <<Estados Unidos profundo>>. Tanta fue popularidad que fue suficiente para lograr despertarlo y con ello la simpatía electoral suficiente para triunfar en las elecciones por el poder ejecutivo de los Estados Unidos en 2017.
Sin embargo esa estrategia de publicidad electoral no ha sido suficiente para crear condiciones de gobernabilidad en los Estados Unidos. El uso de la violencia simbólica del mandatario en contra de sus opositores ha funcionado para crear divisiones y un mayor odio entre la población que ahora manifiestan en forma de protestas públicas sus deseos de venganza social.
Como mencioné en mi participación anterior para este medio: Marchas: #AMLOVETEYA, la estrategia produce más <<MIEDO>>”, e implícitamente polariza a los actores sociales, invitándolos a tomar actitudes de fanatismo que se traducen en <<intolerancia>> y <<violencia>>: la estrategia de <<miedo>> que se ejerce desde el poder sobre sua gobernados basados en valores de <<ODIO>>, <<RACISMO>>, <<INSENSIBILIDAD>>, <<DENIGRACIÓN>>, <<IRONÍA>>, terminan por crear disonancias sociales que incrementa las diferencias entre los diferentes grupos y estratos sociales que participan de la reproducción social, con ello los mecanismos de legitimación del poder se ven mermados y se fomentan los antagonismos de clases, los cuales de no ser atendidos y continuar con la misma dirección producen formas de expresión violentas ante la desesperación de los gobernados por la falta de <<Resiliencia>> de los gobernantes.
El riesgo de que movimientos sociales pueden desencadenar violencia se multiplica cuando en el mundo social se acumulan factores externos a la lucha de clases lo cual incrementa la tensión social; como es el caso de la pandemia de COVID-19, que produce incertidumbre en los habitantes afectando el tejido social en todas las esferas del campo de la reproducción social e individual, trayendo contradicciones al sistema que se traducen en sentimientos de deseo de venganza social y no de justicia.
“El sentimiento de vergüenza es una excitación específica, una especie de miedo que se manifiesta de modo automático y habitual en el individuo por razones concretas. Visto superficialmente es un miedo a la degradación social o, dicho en términos más generales, a los gestos de superioridad de los otros.” Elias, N., & Cotarelo, R. G. (2015). p 449
A esta combinación de hechos Enrique Quintana se pregunta si el COVID-19 pudiera ser un factor detonante para las manifestaciones públicas y la escalada de violencia en Estados Unidos: la respuesta desde la óptica del sociólogo Norbert Elias es un sí.
Que la población de Estados Unidos identificará a Donald Trump como el responsable no era difícil de vaticinar, cuando la estrategia de propaganda y popularidad se basa en explotar esos mismos odios, así que cuando surgen las contradicciones del sistema encontrar al culpable no es difícil, sin embargo las actitudes de Donald Trump son <<unidades culturales>> que se comparten en la estructura de los <<Estados Unidos profundo>>, por lo que no van a ser extirpadas de forma rápida del tejido social del pueblo norteamericano.
Esta rebelión que sufre Estados Unidos está comenzando: la cual podría ser atemperada, desvanecida o disminuida, por la competencia electoral que este mismo año se realiza por la Casa Blanca. Lucha electoral en la cual, en relación a estos hechos, permitió que el candidato opositor de los Demócratas Joe Biden por primera vez en la mayoría de las encuestas se encuentre por arriba del candidato Republicano Donald Trump. Pero esta misma presión electoral pudiera alimentar el deseo de los protagonistas de fomentar la venganza y con ello el <<odio>> y <<miedo>> a la alteridad aumentando la apuesta y con ello el riesgo de una lucha electoral que desencadene una escalada de violencia por el respeto a los derechos civiles, con consecuencias semejantes a la Guerra de Secesión 1861-19, ya que este movimiento social se encuentra sustentado en el mismo <<miedo>> y <<racismo>> que subsiste en el Estados Unidos profundo de una civilización negada, para jugar con la terminología de Guillermo Bonfil Batalla.
México
“La inconformidad abierta se deja ver más en las clases medias y en amplios sectores de la burguesía; ahí impera la inseguridad, la rabia contra un país que quisieron sólo suyo, proveedor inagotable de satisfactores que les permitieran el ascenso constante, eterno. Ahora se buscan los culpables, entre los cuales ellos no aceptan contarse. Si desde los cuarenta aspiraron a ser cosmopolitas más que mexicanos, su desarraigo se ahonda cuando se saben parte de un país pobre y empobrecido.” (Batalla, Guillermo Bonfil. (2008))
Enrique Quintana se pregunta y teme dar una respuesta: ¿qué relación existe entre los hechos ocurridos en Estados Unidos con los acaecidos en Guadalajara Jalisco, México suscitados el 4 de junio de 2020?. En Marchas: #AMLOVETEYA advertí del riesgo y semejanzas entre Estados Unidos y México. Faltaba y era cosa de tiempo para que un detonante social hiciera que el <<miedo>> acumulado que subsiste entre las clases sociales de en un México Profundo y dividido se manifiesta con expresiones de venganza social.
