País plural y diverso
En anteriores colaboraciones hemos hablado de que México se encuentra polarizado, confrontado por lo menos entre dos proyectos alternativos de Nación, donde los extremos no aceptan en nada lo que los contrarios plantean, lo cual ha dado pie a ópticas antípodas, que no tiene el menos punto de confluencia.
La más elocuente manifestación de lo antes mencionado, son la acusación mutuade traición a la Patria, tanto por el progresismo a partir de los señalamientos contra los legisladores que votaron contra la reforma eléctrica, como por la derecha, que respondido en igual sentido para quienes simpatizan con la 4T.
En lo personal siempre he sido de la postura que no puede haber ni perdón ni olvido, pero tampoco cortar con el mismo racero a todos. Estoy de acuerdo que siempre hay que ver hacia adelante, pero sin desdeñar lo que ha sucedido en el pasado, quiénes fueron los responsables, su nivel de responsabilidad y su actitud en el aquí y ahora, Algunos de ellos, sobre todo los expresidentes, actúan y declaran como si no hubiesen hecho nada, como si todo lo que hicieron fue correcto. Es decir, no tienen el menor sentido autocrítico. Y todavía se les premia no imputándoles nada.
Quizá se justifique bajo la visión creyente de Desmond Tutu y el Dalai Lama en su más reciente Libro de la Alegría, hace poco publicado y con ellos coincida López Obrador, hablándose de compasión, perdón, agradecimiento, aceptación, generosidad, pero nunca justicia, además de que también se alienta la impunidad.
Ni esto ni el llamado al linchamiento político a quienes no piensan como nosotros son las alternativas desde mi punto de vista, sino la búsqueda racional del necesario equilibrio, lo cual debe de partir del pensamiento crítico, que debiera prevalecer en todos nosotros, sin distingos ideológicos, incluso esto debiera ser la base para la libertad de expresión.
No es fácil, lo reconozco, durante decenas de años fuimos educados con verticalidad, otros pensaban y decidían por nosotros. Fueron los tiempos del paternalismo, del clientelismo y del corporativismo. Se nos había enseñado a ver no a observar; a oír no a escuchar; a decir y repetir lo que habíamos oido de otros, no lo que se expresaba de nuestros pensamientos.
La libertad de expresión es el eje fundamental para cualquier construcción democrática. Implica respeto mutuo, para uno mismo y para los demás; se refiere además a la tolerancia, a saber debatir y convivir con quienes no piensan como nosotros, pero teniendo claro donde está la predominancia en la población. Y de tener resultados adversos, seguir, convencer, debatir, luchar a la par de la gente.
En el aquí y ahora vivimos todavía parte de nuestra incultura política, donde el debate está hecho a partir de calificaciones y adjetivaciones, no de la defensa de postura a través de argumentaciones soportadas por el producto del análisis y las conclusiones soportadas en la realidad. Este es otro eje que debemos siempre tener presente: utilizar la veracidad y la objetividad.
Tenemos que picar mucha piedra en eso de construir ciudadanía. Nos hace falta un largo camino por andar y es corto el trecho que queda para el actual sexenio y su renovación para 2024. El objetivo es reconocer que más allá de lo que pensemos y profesemos, México no es monolítico ni pretende serlo, por ello la cuestión no es la imposición de nada, sino de convencer.
Los principales enemigos son quienes se ubican en ambos extremos, tanto de derecha como de izquierda, la cerrazón, el dogmatismo, el fanatismo y la intolerancia en nada ayudan y al final ambas puntas se unen, coincidiendo con posturas regresivas.
Para la izquierda socialista, ésta debe seguir un camino propio, claramente diferenciado, en independencia que sus fuerzas, predominantemente apoyen de manera crítica al actual gobierno, al de la 4T. Infiere explicar de manera doble, pues todavía prevalece el maniqueísmo en el espectro político, se está de acuerdo o no, no hay modalidades ni escenarios particulares.
Un aspecto que al respecto veremos en los próximos tiempos, es el relacionado con la iniciativa de ley electoral, donde empiezan a manifestarse las posturas en pro y en contra, sin modalidades, sin particularidades, aunque en el debate general se impulse la iniciativa.
Al respecto, para los socialistas y comunistas, es apoyable la iniciativa presidencial, pero queda corta, está hecha al amparo de los últimos escenarios planteados en su disputa con la derecha y particularmente con la cúpula del INE, pero que no ven a mediano plazo ni menos aún, se adelantan a las circunstancias planteadas para varias décadas por delante.
En la historia de México ha sido un error parchar la Constitución y reformar leyes conforme al momento, aunque en poco tiempo haya cambiado las condiciones y se requiera una nueva reforma y con esas visiones, igualmente limitadas por las condiciones con las cuales se impulsan.
Por algo desde la izquierda socialista hemos estado insistiendo en un nuevo Constituyente, expresión de un nuevo pacto federal. La 4T pretende concretarse sin un nuevo marco legal general, tal como si se hicieras en las otras tres anteriores (1824, 1857 y 1917).
Tampoco se resolverán las cosas simplemente restructurando el INE o disminuyendo el número de diputados. Hemos insistido que la reforma no puede ser estrictamente electoral, sino política, en todo lo que ello implica. Este es un tema que debemos deshilvanar y explicar más pormenorizadamente. Una propuesta del tamaño de un país plural y diverso.
