POR UNA JUSTICIA QUE TENGA COJONES

Elegir a un juez o magistrado federal en Aguascalientes es una tarea que, en teoría, debería basarse en un equilibrio entre conocimiento jurídico, experiencia profesional y una trayectoria intachable. Sin embargo, en la práctica, y especialmente en estos tiempos turbulentos, hay un atributo que puede pesar más que todos los demás: el carácter, esa valentía visceral (los cojones) para hacer lo correcto, incluso cuando las consecuencias son impopulares o políticamente inconvenientes. No se trata de menospreciar la preparación académica ni la competencia técnica —ambas deseables—, sino de reconocer que, en el contexto actual, lo esencial es que quienes ocupen esos puestos tenga los arrestos necesarios para defender su integridad y la del sistema judicial. Sin eso, el resto se desmorona.
Mientras la justicia local en Aguascalientes se ahoga en una farsa, con candidatos únicos desfilando en una cínica procesión de corruptos, no podemos permitir que la elección de jueces federales repita esa tragedia. En el ámbito federal, al menos, hay esperanza: varias opciones por cargo ofrecen una posibilidad real de elegir. Esto importa, porque la justicia federal no es una cuestión secundaria; es el árbitro final, la última trinchera en casi todos los litigios, donde se juegan derechos y libertades frente a presiones políticas, económicas o sociales. Además, la justicia es por definición contramayoritaria: prioriza lo justo sobre lo popular. Pero en un entorno como este, donde un fallo puede incomodar al poder o encender críticas feroces, un juez sin arrestos podría doblegarse por temor o cálculo. Alguien con agallas, en cambio, sostiene lo correcto, aunque tiemble el suelo. Fiat iustitia, et pereat mundus, sentenciaron los juristas clásicos. El saber técnico se resuelve con asesores; la ausencia de valor carece de solución.
Esto no implica que la preparación sea irrelevante. Un juez federal ideal debería combinar erudición jurídica con un carácter inquebrantable. Pero tras la reciente reforma judicial, hoy más que nunca será crucial valorar si los candidatos que hoy se presentan tendrán el coraje para hacer lo correcto, pese al antecedente de un sistema federal sacudido por cambios diseñados para minar su autonomía. En este proceso federal, donde existe competencia real —a diferencia de la farsa local con postulantes únicos—, no debe bastarnos con que los aspirantes se digan expertos en el derecho. Se necesita que puedan probarnos que tienen lo que se necesita para decirle al poder -y hasta a la sociedad- que NO cuando sea necesario, que entienda que su papel no es agradar, sino garantizar que la justicia prevalezca.
Casos de jueces federales que han resistido intimidaciones, ya sea del crimen organizado o de presiones políticas, ilustran este punto. En Aguascalientes, aunque no siempre lleguen a los titulares, hay ejemplos de juzgadores que han protegido derechos fundamentales frente a esos riesgos, sosteniendo la legalidad en un entorno complejo. En contraste, la elección local, con su falta de opciones, refleja una ausencia de carácter institucional: sin competencia, no hay necesidad de demostrar temple ni convicción. La diferencia es clara: mientras la elección federal ofrece una oportunidad de elegir perfiles con alguna fibra moral, la local se limita a ratificar lo predeciblemente mediocre.
Al final, un juez sin coraje no debería llevar la toga, y en Aguascalientes esto es especialmente evidente en el ámbito federal, donde esta elección pondrá a prueba nuestra capacidad para superar la apatía con la esperanza de seleccionar a quienes tengan la entraña indispensable para hacer lo correcto. En tiempos de crisis, esa cualidad no es negociable, porque sin ella, el resto —por brillante que sea— no alcanza. Apostar por jueces federales con arrestos es apostar por un sistema judicial que no se doblegue, mientras que la simulación local solo perpetúa la fragilidad. Hoy, más que nunca, esa distinción importa.