Distintos grupos de jóvenes salieron a la calle convocados para exigir justicia por la muerte de Giovanni López; que al igual que Floyd fue víctima de la violencia policiaca. Las marchas en Guadalajara encontraron a su enemigo principal en la figura del actual gobernador Enrique Alfaro Ramírez.
“El debate político nacional se deshilacha por falta de pueblo (no en el discurso, por supuesto; en la participación auténtica). Las propuestas de la derecha reflejan nostalgia del camino andado y una empecinada y loca voluntad de ahondarlo. La izquierda no alcanza a definir un proyecto medianamente convincente: se especializó demasiado en la crítica y se muestra incapaz de proponer un futuro a partir de esta realidad, más allá de las palabras opacas de tanto manoseo.” (Batalla, Guillermo Bonfil: (2008))
Visto desde esta óptica de campos de significados y asociación de ideas: cuando eres un político altanero que sustenta su acción y proceder con discursos con productos de <<odio>> y <<resentimiento>> (la verdad es que si hay mucha tela de donde cortar: ver Anarquía a la mexicana de Raymundo Rivas Palacio), produce en los cuidados resentimiento y miedos que terminan desbordados en fanatismo y violencia.
Aparte de Andrés Manuel López Obrador que no mide sus comentarios y fomenta <<resiliencia negativa>> entre la población; existen en México otros políticos que utilizan la misma estrategia de porros públicos como Martín Orozco Sandoval (ver Gracias MOS: Regresa el odio y racismo en Aguascalientes “haz patria mata un Chilango”); creyendo que se hacen los graciosos y con ello suponen atraer simpatizantes que legitimen su actuar público. A esta lista hay que sumar al gobernador de Jalisco Enrique Alfaro Ramírez.
Enrique Alfaro Ramírez es uno de los gobernadores más cuestionados en su actuar público, por falta de transparencia y congruencia entre lo que dice y hace. Muchas de sus declaraciones se sustentan en la misma estrategia de los porros de la política actual que gobiernan en Estados Unidos y México, productores de mensajes de odio como estrategia reivindicativa.
Luego de la lamentable muestra de violencia de manifestantes y la aún mayor demostración de violencia de las fuerzas del estado en Guadalajara, nuestro porro Enrique Alfaro Ramírez atino a decir que la violencia vivida en su ciudad era el producto de estrategias de desestabilización que enmascaran la lucha política electoral entre él, su partido y AMLO y MORENA.
AMLO en lugar de mediar, lo retó a demostrar y lo amedrenta cuando le advirtió que tendría que atenerse a las consecuencias entre sus dichos y hechos. Por lo que pronto Enrique Alfaro Ramírez buscó mediar la situación y se retractó de sus declaraciones de odio que en mucho no hacían más que aumentar la apuesta por la violencia.
Sin embargo el daño social está hecho, marchas en México que incluyen ciudades como Aguascalientes, replican protestas que denuncian la brutalidad policiaca (ver: Tiempo de Aguascalientes Jóvenes se manifiestan en la Plaza de la Patria para exigir justicia para “Giovanni y para Melanie”), salvo en la Ciudad de México, las demás partes no han reportado aún brotes de violencia entre los manifestantes y sus autoridades. No se trata de controlar si no de mediar el actuar y hacer de un sistema de justicia que se desborda por pasiones y no razones en el ejercicio de sus facultades, que no procesa a los agresores internos del sistema que son los que desestabilizan el tejido social por sus dichos y hechos. El sentimiento de deseo de justicia social se está viendo cómo se adapta por las inconformidad y esperanzas no cumplidas en un deseo de venganza y odio que encamina a muestras de Anomia Social aun mayores si no son atendidas.
Fuentes
Batalla, Guillermo Bonfil. México Profundo: Una civilización Negada. Random House Mondadori, 2008.
Elias, Norbert, and Cotarelo Ramón García. El Proceso De La civilización: Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. Fondo De Cultura Economica / Mexico, 2015.
“¿Habrá Un ‘Caso Floyd’ En México?” El Financiero, www.elfinanciero.com.mx/opinion/enrique-quintana/habra-un-caso-floyd-en-mexico.