Gringo: se busca vivo o muerto, cáustica parodia al cine de narcotraficantes
Los hermanos australianos Joel y Nash Edgerton se han incorporado en sus varias facetas, guionista, director, actor, a la industria cinematográfica estadounidense; y regularmente trabajan y/o colaboran en las películas en que intervienen.
El debut de Joel como realizador, “El regalo” (The gift, 2015), es efectiva y ruda dentro de la combinación terror, obsesión y “desconocido se infiltra en familia y les aterroriza”. Nash, reconocido como doble de acción, tuvo amplia recepción crítica con su corto “Spider” (2007),todavía en Australia, y con su largometraje inicial “The square” (2008), entre cine negro, enunciaciones a David Lynch con toques de crudeza y sadismo. En ese plapso se ha enfocado más en videos con/para Bob Dylan.
Joel ha alcanzado un estatus alto en cine comercial e independiente, en sus roles de actor, entre otros, Tom Buchanan en “El gran Gatsby”, el esposo en “El matrimonio Loving”, agente de la CIA en “Red Sparrow”; y en sus labores de escritor.
“Gringo: Se busca vivo o muerto” (Gringo, 2018, Nash Edgerton), es una parodia obscura, cáustica, al cine de narcotraficantes y al de la frontera México-Estados Unidos, con su debida reprensión a las compañías farmacéuticas y químicas, a los negocios sucios en que están coludidos, a los beneficios de tener sus plantas productoras en nuestro país, a los chanchullos y nexos con los narcos, a inmolar sin más a uno de sus empleados o compañeros.
Con grados de farsa, en el papel de Elaine (Charlize Theron, ensanchando sus registros y caracterizaciones), o en el muy chusco del capo Villegas/Pantera Negra (Carlos Corona), fanático indisoluble de los Beatles, se abate dentro de estereotipos hacia nuestro país (los hermanos del hotel) y visiones poco favorecidas de lo que es México, la capital y unas ciudades (Veracruz, en recambio de Tijuana), donde los secuestros se dan en piñata.
El guion de Matthew Stone hace requiebros y alienta personajes secundarios con puntería (el hermano de Rusk, Sunny/Amanda Seyfried, el infiltrado de la DEA, o nombrar a uno Celerino Sánchez). El protagonismofluctúa de las transas e infidelidades de Rusk (Joel Edgerton) a Harold (David Oyelowo), nigeriano de raza negra crédulo de la Tierra de las Oportunidades, con apellido de escritor de premio Nobel y su anécdota del tío estafador y rico y su honrado papá pobre. Otro Nobel, Ernest Hemingway, revolotea entre los pliegues y pliegos, en nombres (Harold reconvertido en Harry), una foto de Rusk corriendo en los encierros de Pamplona, el libro “The sun also rises” que carga Harold, secuencias en bares, la escena final (así uno discrepe y prefiera la previa a esa.)
La acumulación de incidentes, articulaciones, casualidades (de Sunny y novio con Harold), las idas y venidas de México a EEUU, más las escenas y alusión a las penurias en Haiti y quienes sí auxilian, son expeditos, holgados, sin extenuar o aburrir.
“Gringo” sale a flote en el reordenamiento de un secuestro, las huidas, las villanías e irritaciones del capo, el cierre que dispensa a cada personaje, con más sátira en el acomodo de Elaine (y ser entrevistada en un programa de alta audiencia), o que tienen que ser los del FBI, DEA y anexas quienes se hagan cargo de los jefes del narco.