NECESARIA LA REFORMA POLÍTICA INTEGRAL Y RADICALIZAR EL PROCESO
No podemos considerar sólo lo aspectos de coyuntura y manifestarnos sobre ellos, sin ver las cosas más allá de nuestros ojos y alcances, para vislumbrarlas a largo plazo. López Obrador pareciera valorar la situación en el aquí y ahora, concluyendo que será fundamental lo que se haga en su periodo presidencial para apreciar un México post Cuarta Transformación. No es tan sencillo verlo así, pues implicaría parchar y no renovar drásticamente a la sociedad.
Si es importante lo que ahora se haga, pero necesariamente se debe ver a largo plazo. No puede actuarse con la soberbia, de lo que se haga ahora determinará el futuro, depende qué y cómo se haga, con qué idea marchar hacia el México de las nuevas generaciones, , aquellas que incluso quizá no nos tocará ver, pero si nos causará la sensación de que lo que hagamos servirá para soportar un porvenir promisorio.
La respuesta de López Obrador ante los resolutivos del INE y el Tribunal Electoral, en torno a la determinada cancelación de las candidaturas a la gubernatura de Morena en Michoacán y Guerrero; la actuación parcial de algunos jueces y magistrados; la suma del INAI al torpedeo al actual gobierno federal, de por si cuestionables todas ellas, hasta ahora han concitado en mucho, la actitud reactiva del presidente. Habla de violación a la democracia, que e el pueblo decida mediante el voto y que él enviará iniciativas de lo que sería una reforma administrativa. A lo mejor son correctas sus apreciaciones, pero creo que se sigue yendo por las ramas, sin ir al fondo. Y el tiempo se le está agotando, ya prácticamente estamos a la mitad de su periodo presidencial.
López Obrador debe aceptar que en el país se ha acentuado la lucha de clases y no es entre conservadores y progresistas (y aquí incluye sólo a aquellos que piensan enteramente igual que él), sino entre explotadores y explotados. Sin romper con sus alianzas liberales o incluso con sectores de la oligarquía, como han quedado representado por personajes como Alfonso Romo y Esteban Moctezuma, su gobierno debió radicalizarse un poco más, ejerciendo el poder, sí, pero no necesariamente con las mismas formas como en el pasado lo hicieron sus antecesores, hoy ubicados en la oposición.
Se ha tentado el corazón para n tocar a los expresidentes, bajo el argumento (que muchos no compartimos ni creemos en él), de que preconiza la frase de “perdón si, olvido no”, aunque la mayoría d ellos mexicanos se sientan agraviados por las acciones de los expresidentes y esperanzados a que la justicia los alcanzara, votaron como lo hicieron en julio del 2018.
La lucha contra la corrupción, salvo excepciones, prácticamente no tiene en la cárcel a funcionarios de alto nivel de los gobiernos anteriores. La respuesta ante lo hecho por consejeros del INE o del Tribunal Electoral son más declarativas que efectivas. Y con la mella mediática de la derecha empieza a crecer en los que dudan y se arrepienten, ante su endeblez de cultura política. Más con la política de dejar hacer, dejar pasar de la dirigencia de Morena, que sigue hundiendo cada vez más a ese proyecto político en el cual muchos han creído.
López Obrador todavía confía en la gente, la misma que lo llevó a la presidencia de la República, tiene confianza en el aval recibido en las urnas, así incluso lo dicen los resultados de las diversas encuestas de diferente cuño. Pero no es suficiente, no tiende puentes para organizar a ese electorado, para que se den formas autogestivas y porqué no, de poder popular. Que sería un verdadero antídoto contrala contrarrevolución al estilo FRENA o las acciones contrarias al estilo de Claudio X. González y sus aliados, como Krauze y Aguilar Camín.
Es cierto que es crucial lo que resulte de estas elecciones que vienen, la federal y las locales, pero no sólo eso, se requiere empujar mucho más, en un proyecto que trascienda incluso al 2024. Se habla ahora de una reforma electoral, para superar los vicios en los que ha caído el INE, también señala el Presidente de una reforma administrativa, que ordene a los organismos autónomos y sanee al Poder Judicial, pero insisto, no es suficiente, pues que todo, parecen parches que al paso del tiempo pueden abrirse para dar paso a una descompostura irreversible, pero sobre todo volver a los tiempos de las administraciones anteriores.
Hay que pensar en una reforma integral y radical, que inicie a partir de la definición de un nuevo pacto social y federal. Ello se traduce con la convocatoria a un nuevo Congreso Constituyente. Las otras tres grandes transformaciones en el país lo tuvieron y sobradamente se comprobó su valía y razón de ser. López Obrador no lo tiene previsto ni lo cree necesario, aún cuando la realidad evidencia lo contrario.
De la magna reforma constitucional donde evidentemente hay que mantener cuestiones de principios, presentes en las anteriores constituciones, como por ejemplo el espíritu del artículo 39 constitucional, que proviene desde las Cortes de Cádiz y Sentimientos de la Nación de Morelos. En tanto mantienen actualidad y vigencia. Del nuevo marco legal se tendrían que derivar otras legislaciones y normatividades, que acaben en definitiva lo que había impuesto el periodo neoliberal.
Hablar de la renovación del pacto federal infiere adelantarse a litigios, como el provocado por el desafuero del gobernador del Estado de Tamaulipas, que estaba sustentado en todos los sentidos pero que, a poco de que haya ocurrido (y el mismo día), el Congreso del Estado aprobó lo contrario y mandó a que el asunto se dirimiera en el Poder Judicial. El punto en si no es el litigio sino que se ponga en juego el pacto federal a partir de intereses partidarios.
Con esta vía, entonces si había que pensar en una continuidad en lo que López Obrador llama Cuarta Transformación.