La otra izquierda
Mary Chuy, impulsada a la candidatura presidencial independiente por el Consejo Nacional Indígena y por el zapatismo, finalmente no pudo alcanzar el número suficiente de avales ciudadanos, que le permitiesen contender legalmente y aparecer en la boleta electoral en las elecciones del 1 de julio. Aunque oficialmente no lo han dado a conocer cuál sería su postura a seguir en el proceso electoral, sobre sale lo dicho por ésta en su discurso en la explanada de Bellas Artes.
Aunque en cuanto a la jornada electoral debiéramos considerar también un artículo reciente de Guillermo Almeyra (La Jornada, domingo 25 de febrero), donde la alternativa a seguir por ellos sería llamar a anular su voto o abstenerse. Supongo en que los próximos días sabremos más sobre su decisión.
En lo personal respeto a la compañera y su esfuerzo, saludé su postura antisistémica y anticapitalista, pero divergí en su decisión de participar solos, sin considerar al resto de la izquierda ni las posibilidades reales competitivas, más cuando se concentrarían únicamente en la candidatura presidencial, cuando ello no es suficiente, pues se requiere necesariamente un congreso también cargado a la izquierda para poder garantizar que avancen los proyectos que se defendieron durante la campaña, sin el bloqueo de la derecha y sus partidos.
Entiendo de alguna manera porqué asumieron esa postura, al considerar a Morena como un partido burgués (a decir de Almeyra), pero nunca valoraron posibilidades reales ni analizaron las variantes positivas de un candidato no socialista, como corresponde a Andrés Manuel López Obrador, pero si muy distante de lo que representan Ricardo Anaya y José Antonio Meade. Ya Gustavo Esteva se refirió a ello haciendo una analogía con las elecciones norteamericanas (Las vueltas del camino, La Jornada, lunes 26 de febrero del 2018).
En lo personal tampoco puedo desvincular esta nueva participación del zapatismo en los procesos electorales (ahora a través de Mary Chuy), de la llamada La Otra Campaña, que para mí, contrapesó a la izquierda de entonces y benefició en los hechos a los partidos del sistema y del grupo en el poder. Aun así, ahora les concedo el derecho de la duda.
Lo que si no creo adecuadas las alternativas fijadas, conforme se deja entrever en el artículo del periodista citado (Carta a los compañeros de Morena, La Jornada, domingo 25 de febrero del 2018), sobre el quehacer después de lo que vendría a partir de los posibles escenarios que pudiesen presentarse como resultado de las elecciones del 1 de julio.
Para Almeyra la disyuntiva es clara para mí no: “la alternativa es de hierro: organizar el poder popular o sufrir indefinidamente el asesinato de mujeres, cientos de miles crímenes violentos y un poder corrupto y unido a la delincuencia”. No coincido a que esa sea la disyuntiva para el aquí y ahora.
Llama a actuar juntos después de las elecciones conforme a los resultados, lo cual es correcto sin duda. El asunto que aún con matices, para él los escenarios son iguales. Veamos el primero, se refiere si llegase a ganar López Obrador. Dice:
“Gana AMLO por una diferencia importante en una elección en la que los sufragios superan a la abstención y los votos nulos. La oligarquía le cede entonces el gobierno por temor a un levantamiento popular, confiando en la moderación de AMLO y la dirección de Morena. Estaríamos así ante un cambio que no sería tal porque dejaría todo prácticamente igual. La presión de Washington, desde el primer día, y la presión interna en Morena de los priístas que cambiaron de casaca pero no de ideas y métodos, logran que AMLO trate de frenar la ola de manifestaciones de júbilo y de reivindicaciones y luchas que el triunfo electoral estimularía al reforzar la confianza en sí mismos en los sectores populares.”
Me parece muy subjetiva la apreciación y las afirmaciones por lo mismo, no corresponderían a la realidad. Primero, la oligarquía no cede nada, menos a alguien que no se desprende de su propia férula, tampoco confía en nadie, ni en ellos mismos. No se puede ver con candidez que ello puede pasar considerando la “moderación” de AMLO y de la dirección de Morena. En todo caso debemos valorar que en la oligarquía mexicana hay contradicciones, sobre todo para alguna parte de ella, por la inefectividad y fracaso del peñismo, eso si podría crear un escenario benéfico al posible triunfo del tabasqueño.
Segundo, sólo los que religiosamente siguen a López Obrador y Morena pueden pensar que con su triunfo vendrá en consecuencia un cambio, mágico e inmediato. Almeyra no descubre el hilo negro. Para los comunistas que votaremos por esa opción, consideramos que no es así. Vendría una alternancia que posibilitaría una profundización democratizadora, todavía en un régimen capitalista, aun siendo apoyado por la izquierda. Al contrario, vendría una nueva etapa de lucha.
No sólo eso, para un reencauzamiento de lo que pudiese hacer desde el gobierno federal AMLO, no es suficiente su triunfo o el empuje en contrapeso de la izquierda socialista, se requiere un Congreso a modo, para que puedan pasar sin dificultad las medidas, políticas y soporte legal que se requiera. Esto nunca lo consideró el zapatismo en su estrategia de participación electoral.
Sobre la propuesta de qué hacer planteada por Almeyra, eso será materia de la siguiente entrega.