GOLPISMO O GUERRA SUCIA
El presidente de la república ha planteado durante la conferencia mañanera del viernes 18 de febrero, dada desde Ciudad Juárez que, “el gobierno de México no enfrenta amenazas golpistas –como en otras latitudes– sino una guerra” sucia”. Creo que parecería más al seguimiento del esquema de Gene Sharp, con las revoluciones blandas, bajo la presunta careta de los procesos no violentos.
Efectivamente no son manifestaciones golpistas, no porque no quieran recurrir a ellas, quisieran, pero la reacción más radical del país, no tiene hasta ahora posibilidades de recurrir a esta alternativa. El cuerpo decisorio de las fuerzas armadas se encuentra en la institucionalidad con el gobierno actual, pues se ha sentido considerado y respetado. Este es un elemento de fortaleza que nadie puede desdeñar.
Por otra parte, Latinoamérica ha sido una rica veta de experiencias al respecto, de lo que es el golpismo, a quienes han servido, quién las ha prohijado y provocado y qué ha dejado a los pueblos, que no han sido beneficios, progresos ni democracia. Golpismo ha sido sinónimo de gorilismo y estos de dictaduras reales, no las que nos quieren endilgar los conservadores como prevalecientes en México de hoy.
Actitudes golpistas las hemos visto recientemente en intentonas regresivas a nacientes gobiernos progresistas como el de Perú y el de Bolivia, que desde la toma de posesión de sus presidentes, han obstaculizado su buen desarrollo, no obstante que fueron producto de procesos democráticos de carácter electivo.
Pero en México, hasta ahora sólo han podido recurrir a las campañas mediáticas, interposición de recursos legales contra medidas gubernamentales y escasos movimientos como el del agua el año pasado en Chihuahua u otros al estilo de los que promovió FRENA, a inicios del sexenio y sin resultados positivos.
De tal manera que la derecha, a lo que ha recurrido es sobre todo a la guerra sucia desplegada en los medios de comunicación, en todo su abanico, la prensa escrita, electrónica, así como en las redes sociales, incluso recurriendo a la mentira, como lo ha reconocido el publicista Carlos Alasraki, a fin de construir una imagen negativa y adversa, que les permita tener mejores condiciones para avanzar y regresar al pasado. Sin duda se han ganado a sectores de las clases medias de las zonas urbanas.
Los affaires entre el presidente y los periodistas Carlos Loret de Mola y Carmen Aristegui, solo son la punta del iceberg del problema real, donde el siguiente peldaño este en entidades como Latinus, en tanto los promotores y financiadores reales están ocultos, al acecho, esperando que su insistencia en el golpeteo haga mella y logre vulnerar al gobierno que ha obstaculizado sus negocios y prebendas, que por lo mismo no le conviene se mantenga.
Y no quiere decir que no importe cuánto ganan algunos periodistas, que se han enriquecido vendiendo su pluma, a los cuales hay que denunciar y en su caso boicotear no leyendo o viendo sus columnas y/o programas, sino atacando a quienes están detrás, que son los enemigos principales.
Tampoco la derecha ha llegado a la cúspide de su trabajo destructor y de denostación, les hace falta un trecho más, que les permita ir recurriendo incluso a otros instrumentos desestabilizadores. Supongo que bajo esa necesidad, el conservadurismo ha vuelto a leer el libro “De la dictadura a la democracia”, del ya citado Gene Sharp, para considerar su receta de “guerra blanda” o “golpe suave”, que implica golpear poco a poco, hasta crear las condiciones para el acto final, que es derrocar al adversario.
En un artículo que leía hace tiempo del argentino Pablo Stepanoni, se decía del libro citado que, “pueden encontrarse 198 tácticas para volver efectivas esas estrategias, como construir símbolos o emplear colores que unifiquen a la gente para superar la atomización, utilizar carteles en inglés para maximizar la comunicación hacia el exterior, e impulsar acciones de desobediencia civil, organizar funerales simulados o boicots. La base de todo esto es que el poder no es monolítico y que si se identifican sus pilares, se puede lograr erosionar su base de apoyo en una suerte de «jiu-jitsu político».”
Habrá que ver a cuántas tácticas de las señaladas, han recurrido la derecha para socavar la estabilidad del país y minar la percepción favorable de López Obrador, que por lo menos hace un mes no se había visto afectada determinantemente. Pero la reacción no olvida el dicho de que, va tantas veces el agua al cántaro, hasta que éste se rompe. A eso le apuestan.
Parecieran que a eso le apuesta la derecha y que este año, iniciándose el declive del sexenio requiere la intensificación de las acciones de zapa. Así lo han venido haciendo. Más ahora que están por presentarse tres momentos cruciales en la política nacional: la consulta por la revocación de mandato; la reforma eléctrica con la definición de la iniciativa planteada ante el Legislativo y, la elección para renovar la gubernatura en seis estados.
Sin embargo, algún lo comentado sobre el golpismo, nadie podría minimizar la posibilidad de que la derecha, ante los insuficientes resultados de su campaña mediática y la guerra sucia implementada, puedan recurrir a acciones más drásticas o incluso violentas, saliéndose de la estrategia sharpeana, a fin de que, si la mentira y el torcido de la verdad no fue suficiente, entonces recurrir al terror. Al respecto también tenemos amplia experiencia, la historia está plagada de ejemplos que dibujan esta situación.
En contrapartida, lo que menos debe prevalecer es la mera contemplación, aunque sea sumamente crítica. Eso no ayuda nada a revertirla. La pasividad la alienta y le da sustento. Es precisamente lo que no podemos hacer. Es un acicate para la acción, ante la consigna de que ¡la derecha no pasará!