La utilidad de lo inútil
En la actualidad, las posibilidades de lectura de un libro impreso son cada vez más escasas entre la población e incluso entre los estudiantes y profesores. Comparto la idea de que los formatos impreso y digital pueden ser complementarios, no excluyentes, porque me parece que el libro impreso seguirá sobreviviendo gracias a que se trata de una herramienta fundamental para el conocimiento y con ello del proceso civilizatorio que también ha sido parte de la humanidad. No obstante, el presentismo en la manera en que entendemos la realidad, la sobresaturación de información en su mayoría falsa, pero sobre todo el ataque a las humanidades incluso por las autoridades escolares o universitarias, incluso en instancias públicas, ciertamente ha puesto en riesgo una conexión fundamental con los estudios clásicos y las humanidades en general, de tal manera que las nuevas generaciones parecen haber perdido las referencias y contextos fundamentales para la comprensión del mundo y sus complejidades, así como de nosotros mismos.
De ahí la importancia de reivindicar las contribuciones que han realizado algunos autores, particularmente en esta ocasión a Nuccio Ordine para reflexionar sobre lo que este autor nombró como “la utilidad de lo inútil”. Ordine, fallecido de manera sorpresiva hace un año (en junio de 2023), un poco antes de que pudiera recibir el Premio Princesa de Asturias de la Comunicación y Humanidades 2023, se había destacado como uno de los más brillantes oradores a favor del estudio de los clásicos, por lo que sus conferencias basadas en su libro/manifiesto titulado precisamente La utilidad de lo inútil (2013) ofrecieron una crítica a la visión mercantilista y utilitarista predominante en el mundo actual. Porque así como hay prácticas que pueden considerarse como inútiles según la perspectiva predominante en el mundo contemporáneo, también puede decirse que hay una gran inutilidad en lo útil, propiciado en buena medida por el consumismo de bienes totalmente innecesarios, todo ello dentro de una vulgar visión de acumular dinero y poder que ha terminado por ahogar el espíritu de varias generaciones.
De acuerdo a la propuesta de Ordine, existen saberes que son fundamentales para el cultivo del espíritu y el desarrollo civil y cultural de la humanidad que son valiosos por sí mismos, que por su naturaleza desinteresada están alejados de algún vínculo utilitario o comercial. Sin embargo, la lógica del beneficio y eficiencia representada en la austeridad ha minado a las instituciones (escuelas, universidades, museos, centros de investigación, etc.) y a las propias disciplinas humanistas de tal forma que los saberes que deben ser colectivos terminan presionados por los resultados inmediatos utilitarios.
La brutal austeridad que ha sido bandera de los gobiernos en los últimos años, tanto en Europa como en América Latina, ha permeado especialmente entre las instituciones educativas y culturales al grado de que la memoria del pasado, las lenguas clásicas, el pensamiento crítico y la creatividad parecieran morir en una especie de asfixia que sólo responde a los intereses políticos inmediatos. Este tipo de denuncia ciertamente se puede encontrar al menos desde los ilustrados, como Rousseau, cuando comentó que “los antiguos políticos hablaban incesantemente de costumbres y de virtud; los nuestros sólo hablan de comercio y de dinero”.
Ciertamente es doloroso y hasta indignante ver cómo triunfan en estas sociedades, basadas sólo en el beneficio individualista, hombres y mujeres que a través de puestos públicos o de empresas asociadas al poder han creado imperios económicos basados en estafas, conformándose en grupos de interés al grado de influir mucho más en las decisiones que van a afectar a cientos de miles de ciudadanos. Ejemplos hay muchos, basta con señalar que los gobiernos están más preocupados en cómo mantenerse en el poder a través de asociarse con las grandes fortunas, que a través de políticas que puedan resolver los problemas de las mayorías.
La mirada fija en sólo acumular riqueza, comentó Ordine, no permite entender “la alegría de los pequeños gestos cotidianos, ni descubrir la belleza que palpita en nuestras vidas: en una puesta de sol, en un cielo estrellado, la ternura de un beso, la eclosión de una flor, el vuelo de una mariposa, la sonrisa de un niño. Porque, a menudo, la grandeza se percibe mejor en las cosas más simples.”
En estos momentos críticos y por momentos que parecen apocalípticos, lo aparentemente inútil es tan vital como el respirar. Por ejemplo, la poesía, nos lo recuerda Eugene Ionesco, “la necesidad de imaginar, de crear es tan fundamental como el de respirar. Respirar es vivir y no evadir la vida.” Porque un mundo sin poesía y sin literatura sería un mundo de autómatas, sin la capacidad de soñar y de ser otros, a la altura de nuestros sueños. Así, los grandes momentos de barbarie son los momentos en que la quema de libros, así como la destrucción de obras de arte, el saqueo de bibliotecas y universidades, terminan por abolir la historia a través de hombres y mujeres sin atributos, “hombres masa” que han dado pauta para los más trágicos regímenes totalitarios.
Cuando Ortega y Gasset se refirió a “la rebelión de las masas” no lo hizo para cuestionar la participación de campesinos y trabajadores en los gobiernos del siglo XX, sino para señalar al “hombre masa”, es decir a hombres y mujeres que habían perdido precisamente sus referentes culturales e históricos. De hecho, la gran teórica sobre el totalitarismo en el siglo XX, Hanna Arendt recuperó esta idea para transformarla en el elemento explicativo central de los totalitarismos tanto nazi como estalinista.
Por ello algo ocurre cuando, en aras de la austeridad, se justifica que no existen más recursos para publicar libros o para mejorar nuestros espacios culturales y artísticos. Porque ello nos recuerda a los momentos más tristes y bárbaros de una sociedad que ha privilegiado el beneficio privado y la acumulación de riqueza. No se trata de propagar nuevamente una doctrina franciscana, ni de negar el papel que puede jugar el dinero, sino simplemente reconocer que en ese gesto burocrático de negar recursos para la cultura, el arte y los libros se concentra toda nuestra imagen de la barbarie. Por ello la importancia de reivindicar a autores como NuccioOrdine y la utilidad de lo inútil, de aquello que finalmente nos ha convertido en más humanos. Porque, concluye Ordine, si sólo escuchamos el canto de las sirenas que nos lleva a perseguir sólo el beneficio en toda relación, “sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida”. Por el contrario, al ser capaces de percibir la utilidad de lo inútil es porque hemos podido ingresar al mundo del arte, de los sueños y de la creación, y de las posibilidades de los seres humanos en un momento en que es necesaria mantener viva la esperanza.